Sábado 12.10.2019
/Última actualización 12:28
El 33 % de los hogares de la ciudad de Santa Fe padecen “pobreza energética”, es decir que destinan más del 10 % de sus ingresos a costear los consumos de gas y electricidad. Y de los hogares pobres energéticamente, el 74 % paga tarifa residencial mientras que solo 23 % paga tarifa social en el caso de la EPE y hay 3 % de conexión informal.
Los datos forman parte de una encuesta a mil hogares del municipio santafesino, denominada “Conocer para transformar: resultados de la medición de pobreza energética en la ciudad de Santa Fe”, presentados por la docente universitaria e investigadora del Conicet Betzabet Morero, docente universitaria de Energía Sustentable para Ingeniería Ambiental en la FICH/UNL, integrante de la organización no gubernamental Trama Tierra.
El estudio se desarrolló en el marco de un convenio entre la Comisión Multisectorial para la Promoción y Ejecución de Políticas Energéticas Locales (Compel), espacio creado en el seno del Concejo Municipal por Ordenanza Nº 11.782/11, y el Observatorio Social de la UNL, que puso su muestreo estadístico para relevar mil hogares de la planta urbana con proporción representativa.
“Los hogares pobres energéticamente destinan en promedio un 22 % de sus ingresos para abastecerse de energía, 16 % en electricidad y 6 % para el gas”, explicó la investigadora al adelantar las conclusiones del estudio en el auditorio de la UTN, Facultad Regional Santa Fe. “Esto -aclaró- quizás tenga que ver con que muchos de esos sectores pobres energéticamente no tienen acceso a la red de gas natural”.
Las encuestas se hicieron en agosto-septiembre y la pregunta fundamental fue cuánto gastaron en el último mes, es decir en invierno. “Pero incluso en invierno se paga más en electricidad que gas; en muchos hogares la calefacción es con electricidad, que es más ineficiente”, detalló Morero.
Al hacer un detalle “estamentario” del estudio -cuánto gastan en promedio los distintos deciles en relación a ingresos- “el decil 1, el más pobre, gasta en promedio 27 % de sus ingresos en abastecerse de energía. El segundo decil un 18 %. El tercer decil un 12 y recién a partir del cuarto decil se empiezan a ver valores inferiores al 10 %”.
Prensa UTN Los hogares pobres energéticamente destinan en promedio de un 22 % de sus ingresos para abastecerse de energía, 16 % en electricidad y 6 % para el gas , explicó la investigadora Betzabet Morero."Los hogares pobres energéticamente destinan en promedio de un 22 % de sus ingresos para abastecerse de energía, 16 % en electricidad y 6 % para el gas", explicó la investigadora Betzabet Morero.Foto: Prensa UTN
“En cuanto a los hogares que no son pobres energéticamente -siempre en la ciudad de Santa Fe- en promedio destinan el 5 % de sus ingresos en abastecerse de energía, 3 % en electricidad y 2 % en gas”. En cuanto al servicio de la EPE, “de los no pobres energéticamente 71 % paga tarifa residencial de electricidad y 20 % tarifa social”. Morero destacó además que hay un 9 % entre los “no pobres estadísticos” que en realidad no paga porque cuenta con “conexión informal” a la red.
Si bien la EPE aplica “tarifa residencial” a quienes ameriten atención especial pero superan volúmenes de consumo predeterminados (el hogar que pasa el límite gasta más y puede entrar en la categoría de pobre energético por eso), los resultados muestran que “a la hora de repensar el cuadro tarifario los datos hablan por sí solos. Habría que ver por qué la mayoría de los hogares pobres energéticamente no pagan tarifa social”, según concluyó la investigadora.
La investigadora señaló que para “el tipo de gas que se utiliza” en los hogares de la ciudad “el 57 % tiene acceso a la red (llega a 70 % de la sociedad según Litoral Gas, pero otra cosa es que los hogares estén conectados), 40 % usa gas envasado y solo 3 % tiene acceso a la garrafa social.
58 % de los hogares de la ciudad tiene aire acondicionado. Un 88 % posee ventiladores. Y un 26 % se refrigera “abriendo la ventana”.
35 % de las viviendas santafesinas usan calefacción eléctrica que es menos eficiente y más cara.
20 %de los hogares encuestados en la ciudad no tiene ningún tipo de calefacción durante el invierno.
“El 55 % dice usar aire a 24 grados, el uso de lámparas led en 84 % (las campañas funcionaron) 66 % no deja artefactos en stand by (dato que quizás se relacione con el precio de las facturas) el 42 % procura etiquetados de clase A. El 54 % usa adecuadamente puertas y ventanas y sólo 2 % no toma ninguna medida”, dijo Morero al repasar “medidas de eficiencia energética”.
“En relación al uso del gas, solo 27 % no deja el calefactor en modo piloto, que siempre es preocupante porque desperdicia casi 5 % del uso del gas en los hogares. El 74 % no deja que la llama en la cocina sobrepase el recipiente y el 92 % no usa la cocina para calefaccionar”. Sin embargo, sólo “42 % realiza mantenimiento en equipos de calefacción”.
El informe detalló que “18% llama a un especialista ante inconvenientes, 11 % evita garrafas en el interior, casi 66 % pose reguladores en buen estado y 62 % realiza limpieza de quemadores”.
Entre necesidades y derroches
Betzabet Morero apeló a la definición de Gilberto Gallopín, según la cual el desarrollo sustentable es “un proceso de cambio y mejoramiento que se puede mantener en el tiempo” para “mejoramiento de la calidad de vida del ser humano y no necesariamente del PBI. Desarrollo no es sinónimo de crecimiento económico”, advirtió.
Planteó que “energía sustentable o modelo energético sustentable en primer lugar requiere reducir el consumo de un importante sector que derrocha y consume de manera desproporcionada; una mayor eficiencia en la producción y el uso de la energía. Y prevención y reversión de impactos ambientales asociados a las fuentes convencionales (fósiles). Si queremos pensar en una transición del actual modelo energético hacia fuentes de energías limpias es necesario pensar qué hacemos en el mientras tanto tenemos que reducir los impactos de las fuentes convencionales.
“La sustentabilidad energética también tiene que ver con el acceso igualitario de la población a este servicio. Con una planificación de políticas públicas según las necesidades humanas y no las del mercado. Acá también hacemos mucho hincapié en el cambio del paradigma: dejar de considerar la energía como mercancía para considerarla como derecho humano, como el agua”.