El sábado 8 de junio desde las 21, el grupo Aié Música Corporal estará celebrando cinco años de vida en la Sala Foyer del Centro Cultural Provincial “Paco Urondo (Junín 2457).
El grupo santafesino de música corporal estará celebrando su primer lustro con un show especial. En diálogo con El Litoral, el creador Maxi Maglianese y la miembro fundacional Rocío Elizalde repasaron pasado y presente del proyecto, en un contexto adverso para las manifestaciones artísticas que se salen de las categorías del sistema.
El sábado 8 de junio desde las 21, el grupo Aié Música Corporal estará celebrando cinco años de vida en la Sala Foyer del Centro Cultural Provincial “Paco Urondo (Junín 2457).
Las anticipadas salen 4.000 pesos, y se pueden conseguir en la boletería de la sala; también los integrantes del grupo tendrán entradas para vender (en puerta tendrán un valor de 6.000 pesos).
“Queremos invitar a la gente a que se acerque no solamente a disfrutar de una propuesta con esta con estas características, sino también a bueno a apoyar los proyectos y la cultura autogestiva de Santa Fe, que siempre va a necesitar del público para vivir”, aporta Rocío Elizalde, quien junto a Maxi Maglianese (patriarca de la propuesta, que hoy completan Dianela Fernández y Juan Manuel Perino) conversaron con El Litoral sobre el proyecto, sus búsquedas y las limitaciones de la coyuntura.
-¿Cómo planean esa fecha celebratoria, y cómo se imaginan esa noche?
Rocío: -El recorrido que viene haciendo Aié fue pasando por distintos repertorios desde el inicio, intentando instalar la música corporal como un lenguaje artístico-escénico; desde esta mirada, esta cosmovisión. La celebración viene también en un marco donde estamos haciendo nuestro “reper”: la totalidad de canciones es un pensamiento, una idea que está plasmada en ese lenguaje, y que sentimos que refleja muchas de las cosas que necesitan ser sensibilizadas en el hoy.
Entonces la celebración es una invitación a encontrarnos con una propuesta que permite activar otra sensibilidad, que permite profundizar en otra dimensión: no en lo esotérico, sino en lo intrínseco de lo humano. Estamos en un momento donde la trama social está débil, o rota; y es nuestro aporte desde nuestro lugar.
El evento en sí va a tener una particularidad técnica: al usar una sala como el Foyer, que es chiquita y alargada, buscamos experimentar también con el sonido. Entonces nos va a estar acompañando Pablo Ramírez desde ese aporte; va a ser la primera vez que podamos presentarnos con esa otra expresión del sonido amplificado, pensado y diseñado desde la propuesta.
Nos encanta poder celebrar estos cinco años así, porque si bien Aié viene recorriendo muchos espacios, tanto chiquitos como grandes (hemos estado en la sala de Misiones, con 300 personas), pero la acústica era óptima para tocar sin amplificación de sonido: venimos más de ese palo.
El marco de la celebración es la necesidad de seguir existiendo pese a todas las dificultades que hay para sostener proyectos a lo largo del tiempo. La necesidad de celebrar encontrándonos con la gente que banca la propuesta, y con gente que se sigue sumando: Aié tiene como una particularidad de que tal vez de a poco, no masivamente, pero siempre impacta, siempre asombra; y siempre genera gente nueva. Si no nos estamos presentando y moviendo, esa gente no tiene muchas posibilidades de enterarse que nosotros existimos. Vos ahora nos estás dando esta nota, pero en general los medios masivos, o las redes, los algoritmos, etc., están todo el tiempo orientando hacia otra cosa.
-¿Cómo nació esta propuesta, en un comienzo bajo el nombre de Minga? ¿Cómo se fue transformado en Aié, y cómo fue ese recorrido de las premisas originales a decir “lo que hacemos hoy es esto”?
Maxi: -Esto de la música corporal empezó como “percu” corporal, pero en realidad estamos haciendo música con todo el cuerpo: no solamente con la “percu”, sino con la voz, con el decir, con efectos sonoros; con un montón de cosas que van pasando en el armado del repertorio.
Empecé a viajar mucho con esta propuesta a distrito de lugares, no solamente acá en la provincia sino también por el país, y me tocó también estar afuera. Hay muchas corrientes en la percusión corporal o la música corporal, y quería darle una identidad de lo que somos y cómo pensamos, decimos y hacemos nosotros y nosotras. En Argentina, en Santa Fe, y en general en Latinoamérica no hay propuestas de ese tipo. Entonces mi idea fue tratar de armar algo que tenga nuestros decires, con esos pensamientos, con estas corporeidades. Porque vos te vas a Bélgica, te vas a Suiza, y los cuerpos no son los mismos. Por más que ellos nos digan “sudacas”, no somos iguales; y quizás tenemos otras habilidades, otras tendencias y otras perspectivas; también vinculadas con el lenguaje y con la forma de vivir.
