(Enviado Especial a Qatar)
(Enviado Especial a Qatar)
Salvo el resultado del martes, estamos bien. De a poco uno se acostumbra al cambio horario, se va adaptando mejor y se aquerencia con el lugar. En definitiva, será “nuestra casa” durante 35 días y hay que aprender a quererla. En mi caso, soy un “animal de costumbre”. Ya me resulta todo familiar.
Mahmud, el dueño del departamento, nos quiso adosar un loro y un gato. El loro, vaya y pase. El gato es un poco más complicado. Y eso que amo a los animales.
La cuestión es que el gato se fue (en realidad, se lo llevó). Pero quedó el lorito. Hermoso, de colores vivaces, tonalidades verdes y amarillas, anda por su jaula y juega en sus dos hamacas. Descubrí que le cuesta subirse a una de ellas, no le encuentra la vuelta. Intenta y no lo consigue. Ahí es donde se pone a cantar.
Bah… Uno dice que canta, aunque en realidad, es posible que no le guste ni medio que haya tantos extraños en su casa y no ver a su dueño. La cuestión es que las hijitas de Germán Lucero, el colega santafesino que es uno de los que comparte este largo viaje, lo bautizaron “Tomatito”, igual que a Pena. Y está bueno el mote, porque tiene los pómulos bien colorados. Lo que se dice un verdadero “dandy” el loro.
Una noche se le ocurrió la brillante idea de empezar a cantar… O a gritar… O a quejarse… ¡qué se yo!... No fue una buena idea. Mahmud nos dijo que, si cantaba mucho, había que golpearle la jaula en la parte de arriba… ¡Pobre jaula!