Enrique Cruz (h)
Llegaron a la gloria hace 31 años y padecen problemas económicos. “Nosotros no ganamos el dinero que ahora se genera en el fútbol”, coinciden. Estuvieron en Santa Fe para festejar los 60 años de Nery Pumpido.
Enrique Cruz (h)
Los 60 años de Nery Pumpido fueron el motivo para que José Luis Brown y Oscar Garré se pegaran una vuelta por Santa Fe para estar junto al amigo y a uno de aquéllos 22 en los que muy pocos o casi nadie confiaba en esos turbulentos tiempos, allá por 1986. Los dos eran discutidos en ese entonces. El “Tata” Brown no tenía equipo, algo parecido a lo que en 1978 le pasó a Tarantini, otro campeón del mundo sin club. Y el “Mago” Garré venía de integrar dos recordados equipos campeones de Ferro (1982 y 1984), al que se lo criticaba por el estilo de juego y también por sus jugadores.
Al “Tata”, Bilardo lo conocía de memoria, pero cuando lo convocó, sabía que iba a ser el suplente de Passarella. Garré era el “3” titular de ese equipo, pero ya Bilardo tenía en la cabeza que terminaría jugando con ese 3-5-2 que fue revolucionario y elogiado, aunque no tanto al extremo de ese torneo magnífico y desequilibrante, como ningún otro, de Diego Maradona.
Los dos arrancaron contando a El Litoral su propia historia en ese torneo, porque el “Tata”, por ejemplo, fue el autor de uno de los goles en la final con los alemanes.
—Tremendo frentazo, “Tata”...
—Mirá como son las cosas: yo me rompí meniscos y ligamentos en ese tiempo, se me inflamaba la rodilla, se juntaba líquido, me sacaban líquido con sangre y así, en esas condiciones, llegué al Mundial. De buenas a primera me encontré conque tenía que ser titular desde el primer partido, por la enfermedad de Passarella. Era un sueño. ¿El gol?, Burruchaga le pegó fuerte y con comba. Lo miro a Schumacher y veo que no llega, entonces lo empujo a Diego, que estaba delante mío, lo tiro y le meto el frentazo. Ahí no miro más la pelota y salgo a festejar el gol. Después, en el segundo tiempo de ese partido, me chocaron y sentí un dolor tremendo en el hombro, insoportable. Pero, ¿iba a dejar de jugar la final del Mundo por un golpe en el hombro?, ¡ni loco!. Le dije a Raúl Madero: “Doctor, ni se te ocurra sacarme”... Sufrí mucho en la parte previa, porque todos decían que iba a México a cebarle mate a Bilardo.
—¿Y lo que te quedó grabado en el momento del pitazo final?
—De lo que no me olvido, es que Víctor Hugo Morales me fue a buscar al vestuario y me sacó al aire porque del otro lado de la línea estaban mis padres... Fue una emoción tremenda.
—¿Es cierto, Oscar, que aquélla famosa reunión en Colombia se hizo en tu habitación?
—Fue así. Y fue terrible, durísima. Tuvimos varias reuniones en ese interín, una fue en Colombia y las otras en México... Reuniones que llegaban casi al límite de las trompadas... Pero bueno, eso fue el costo de lo que vino después, que fue grandioso para todos. Y fijáte que ahora, 31 años más tarde, seguimos siendo amigos y podemos vivir estas experiencias como la de estar en el cumpleaños de Nery... Estamos todos viejitos (risas).
—Recuerdo, Tata, una charla en el aeropuerto de San Pablo luego de vencer a Suiza en el Mundial en octavos de final, cuando dijiste que si Sabella lo ponía a Demichelis, jugábamos la final...
—A mí me gustó siempre opinar, en ese momento trabajaba para una radio y yo veía que la defensa podía asentarse con Demichelis. Estuvimos muy cerca y hubiese sido lindo que otra vez pudiésemos dar la vuelta.
—¿Te sentiste figura en ese Mundial?
—No, figura no... Lo único que te puedo decir es que dejamos la vida en la cancha. A mí se me pone la piel de gallina cuando recuerdo eso. ¡No te das una idea cuando el utilero venía y me daba la celeste y blanca!.. ¡Nos propusimos dejar la vida en cada partido y así fue!
—¿Vos qué opinas, Oscar, respecto de esto?, ¿no te parece en algunos casos que esa camiseta le pesa a algunos?
—Es un tema de mesa de café de nosotros. En un país futbolero como el nuestro, nosotros sabíamos que se opinaba sobre los que debían estar y los que no podían estar. En mi caso, yo me pierdo de seguir jugando porque me sacaron dos amarillas, entró el Vasquito Olarticoechea y lo hizo bien, pero no me iba a andar cuidando, tenía que dejar todo en la cancha. Nosotros teníamos un compromiso muy grande.
—¿Y ahora no?
