El papa Benedicto XVI saluda desde el papamóvil a los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro. Foto: EFE
Carmen Postigo - EFE redaccion@ellitoral.com EFE El papa Benedicto XVI mostró hoy su lado más humano y emotivo ante unas 200.000 personas que se acercaron a la Plaza de San Pedro para despedir al pontífice en su última audiencia general, un día antes de hacer efectiva su renuncia a la silla de Pedro. Ante el pórtico de la imponente Basílica de San Pedro, los purpurados, sentados en sillas y de cara a la plaza, aguardaronn la llegada del pontífice, de 86 años, mientras una muchedumbre agitaba banderas de todas las partes del mundo y coreaban “Benedicto, Benedicto” en la plaza períptera proyectada por Gian Lorenzo Bernini entre 1656 y 1667. Otros prefirieron rezar el rosario, en suave murmullo, a la espera del papa. El sol, que ha acompañado a Benedicto XVI en todas sus apariciones publicas desde que el 11 de febrero anunciara que el 28 abandonaba el Pontificado, a pesar de mal tiempo que arrecia Italia, tampoco faltó hoy a su cita aportando una calidez y una luz límpida. Cuando el papa, abrigo y solideo blanco impoluto, apareció a bordo del papamóvil, la ovación fue tan general que hasta las palomas y gaviotas que revoloteaban sobre la explanada han cambiado el rumbo de su vuelo. Benedicto XVI recorrió a bordo del papamóvil junto a su secretario particular, Georg Ganswein, la gran explanada para acercarse más a los fieles y peregrinos que trataban de inmortalizar con sus cámaras el momento, ciertamente histórico, y con una parada puntual para coger en brazos a un recién nacido y bendecirlo. Después, la alocución del papa alemán, tan íntima, tan cercana, tan confiada con los allí congregados sumió a los peregrinos en un profundo silencio, roto de vez en cuando por fuertes aplausos ante las sinceras y sencillas palabras pronunciadas con voz trémula por Benedicto XVI. El papa relató cómo se ha sentido en su pontificado, en el que reconoció ha habido momentos de contrariedad y cómo su decisión de renuncia no la ha tomado por motivos particulares, sino por el bien de la Iglesia. “No abandono la Cruz”, dijo y fue largamente aplaudido por casi todos, cada vez más emocionados, mientras el papa sin inmutarse aseguraba que “la Iglesia está viva”. A medida que el papa avanzaba en su discurso sobre el proceso de su renuncia el silencio se tornaba en clara conmoción de los allí presentes. “He dado este paso conociendo su profunda gravedad y novedad, pero con un ánimo sereno”, afirmó y habló de la barca de Pedro que sólo el Señor la conduce. Al finalizar su discurso, las gentes aclamaron, aplaudieron, nombraron, ovacionaron al papa durante largos minutos, y muchas de las gentes, lloraban. “Ha sido una alocución muy personal respecto a otras audiencias”, dijo a Efe el sacerdote Italiano Ettore Russo, de 42 años, “ha puesto mucho corazón, mucha intimidad. Ha hablado con la sinceridad con la que habla el padre al hijo, un hermano a su hermana”. “Se respiraba conmoción en el aire”, agregó. Para Antonello Jagen, de Trieste, la ceremonia ha sido “absolutamente maravillosa. El papa ha dejado un increíble testimonio de fe y de servicio a la Iglesia”. Rodeadas de banderas españolas, un grupo de veinte mujeres se fotografiaban en la Plaza de San Pedro para inmortalizar el “momento histórico” que supone la celebración de la última audiencia pública del también Obispo de Roma. “Benedicto XVI es el legado de la fe usando la razón” y “nos ha ayudado espiritualmente”, afirmaron las españolas, que quisieron dejar constancia que habían viajado a Roma para despedir al papa Ratzinger dejando un total de 74 hijos en España. Varias religiosas italianas comentaban; “El papa ha desafiado al mundo. Se trata de algo grandioso. Hasta ahora la tradición era esperar a que se muriera un papa”. “Simplemente, -dijeron- Benedicto XVI ha imitado el ejemplo de Jesús. Todo el mundo se preguntó por qué se marchaba (Jesús) porque no sabían que quedaba el Espíritu Santo”. Poco a poco la plaza se fue despejando a la espera de que mañana Benedicto XVI salga del helipuerto del Vaticano a bordo de un helicóptero, para dirigirse a Castel Gandolfo a las cinco de la tarde.