Miércoles 29.7.2020
/Última actualización 9:08
Son 31 años de idilio con la gente de Unión y seis meses más si lo llevamos al mismo inicio de ese romance que será eterno con el hincha tatengue. Leonardo Madelón se incorporó en el medio de aquélla temporada, cuando había quedado libre de San Lorenzo. De jugar con San Lorenzo la Copa Libertadores, venía a Santa Fe para intentar el ascenso a Primera con un equipo que, convengamos, en ese momento no andaba para nada bien. El año pasado, cuando se cumplieron 30 años de esa final, el Flaco Zuccarelli confesaba a El Litoral que “el día que empatamos en Santa Fe con Cipolletti, en la última fecha de la primera rueda, lo ví entrar a Súper Manuel Corral al vestuario y pensé que venía a echarme. Me preguntó qué necesitaba para ascender. Lo miré y le dije: ‘una buena pretemporada y traerlo a Madelón”. A eso se sumó la capacidad del técnico, el mejoramiento individual y colectivo de casi todos y esas famosas charlas de vestuario, algunas muy duras, de las que otros grandes protagonistas como Pepe Castro o el Potro Echaniz han referenciado.
La charla fue exclusiva con dos referentes santafesinos para Madelón. Uno de ellos es Marcelo Martín, un ex dirigente que fue a buscarlo a fines de 2013, después de la salida de Sava. “Está maduro, es el momento de traerlo otra vez”, dijo en esa ocasión. El otro es Armando López, un confidente de Leo en los últimos tiempos, cuando también era dirigente en la comisión directiva anterior de Spahn. Ahora, ellos dos forman parte de Tate Campeón y dicha agrupación fue la encargada de “convencer” a Madelón para que se exprese en este día que tanto significa para el hincha tatengue.
* Su actualidad en medio de esta pandemia: “Yo estoy entre Caballito y Flores, es un barrio tranquilo, se puede andar por la calle sin mayores problemas y con cierta confianza. El otro día charlaba con el Pirata Czornomaz, que no puede salir del country en el que vive. El está en una zona más complicada. Acá se puede salir a caminar, estoy más piola”.
Archivo Una de las últimas fotos de Leo Madelón en Santa Fe, el día del partido con Vélez. Tres días más tarde renunciaba y dejaba el cargo. Aceptó la invitación de Tate Campeón para charlar con dos amigos de aquella gesta del ?89.Una de las últimas fotos de Leo Madelón en Santa Fe, el día del partido con Vélez. Tres días más tarde renunciaba y dejaba el cargo. Aceptó la invitación de Tate Campeón para charlar con dos amigos de aquella gesta del ‘89. Foto: Archivo
* Su incidencia en aquél equipo del ‘89: “Yo fui una partecita de ese equipo. El otro día leía unas declaraciones que hizo el Potro Echaniz, que es mi amigo y tiene razón. Estuve tocado por la varita mágica, era la piecita que faltaba en un buen equipo y que quedó para la historia”.
* La trascendencia de ese logro: “El nuestro era un plantel muy maduro, muy inteligente, nunca hicimos declaraciones explosivas, la gente también se portó bien. Imagináte que con todo lo que significaba, si alguno de nosotros hablaba de más, se armaba un descalabro terrible. Cuando me toca estar en Santa Fe, siento que hasta los hinchas de Colón me respetan... A ver, hay un ‘odio’, lo entiendo, pero es sano. No te quieren, pero te respetan. Para nosotros es enorme y eterno lo que pasó en el ’89”.
* Su salida de San Lorenzo: “Habíamos llegado a semifinal de Copa Libertadores, era titular con el Bambino, tenía una cláusula del 20 por ciento, jugaba con esa cláusula y quedaba libre a fines de 1988. Los clubes de Primera tenían una especie de convenio y los que jugaban por esa cláusula, no podían ir a otro club de la A. Entonces, me quedaban dos opciones: jugar en el exterior o jugar en la B. Ortega Sánchez, el 10 de San Lorenzo de ese año, se fue a Elche, a España, y yo tenía Racing de Córdoba y Chaco For Ever como posibilidades, pero opté por Unión”.
* La “sabiduría” de elegir bien: “Es cierto, elegí bien, pero la realidad es que no sabía adónde iba. El Flaco Zuccarelli, Corral y Sabag me convencieron. Yo había estado 9 años en San Lorenzo, de allí no había salido. Por eso les puedo decir que en Unión empecé a conocer la vida. Me desarrollé, maduré. No tenía representante, no había comunicación en esos tiempos como la hay ahora, no te orientaba nadie. Para mí, fue ir al mejor club del mundo”.