—No puedo decir eso, quizás sí. Sólo digo que nosotros nos jugamos la vida en ese torneo, era la gran oportunidad de nuestras vidas. Y te cuento una anécdota: cuando empezó el torneo, jugábamos cada tres días. Entonces, la vida era jugar, descansar, comer y ver los partidos de los otros seleccionados. Bilardo no quería que entrenemos. ¿Qué hacíamos nosotros?, a la tarde, después de tomar mate, les robábamos la pelota a los utileros, Carlos nos buscaba y no nos encontraba porque estábamos jugando a la pelota, haciendo un picado, porque nosotros teníamos el potrero impregnado.
—En vos, Oscar, no creían los argentinos...
—La gente no se sentía identificada con esa selección, y sé que conmigo pensaban que no podía estar. Pero el grupo estaba tan fuerte, que hicimos una coraza contra las críticas. Nos juramentamos ser la primera selección en llegar a México y la última en irse. Yo tengo la tranquilidad de haber dejado todo por la camiseta argentina y a eso no me lo va a discutir ni quitar nadie.
—¿Cómo están económicamente, Tata?
—Al día de hoy, muchos de nosotros tenemos problemas para vivir y estamos pasando por situaciones muy delicadas con nosotros, con nuestras familias y nadie nos da una mano.
—¿Cómo puede ser que ni la Afa ni nadie preste atención a eso, Oscar?
—Si te digo que no tengo para comer, te miento. Pero en mi caso o en el del Tata, jugamos siempre en el fútbol argentino y no ganamos un dinero importante. Aparte, en esa época no se ganaba plata en el fútbol como ahora y ya muchas veces se dijo lo que fue el premio por ganar el Mundial. Nosotros no le pedimos a la Afa una pensión a cambio de quedarnos en nuestra casa y cobrar.
—Se ofrecen a trabajar...
—Dar charlas, ir a las escuelas, viajar al interior, transmitirles a los más jóvenes que nosotros también tuvimos 14 o 15 años y nos tuvimos que sacrificar para llegar bien alto. Les dijimos a la Afa que nos utilicen desde Jujuy hasta Santa Cruz para hacer alguna prestación y que ese dinero tenga una contrapartida laboral, ¿se entiende?
—Por supuesto. ¿Qué les contestaron?
—Hablamos con Chiqui Tapia y con la gente nueva que hay en Afa y se comprometieron a ver el tema cuando terminen de acomodarse. Lo hicimos no sólo por nosotros, sino también por los muchachos del 78, que sabemos que tienen problemas.
—¿Y vos, Tata?
—La estoy pasando muy difícil... A veces la gente piensa que fuimos campeones del mundo y que por ese sólo hecho tiramos manteca al techo y no es así.
—O puede darse el hecho de que algunos piensen que se malgastaron el dinero, Oscar...
—Te puedo asegurar que no es así, porque tanto nosotros como los muchachos del 78 no ganábamos dinero, no era ni por asomo lo que es ahora. Además, no pedimos que nos regalen el dinero, sino que haya un reconocimiento y nosotros vamos a trabajar, porque tenemos la voluntad de hacerlo.
“Muchos me preguntan cómo se vio desde adentro de la cancha y desde mi posición, el gol de Diego a los ingleses. Y yo digo que lo de Diego siempre fue a lo grande, espectacular, único, inigualable. Parecía que nada sorprendía o todo sorprendía, de acuerdo a cómo quieras tomarlo”.José Luis Brown, Campeón Mundial en México ‘86.
Enrique Cruz (h)
Aquél dicho de que “el tren pasa una sola vez”, se puede vincular tranquilamente con las carreras futbolísticas de José Luis Brown y de Oscar Alfredo Garré. Los dos coincidían en la manera desconfiada en que se los miraba, sobre todo a este último, que era uno de los pilares de esos grandes equipos de Ferro, con Barisio, Cúper, Rocchia, los hermanos Arregui, Saccardi, Cañete, el uruguayo Jiménez, la “Urraca” Juárez y el Beto Márcico. El “Tata” traía algunos pergaminos —poquitos más— que le ponían una coraza un poco más grande que a Garré para tratar de esquivar o aguantarse los insultos y las muecas permanentes de esa desconfianza que se transformaba en rechazo cuando el equipo no andaba bien. Y esa selección, convengamos, no llegó bien a ese Mundial.
Bilardo se la jugó. A Garré le dio titularidad, más allá de que luego encontró el equipo con Giusti y Olarticoechea jugando de carrileros, con una línea de tres (Brown de líbero, con Cuciuffo y Ruggeri como stopper). Y con Brown pasó algo muy particular: fue el “2” de un gran equipo que armó Bilardo en el 82 en Estudiantes, que le permitió su llegada a la selección (con un gran mediocampo integrado por el Bocha Ponce, Russo, Trobbiani y Sabella). Lo llevó al Mundial a sabiendas de que el titular iba a ser Passarella, pero luego pasó de todo con el capitán del 86, al que Bilardo le había quitado esa condición para darle la cinta a Maradona: discusiones, una fuerte pelea con Diego y el virus que lo dejó finalmente sin Mundial.
Para Brown y Garré, el tren pasó una sola vez y ellos se subieron. Fueron campeones del mundo y se regodearon con la fama y la gloria. Para muchos, discutidos; para otros, valorados en su esfuerzo; la realidad, es que la pelearon contra viento y marea. Y eso también tiene su mérito.