Roberto Schneider
Roberto Schneider
Reina Capodimonte y Claudio Liberto son dos actores santafesinos que han construido una pareja y, con la cotidianeidad como una marca indeleble, van construyendo sus itinerarios vitales. Se aman. Mucho. Y se buscan casi desesperadamente para seguir construyendo una realidad que los moviliza día tras día para seguir creciendo. Es el nudo argumental de “Capullito de Alheli”, la obra de la consagrada dramaturga Patricia Suárez -presente en el estreno- que se ofreció al público que colmó la platea del coqueto Estudio Barnó, con todas las medidas de protocolo vigente.
El pequeño espacio tiene cajas de vestuarios, elementos y una cama que se transforma permanentemente para adaptarse a las necesidades. Pero lo más importante en la obra son sus dos criaturas también desesperadas que buscan el amor. El texto de Suárez, riquísimo en la arquitectura de sus seres, se enriquece con la mención a distintas figuras del quehacer escénico local, hecho que también agradece el espectador porque son personas que también alimentan con su hacer la actividad. El humor se planta en la escena y, a pesar de la carga emocional, no cesa en ningún momento.
Lo que queda claro desde un primer momento es el dibujo que la autora plantea de sus criaturas. Son dos seres insertos en ese espacio bajo la mirada de los espectadores. Así pueden ser también dos personas que reflejan un exterior donde impera el pragmatismo. Pero ambas volverán a seguir planteando su imperiosa necesidad de continuar con el amor. Es la impronta que la autora les otorga en un texto que enriquece sus palabras por el despliegue de sentido utilizado. Los diálogos se potencian por el permanente juego establecido en la propuesta.
El trabajo de dirección de Claudia “Negra” Correa y Pablo Tibalt es certero, preciso, exquisito. Ambos manejan a la perfección los hilos de la trama. Porque, además, permiten el lucimiento perfecto de Alicia Galli y Roberto “Negro” Trucco, los dos artífices de una totalidad enriquecida precisamente por el lucimiento de ambos. Conocen a sus personajes, los admiran, los quieren, los disfrutan.
Galli es la Reina que todo lo conoce. Hábil en sus conocimientos, la actriz enriquece su trabajo porque va marcando con su acción las diversas aristas de su rol. Está magnífica cuando canta el tema que da origen al título de la obra. Y Trucco está ahí, tal vez construyendo el mejor personaje de su extensa y rica trayectoria. El actor juega un medio tono que le otorga a su Claudio la necesaria cuota de verdad que requiere. En el disfrute de sus trabajos radica el éxito de la propuesta. Ahí está para corroborarlo la escena de la seducción. Con la inteligencia de la dirección del espectáculo en haber indicado a sus actores el manejo del cuerpo. Vigoroso y expresivo el de ella, temeroso y murmurador en el caso de él. Ambos resolviendo a la perfección lo indicado por Correo y Tibalt.
La selección musical -que incluye las exquisitas versiones de “Un compromiso” y “Más daño me hizo tu amor”, de Antonio Machin- es de Claudia “Negra” Correa, el vestuario de Ignacio Estigarribia, las fotografías de Leonardo Gregoret y la asistencia de dirección de Nicolás Decarlini. Todos suman aciertos para que volver a disfrutar de una propuesta teatral sea hermoso. Porque, como bien expresa un personaje de la obra …”al final lo que perdura es el arte… el teatro siempre está…”.