* La salida de Caferatta, su pueblo natal: “Caferatta es un pueblo chiquito que está justo en el empeine de la bota, pegado a Corral de Bustos, que ya es provincia de Córdoba. Mi vieja era maestra, mi viejo chacarero. Mi viejo era culto, escribió dos libros. Muy culto, diría. Era descendiente de franceses, se murió joven de tantas angustias en ese campo, porque es muy ingrata a veces la vida del campo. Yo me crié y trabajé en el campo, congelándome a las madrugadas, manejando un tractor sin cabina... Me encerraba en los corrales... Mi vieja me mandó a estudiar agronomía a Venado Tuerto, había que pagar la pensión, me trasladaba 50 kilómetros, me iba el lunes y volvía el viernes. En cuarto año de mis estudios, aparece Independiente. Todos eran de Independiente en la familia. O casi todos, porque mi padrino era hincha de San Lorenzo, campeón del 72 y 74. Nosotros íbamos a verlo a Central, porque me quedaba cerca. En ese momento, Boca y River no estaban bien”.
* Su llegada a San Lorenzo: “En Independiente no podía estudiar, me quedaba todo lejos, pero un tío conocía a un ex presidente de San Lorenzo. Me llevaron y quedé. Arranqué en sexta, fui campeón y goleador. Yo no conocía Buenos Aires, me acuerdo que hablaban de ‘bondi’, ‘tacho’ y no entendía nada... Llevaba el shampoo de litro y a los tres días no tenía más, porque todos me usaban el mío, me lo pedían prestado. Y era el que pagaba las gaseosas, hasta que me avivé que no podía ser el chacarero que les pagara a todos” (risas).
* Los renunciamientos: “Yo recibía cartas de mi viejo, de mis amigos. No había otra forma de comunicarse. No veía la hora de ver al cartero, no había teléfono directo, llamar a Caferatta era por operadora y capaz que te comunicaban al otro día. Me contaban mis amigos que iban a los cumpleaños de 15, que fulano se había emborrachado, que se habían colado. Y yo, nada. No salía, no tenía plata... Debuto a los 19 en Primera y resulta que mi hermana se casó unos días antes de mi debut, en el 82. No pude ir, me lo perdí. Y tampoco estuve en los 70 de mis viejos, por ejemplo. Se pierden muchas cosas por el fútbol. Mi hermana no me lo perdona. Estaba lejos, el desarraigo era natural, no había nada que hacer en el pueblo y nos acostumbrábamos desde chiquito a que en algún momento había que irse”.
* Su aproximación a Unión: “Ortega Sánchez era el Madelón de ese equipo de San Lorenzo, y yo el Rabuñal. El me iba a ver y le gustaba cóMo jugaba. Vino dos años después a San Lorenzo. El era el enganche y yo arrancaba de atrás. Jugaba muy bien. En ese momento, hubo varios jugadores que quedaron libres. Gareca, Ruggeri, Franceschini, el de Chicago, yo... Me acuerdo que se sentaba Miele, el presidente de San Lorenzo, con dos o tres tipos a arreglar los contratos. Yo le decía ‘quiero 2.000, pero bajo hasta 1.700’. Nos bajábamos antes de que nos pidieran (risas)... Eran tres o cuatro sargentos que te daban lo que ellos querían. En fin, quedé libre. Y ahí llegó Sabag. Yo lo rescato porque fue un tipo muy expeditivo. Arreglamos enseguida”.
* Lo que se encontró: “Les repito que yo fui una piecita y tuve la suerte de meter ese gol. Unión tenía una línea de cuatro con pibes del club. Estaban Altamirano, Tomé, Mauri y Humoller, todos de Unión. A eso siempre lo soñé para Unión, de armar un equipo con mayoría de pibes del club, pero la economía de hoy te lo impide... Carlitos Trullet era el ‘malo de la película’ en ese cuerpo técnico y el profe Mazza era un fenómeno. Ese cuerpo técnico era de lujo...
* El día de la primera final: “Cuando ganamos en Colón, salimos en el micro y volvimos cada uno a su casa. ‘Tranquilos, ganamos un partido’, decíamos todos. Cuando estábamos por jugar la segunda final, estábamos concentrados y la noche previa al partido me cruzo con el Flaco Zuccarelli en el ascensor. ‘¿Estás cagado, Flaco?, tranquilo que mañana ganamos’, le dije. Años más tarde, tuve un ‘deja vu’ con Malcorra. Me pasó exactamente lo mismo pero al revés, yo ya como entrenador. Estábamos por jugar el clásico que ganamos en cancha de Colón. No veníamos bien, ¿se acuerdan?. Y Nacho me cruza en la concentración y me dice: ‘¿Qué pasa, Leo, estás cagado?’con esa voz ronca y fuerte que tiene él. Enseguida se me vino a la mente aquélla anécdota con el Flaco Zuccarelli, hace 31 años”.
