El día tan esperado finalmente llegó. Viernes 20 de septiembre de 2019. Comenzó el noveno mundial de rugby en el lejano Japón. Primera vez que la competencia por países más importantes de la ovalada se juega en Asia.
El día tan esperado finalmente llegó. Viernes 20 de septiembre de 2019. Comenzó el noveno mundial de rugby en el lejano Japón. Primera vez que la competencia por países más importantes de la ovalada se juega en Asia.
El anfitrión fue quien cantó victoria ante Rusia. Los fanáticos nipones decoraron no sólo el estadio, sino también las adyacencias del mismo.
La ceremonia tuvo el típico toque japonés, mezclado con la historia misma del rugby.
Pero con el título que utilicé en esta oportunidad, no me refería a las emociones entendidas como, por ejemplo, los tries que se marcaron.
Esta vez hablo, y perdón si puedo llegar a ser algo egoísta, desde lo personal.
Se apagaron las luces, comenzó la ceremonia, e indefectiblemente los sentimientos se me cayeron todos juntos encima.
Todo se me vino a la cabeza. Mis hijos, Agustín y Felipe, por quienes doy todo y un poco más y a quienes ya extraño horrores. Fernanda, la que se puso la 10 y está bancando absolutamente todo.
Mi viejo, artífice principal, entre tantas cosas, de hacerme un apasionado de este deporte repleto de valores. Mi vieja, que siempre se aguantó todo lo relacionado al rugby y que me marcó (y marca) el rumbo en tantas otras cuestiones. Mis hermanos, amantes también de esta pasión y pilares en mi vida.
Mis amigos, la PNHM, que día a día me envían las mejores vibras.
A mis compañeros de aventuras y coberturas acá en Japón.
Lógicamente, a todos y cada uno de mis amigos y compañeros de Diario El Litoral, que empujaron y apuntalan esta cobertura.
Y por último, imposible no mencionarlo, Santa Fe Rugby Club. Mi segunda casa, a quien después de más de 25 años, por primera vez tuve que darle un poquito la espalda para priorizar el laburo.
A todos, infinitas GRACIAS!
(Así estoy...y recién mañana juegan Los Pumas ¡La que me espera!)