A partir de eso, en una de estas idas y venidas en viaje, en Rosario se armó un grupo donde estaba todo consolidado: estaba el foco, la potencia. La primer propuesta fue armar allá algo. Presupuestos, números, ocupaciones, modernidad, globalismo, posmodernismo: no se pudo sostener como propuesta.
Volviendo a Santa Fe, siguiendo en el hacer, empezamos a armarlo con grupos de percusionistas. Y lo mismo: ocupaciones, esto, lo otro; “Che, no, esto es más orgánico, tiene que pasar por todos lados”.
Entonces empezamos con este encuentro: primero con Rocío, con Juan Perino; se fue sumando gente acá; pero ni profesionales de la música ni tampoco profesionales de la percusión. Y fue donde empezó a tomar la identidad que tiene en realidad: que es algo más orgánico; que lo podemos hacer todos y todas. El tema es organizarse, como siempre: el problema en la vida es ese.
Lo colectivo es el problema: ¿cómo lo hacemos todos juntos? Después los contenidos se van acomodando, reacomodando; se van permitiendo: la tolerancia es parte de la comprensión de todo lo que va pasando; y desde ese lugar hay que sostener los proyectos. Que son como los hijos: los cuidás y les das de comer, les das contenido y amor, y crecen, sanos y fuertes; y si no les das bola, y creés que todo es “bueno, yo le pago acá y pago acá”, no funciona.
Entonces empecé a armar esto bajo el formato de Minga, que era un concepto de la construcción colectiva, del hacer laboral, de una jornada de trabajo; donde todos se juntan colaborativamente y comparten ese hacer.
Rocío: -Para construir un bien común.
Maxi: -La palabra minga también es despectiva: casi todas las palabras más lindas que tenemos son despectivas para el occidentalismo. “Minga te voy a dar”, todo el tiempo pegándonos con eso; un montón de palabras. “Quilombo” es una palabra hermosa: es un espacio donde se juntan todos a hacer cosas; también es una mala palabra.
Desde ese lugar construimos Minga. Con el tiempo, como fueron cambiando los integrantes, y aparte era una palabra que como decía la tenés que explicar un montón (con las contravenciones del lenguaje, de la psicolingüística, del latinoamericanismo y de la Real Academia Española), pensamos en algo más orgánico: Aié, vocales, sencillo, que también tiene un significado; en realidad es aché o ashé en Centroamérica, un símbolo de buena de buena fe para con el otro. Buena voluntad, ganas.
-¿Cómo se fue armando la conexión con la música y la cultura del Litoral santafesino a Latinoamérica toda, y cómo eso se convirtió en repertorio?
Maxi: -Es una hermosa pregunta porque es para sacarle jugo de acá hasta la China. Hay varios elementos que lo componen: No es por una cuestión de conservadurismo, al contrario; es decir: “Che, ¿qué somos? ¿Cuál es el sonido de nuestro paisaje? ¿Qué suena acá? ¿Cómo suena? ¿Existe la cumbia o no queremos que exista? ¿Existe la chacarera o queremos transformarla en un reggaetón? ¿Existe lo binario, lo ternario, hablando más de términos musicales? ¿De qué manera se está extinguiendo, por ejemplo lo ternario, por la entrada masiva de los binario? ¿Se está extendiendo el AutoTune? ¿Cuál es la verdadera voz de nosotros y nosotras?”.
Rocío: -Qué se escucha, qué se llega a decodificar de eso que sigue sonando.
Maxi: -El sonido del paisaje siempre me atrapó, y después a todos: confluimos en eso. ¿Cómo hablan en Córdoba, en Corrientes?. Cómo hablamos es cómo vivimos, y la rítmica que tenemos es esa.
Por otro lado está la decisión de un repertorio: qué queremos decir; que también es importante a la hora de la elección. En la mayoría de las agrupaciones, cuando empieza el armado, arranca: “¿Qué temas hacemos?”; y se arman unas disyuntivas, uno quiere decir una cosa, otro quiere decir otra, otro no quiere decir tan fuerte, “no vaya a ser que se ofenda alguien”. Otro quiere decir: “Che, acá el mercado nos manda, tenemos que congeniar con todos y que esté todo bien”.
Acá la idea es: “Hay un repertorio acá de cosas que nos pasan, de cosas que sentimos; hay un cuerpo y una forma de decir, y hay un paisaje sonoro en nuestra corporeidad que tiene una dirección: vamos a seguirlo y vamos a trasladarlo todo a nuestra corporeidad y vamos a cantarlo juntos y juntas de esta manera”. Es un proceso de construcción, de reaprendizaje, de sentirse parte de eso. Nuestras corporeidades están en muchísimos casos obturadas, y entonces necesitamos destaparlas.
