Tuve la gracia de ser bautizado por el padre Gasparotto en el año 1960, cuando la Parroquia estaba en la esquina de Avenida Freyre y Moreno. Y tuve la gracia de sucederlo varios años después como decano del Decanato Sudoeste, como representante de Cáritas Diocesana y como sacerdote de la Parroquia Nuestra Señora de la Merced. Pero creo que la palabra sucederlo me queda grande por la inmensidad de su corazón. Como decía Juan Bautista cuando se refería a Jesús: “No puedo desatar ni siquiera la correa de sus sandalias”.
Yo siempre le decía al padre que lo admirada. Incluso, en febrero celebramos sus cincuenta años como párroco de esta Iglesia y le manifesté cuánto lo quería y admiraba. Gasparotto ha sido un sacerdote con una claridad de vida increíble y una entrega hacia el otro absoluta. Nadie puede decir que estableció distinciones, diferencias o que no se haya acercado a nadie.
El padre siempre buscó ante todo la salvación de las almas. Y esa salvación, la buscaba a través de la vida sacramental, de la confesión, de la misa, de la dirección espiritual, de la enseñanza de la palabra... Pero también tenía claro que la evangelización pasa por la promoción integral del ser humano. De ahí, su preocupación por crear escuelas, dispensarios y lugares donde los chicos pudiesen comer.
En un encuentro muy lindo que tuve con él cuando yo estaba en Varadero Sarsotti recuerdo que habíamos inaugurado un comedor y le pedimos que fuese a bendecirlo. Nunca me voy a olvidar de sus palabras: “Ojalá que nunca tuviésemos que bendecir e inaugurar un comedor porque los chicos merecen estar comiendo en sus casas y con sus familias. Pero la necesidad del momento hace que tengamos que estar haciéndolo”.
El padre trabajó hasta el último día de su vida. Ayer, a las 19, celebró la misa en La Merced. Después se fue a compartir una cena con amigos y una deficiencia cardíaca lo hizo partir hacia el encuentro del Señor. Me resta decir que hoy todos lo lloramos con las lágrimas de Jesús, esas lágrimas por la partida de una persona a la que quisimos muchísimo, pero también llenas de esperanzas porque sabemos que Dios lo va a tener en su Santa Gloria”.