* El momento que se vivía: “Estaba todo complicado en el país, con una gran hiperinflación. Me acuerdo que cuidábamos el mate como oro, porque no había yerba, poníamos de a poquito”.
* La noche de la clasificación en Belo Horizonte: “Sentí una sensación de paz muy grande, porque pensaba en la gente, en el regreso de esos 3.000 que estaban ahí en la tribuna. Me imaginaba el grado de culpabilidad que iba a tener. Con Independiente del Valle, cuando perdimos en Ecuador el año pasado, no sabía cómo disculparme. En Belo Horizonte, el vestuario fue una locura, el regreso muy feliz y cerramos algo lindo, una serie difícil y contra un equipo grande de Sudamérica. No sabía cómo abrazar a toda esa gente, parecíamos locales esa noche. Nosotros, el año pasado, a Independiente del Valle lo tuvimos nocaut en esa serie. Pero no lo liquidamos y le dejamos servido el título de campeón, porque debimos haberlos eliminado”.
* Su mejor recuerdo: “Me quedó grabado el Unión que jugaba lindo, el que se recitaba de memoria”.
* Su opinión de Azconzábal: “El Vasco es buena gente, buen técnico, van a haber muchos pibes posiblemente, hay que apoyarlo. Hay pibes que van a necesitar rodaje, no hay que regalar esa mística que logramos, ese Unión fuerte y duro. Estuvimos un año y medio sin perder de local, eso fue importante, todo un logro”.
* Su mística: “El 18 de diciembre estuvimos en Asunción del Paraguay para el sorteo de la Sudamericana, el 19 llegué a Santa Fe y lo primero que hice fue hablar con todos, mentalizar no sólo a los jugadores sino a los empleados, a los utileros, a la gente que cuida la cancha, a todos. Les dije a todos que nos acompañen y les conseguí un premio especial para la gente de Seguridad, al canchero, a los cocineros. Todos contribuyeron para que dejemos en el camino a Mineiro. Y el club nos reconoció y apoyó el pedido. Eso también me lo llevo como algo muy especial de todo lo lindo que he vivido en Santa Fe”.
* Lo que extraña: “Se extraña todo, desde cada rincón del club hasta mis caminatas por la costanera. Soy un tatengue más. Siempre lo seré”.
Archivo El Litoral La estirada de Wirzt no alcanza para detener el remate de Madelón, luego del toque de Humoller en la salida del tiro libre que decretó la victoria en el segundo clásico. Fue hace 31 años.La estirada de Wirzt no alcanza para detener el remate de Madelón, luego del toque de Humoller en la salida del tiro libre que decretó la victoria en el segundo clásico. Fue hace 31 años.Foto: Archivo El Litoral
Fue tocado por la varita mágica al marcar ese gol que le dio el golpe definitivo a la serie. Pero la obra de Leo Madelón en aquél Unión del ‘89 no fue el “madelonazo” en sí, sino el aporte extraordinario que le hizo a un equipo que se reinventó, creció, se fortaleció, terminó jugando de memoria y aniquilando rivales en la segunda parte de la temporada.
No es necesaria ni saludable esa “grieta” que puede surgir a partir de la trascendencia que se le da a aquél gol en el arco de la Bomba en la segunda final, porque sería empequeñecer no sólo el tremendo nivel individual y colectivo que logró el Flaco Zuccarelli con aquél equipo, sino también el propio aporte de Madelón, que fue tan formidable como el del resto de sus compañeros.
Antes de la primera final, recuerdo haberle hecho diez preguntas a Zuccarelli y a Orlando Medina, que era el técnico de Colón. Las mismas para que cada uno conteste por su equipo. Y una de ellas era que nombrasen al jugador que más había crecido. Y el Flaco no dudó: “¡Carlos González!”, fue la respuesta. Y podría haber sumado los goles del Pepe Castro o de Echaniz, las soluciones que le aportaba Dante Fernández cuando entraba, la personalidad de Passucci, la calidad de Rabuñal para convertirse en el socio futbolístico de Madelón en el medio, las subidas vertiginosas de Altamirano y Humoller, el grado de entendimiento de la dupla Tomé-Mauri y la tranquilidad que daba el Flaco Tognarelli en el arco.
Unión fue un equipo. Un equipo en serio y con muy buenas individualidades. El destino quiso que quedase reflejado aquél gol como la imagen final, la imagen de la obra consumada. A Leo le quedó el sabor más rico de la popularidad. Ese “elixir” que está reservado a los elegidos. No lo entiende así. No lo quiere así. Tampoco debe ser tan así. Ese fue un equipo que aprendió a jugar de memoria. Unión fue eso. Un gran equipo, con grandes individualidades. Leo fue una de ellas. Quizás la frutilla del postre que permitió comenzar a encarrilar ese tren que venía a los tumbos en la primera rueda y que terminó radiante y brillando.