-Es una cuestión de biopolítica, de disciplinamiento de los cuerpos.
Maxi: -Exactamente. Por eso la música corporal, trabajando de forma colectiva, y como proceso de sociabilización y democratización del hecho artístico musical, tiene mucho valor en muchos lugares. Es llegar a un punto donde no hay más nada, entonces, ¿qué hay? Cuerpo, mente, decir. Pienso, digo, hago, con coherencia.
Audiovisuales
-Un punto de inflexión para ustedes fue durante la pandemia, ustedes hicieron este documental-recital que fue “Trabajando sí”. ¿Qué desafíos les trajo y al mismo tiempo que satisfacciones? Los mostró en varios lugares.
Rocío: -Como desafío, cómo reproducir eso que que fuera de la tecnología pasa solo y es tan potente y conmueve tanto. Cómo lo plasmamos en imagen y en sonido. Había un desafío más cercano que era cómo hacíamos para juntarnos todos, estaba prácticamente prohibido. Enganchamos justo esos días de julio, cuándo se podían hasta diez personas, y lo pudimos hacer legalmente.
El mayor desafío en ese momento era seguir existiendo. Todas estas cosas que van pasando como crisis grande, pandemia, posiblemente guerras..
Maxi: -Ataques a la cultura, directos, profundos. Hay un montón de grupos que se hay desarmado: hay un montón de propuestas que ya no existen más, hay gente que ya no se quiere juntar porque no puede gastar nafta para ir a ensayar.
Rocío: -Todas esas crisis de contexto grande vienen a a decir: “Bueno, esto no es necesario culturalmente para la mayor parte de la sociedad. Y si es necesario estar aislado”, que tal vez la energía, la atención y el dinero lo inviertas en plataformas digitales, que consumís vos solo, o como mucho tenés una cuenta compartida. Pero que alimenta un tipo de de cultura que es la que se suele querer instalar en el mercado. A ver: nosotros también estamos en Spotify, no se trata de ser “anti”, Se trata de decir: “La gente está ahí, estamos donde está la gente”.
Estábamos por salir de gira Brasil con el repertorio que habíamos armado...
Maxi: -Nos íbamos el 19 de marzo de 2020, se avisó antes y el 20 se cerró todo. Entonces se armó: “No nos vamos a quedar quietos, con toda esta energía, toda esta potencia que estamos teniendo”. Encima con una chica que había venido a estudiar “percu” corporal, desde Francia (en realidad vive en Bélgica), y se quedó nueve meses en mi casa conviviendo.
Rocío: -En ese momento ensayábamos entre tres y cuatro veces por semana, tres, cuatro horas por día; era realmente una súper inversión de tiempo y energía, sobre todo de Maxi en pasarnos el lenguaje, en estar armando los arreglos. Ahora son más rápidos los procesos, pero en ese momento era todo aprender, encontrarnos, e instalar una forma de trabajo, una dinámica de comunicación, las prioridades de qué se iba a hacer en cada momento. Cuando no pudimos salir a Brasil fue como “esto no puede morir acá porque se dice ahora que hay un aislamiento social”. Había que regenerarse.
“Trabajando sí”, si bien ahora no es tan representativo de lo que somos, del repertorio, sí sirvió para instalar una forma de laburo. Y lo que vos nombrabas: estuvimos en el Festival de Body Rhythm de Hamburgo (Alemania); se pasó también en algunas universidades e institutos de profesorado de música; en la Universidad Nacional de Quilmes; en otras situaciones donde intentaron seguir con las dinámicas de jornadas culturales o semana de las artes, y que se aprovecharon la pandemia para poder mostrar otras cosas sin el costo de traslado. Muchas de esas de esas organizaciones decidieron federalizar o internacionalizar su contenido, dada las situaciones tecnológicas.
Abrió muchas puertas en el entorno: hay mucha gente que lo sigue a Maxi hace mucho tiempo, por todo el trabajo docente que hizo con ensambles de escuela secundaria, con los ensambles barriales. En ese momento también fue como “ah, está haciendo esto”, y eso también no fue como ayudando a que después también se instale la posibilidad de que hay más cosas a nivel educativo con la percusión corporal.
Después también vino el la posibilidad de grabar el “Hoy toca”, un programa que armó Canal Santa Fe, ya con otra formación. Porque una característica de Aié siempre fue el movimiento entre los integrantes: por distintas búsquedas; y al ser el cuerpo el instrumento permitió la interdisciplina. Se nos han acercado gente de un montón de áreas distintas: algunos con proyectos bien concretos de “nos juntamos y hacemos esto, y trabajamos tal cosa”; otros: “Quiero probar a ver cómo es”; otros: “Me gustaría sanar ese vínculo con la música que viene raro, porque yo me dedico a la danza”.
