El sábado 23 de noviembre la escritora rosarina Virginia Ducler llevará a cabo la presentación de su nueva nouvelle “Ostende” (editorial Bocas Pintadas), una autoficción sobre unas aventurezcas vacaciones muy particulares de la narradora y protagonista junto a una hija adolescente.
Ducler es licenciada en Letras y ha publicado tres libros anteriores donde se mueve con expertise en el género de la autoficción, es decir, utilizando recursos de la vida de la autora, recrea universos ficcionales. El primero fue “El sol” (Casagrande), el segundo “Cuaderno de V” (Mansalva), y el tercero “Solo soy uno que llora” (UNR Editora).
El encuentro será el sábado 23 de noviembre en Oliva Libros (Entre Ríos 579) a las 18. En la presentación conversará con Federico Aicardi.
Romina es la protagonista omnisciente de esta historia, a lo largo de la cual busca que su hija tenga aventuras, un amor de verano o amigos nuevos en un viaje que realizan juntas para vacacionar en la costa argentina, pero nada sucede como ella pretende. Y la aventura que se promete en el comienzo, cumple hasta el final con vértigo en alturas y giros inesperados dignos de la serie Lost en un cruce con una historia de protagonistas prófugos.
Con realismo y humor, pero también con reflexiones llenas de vitalidad, la madre en su torpeza de buscar cumplir los deseos de su hija, no titubea si debe pasar el ridículo, y sin conseguir nada de lo buscado.
Además de la temática “vínculos difíciles con hijos adolescentes”, la obra da otras vueltas hacia lo erótico, ya que la protagonista (que quería experiencias para la vida de su hija) termina ella misma “víctima” de un extraño trío. ¡Qué difícil transferir deseo, cuando lo que quiere un hijo adolescente siempre va a ser lo opuesto!
La autora brindó una entrevista a este medio para ahondar en algunos de los puntos de esta novela corta pero honda, llena de matices y que sobre todo, promete buena lectura de verano.
-Dejaste abierto el paralelismo a tu nouvelle anterior El Sol, de un viaje en soledad a una costa. Es otra costa, otra época de tu vida de escritora y otras vivencias, aunque tiene mucho del humor pícaro anterior, y el sol y la playa son cuasi personajes en ambas historias.
En tus libros vos hacés esa tarea, en la que te permitís jugar con la realidad e inventar, sin ser esto algo del “género autobiográfico” en boga. ¿Cómo te relacionas con la autoficción, y cómo nació esta nueva narración?
-La novela surge a partir de un viaje que hice con mi hija. Me doy cuenta de que viajar me produce una incomodidad que me despierta la necesidad o el deseo de escribir, de inventar un mundo a partir de ese universo que está hecho de imágenes sensoriales en movimiento.
Eso mismo sucedió con “El sol”. Ese fue el texto inaugural a partir del cual descubro que puedo inventar tramas usando mi propia historia como base. Aunque en realidad no se trata de mi historia tal cual, sino del recuerdo de un puñado de vivencias. Se trata de “dejar hablar” a los sentidos para que los hechos recordados se combinen con hechos que podrían haber sido.
Escuché el término autoficción por primera vez en boca de Beatriz Vignoli, en una nota que escribió sobre mi cuento “La dispersión” (publicado junto con El sol). Este proceso creativo, este modo de crear sobre lo vivido, se dio de una manera natural en mí. Fue un descubrimiento, una revelación.
Mauricio Kartun habla de la necesidad de tener un universo personal como materia prima, los sentidos alerta mirando y registrando ese universo para hacer otra cosa.
-En “Ostende” se siente una imposibilidad del disfrute en la protagonista, pero que también echa culpa a su propia madre. Me gusta ese hallazgo tan humano, porque un poco nos pasa a todos alienados laborales que tenemos 15 días de vacaciones y “hay que disfrutar” como ese imperativo imposible.
-Justamente esa dificultad para disfrutar, que tiene que ver un poco con un mandato burgués (si no disfrutás, sos culpable), me remite a lo que decía acerca de la incomodidad que me lleva a escribir. En este caso a partir de un viaje, pero también puede ocurrir con episodios de la vida doméstica, con una salida al cine.
Sin dudas, para que exista gente con ganas de inventar mundos, tiene que haber una insatisfacción en la vida tal como se presenta.
-A lo largo de la historia, es lindo entrar en el pensamiento de la narradora que busca conectar con su hija adolescente, y me quedo con esta parte en que la observa mientras hace un paro de cabeza de yoga: “Verla al revés me hace bien, como si así fuera más fácil acceder a su mundo. La veo pisar la arena que ahora es mi cielo”.
Creo que hay una entrega, de verla extrañada, como un pasaje al entender que ella ahora es otro ser que no depende de vos. Y sin embargo las discusiones están hasta el final ¿Cómo fueron esas elecciones para mostrar el vínculo?
-Qué lindo ese pasaje que rescatás. Me había olvidado. Pienso un poco en la figura del colgado en el tarot. Ese personaje invertido puede verse como un cambio de punto de vista.
Y respecto del final, me resulta interesante tu lectura porque yo no lo había visto así. La mirada calma que le está entregando a su hija en esa suerte de simbiosis, es una entrega amorosa en la que ella, la madre, suelta sus miedos. Y al abolir el miedo por amor a su hija, le ofrece la calma que no va a encontrar en el avión cuando colapse. Es decir, la madre encuentra dentro de sí una calma que no tiene, para que su hija no sufra (cuando en realidad es ella quien sufre), y de ese modo se libera del miedo.
-Fuera de la aventura vacacional, otras dos cosas se juegan en el libro: una es que se vuelve una historia un poco delictiva, por sus decisiones al buscar proteger a su hija, y luego con lo fatídico y de aventura ficcional. Creo que sabés divertirte mucho con esos giros del relato, y que sorprende al leerlo. ¿Cómo lo pensaste y luego construiste?
-Me ocurrió algo que celebro cuando sucede. En un punto, la trama habla sola, y yo me limito a observar y a acomodar las palabras. Entonces me sorprendo de lo que ocurre, como si no lo estuviera decidiendo yo. Cuando el escritor se sorprende, esa sorpresa se despierta también en los lectores. Lo único que tenía decidido desde el principio era que la historia cierre como empieza.
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