En el momento que llega el “Hoy toca” éramos ocho o nueve, y y ahí pudimos hacer ya bastante en el repertorio propio. Fue una producción relinda, que agradecemos un montón, y que también fue ventana de muchas otras cosas.
-¿Cuáles son sus próximos proyectos y objetivos?
Maxi: -Teníamos un montón de planificaciones: armar un encuentro nacional de percusión corporal, el segundo; uniendo todas las puntas que fuimos haciendo durante tantos años. Teníamos la idea de viajar nuevamente a Misiones, de viajar afuera, pero no se pudo y no se va a poder, aparentemente.
Estamos en una etapa bastante compleja; está muy difícil plantear proyectos. Te puedo mentir tranquilamente: “Tenemos planificada una gira a España, con un proyecto”. No, no la tenemos, no se puede. Sí la teníamos, no se puede. “Va a venir gente de Rusia, de Berlín (Alemania), que tienen un festival; y vamos a alojarlos, porque eso ya no invitaron para ir, tenemos una carta”. No, no va a pasar, no se puede, porque hay una realidad que nos está frenando. Alguien que está pensando todos los días (y no lo digo desde un lugar de víctima: al contrario con mucho orgullo) qué es lo que va a comer; y viendo gente alrededor, que está pensando en lo mismo... yo no podía no podría pensar “ahora vamos a hacer esto”.
Rocío: -Lo que sí me parece importante destacar en en esto es como pensarse a proyección; porque si no también nos están dejando sin la posibilidad de soñar. Obviamente que es más fácil soñar cuando te alcanza para comprar lo que vas a comer y a todos tus compañeros también; pero hay algo que a mí me sigue asombrando, que es como hay gente que en algún punto nos necesita. La gente de Berlín, de ese festival, que quieren venir: son un grupo como de diez, y entienden que en nuestra cosmovisión de la “percu” corporal hay otra cosa; y necesitan estar cerquita para ver de qué se trata, para impregnarse de eso.
La gente que ha venido de Europa desde distintos lugares, en distintas formas; también la gente de acá. Esto de considerarnos “movimiento” no es sólo no ser un grupo, sino que hay otro grupo que se forma desde esta misma mirada que está en Nogoyá; hay otro que está en San Martín de los Andes.
Maxi: -Hay otro foco en Chile.
Rocío: -Esto está pasando ya: gente que está haciendo su recorrido en distintos lugares nos toma también de referencia al decir: “Ah, vamos a darle un giro y vamos a empezar también a usar su repertorio, a pasarle esto a las infancias de esta manera”. Pero todo eso nace fundamentalmente a partir del encuentro presencial. Formas tenemos un montón: sabemos que hacer un encuentro nacional funciona, es hermoso; estuvo buenísimo cuando lo hicimos.
Es necesario, porque hay un montón de gente reunida en distintos lugares que se potencia al encontrarse, Sabemos que hay gente que desde su búsqueda artística tal vez no necesita nuestro repertorio pero sí la forma: está buenísimo hacer esos cruces. Tenemos un vínculo con Coqui y Pajarín Saavedra, que ya han venido, ya hemos compartido, nos están invitando a Buenos Aires a que podamos formar parte del ciclo en el Centro Cultural de la Cooperación; la verdad es que los números todavía no dan; no significa que no pase. Proyecciones hay, pero hay un gran hueco económico que nos impide hoy llevar adelante la planificación de esos sueños. Pero seguimos soñando, porque seguimos teniendo vínculo.
Maxi: -La música corporal de Santa Fe y de esta propuesta tiene un reconocimiento a nivel del mundo; un poco chico, pero muchos lo reconocen muchísimo. Desde la forma de la identidad, del repertorio, de los arreglos, de la metodología, de cómo trabajar, de la apertura; porque es otra cosa comparado con lo que ya está dando vuelta, que es más bien como un estándar a nivel mundo, una corriente. Esa corriente nosotros no la seguimos: tenemos otra, y esa otra dice de otra manera.
Por ahora estamos no en el anonimato pero sí tranquilitos. Y no nos favorece para nada el contexto, pero bueno: de acá en adelante, es seguir. Por eso también decía que es un grupo de resistencia: no de Resistencia, Chaco (risas), de resistencia de acá. Tenemos una potencia y esa potencia muchísimo valor. Inclusive para Brasil: derivados de (el grupo) Barbatuques, que desde que se murió (Fernando) Barba, que fue el director, quedaron todos dando vueltas. Estamos en contacto y nos van pidiendo cosas, y vamos queriendo hacer cosas, pero nunca llegamos.