Jueves 4.4.2024
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“Hay que hacer que las cosas de uno se conviertan en cosa del pueblo. Una vez vinieron unos bolivianos por aquí, y me cantaron un carnavalito popular de Cochabamba. Fíjese usted: era un carnavalito mío, que habían simplificado y hecho anónimo”. Estas palabras se las decía Gustavo “Cuchi” Leguizamón a Marcelo Simón en una entrevista para Folklore, que fue publicada por esa revista en el mes de mayo de 1965. Y brinda los contornos centrales del pensamiento que tenía este músico salteño respecto a la música, a la que vinculaba en forma directa con la vida.
El músico salteño fallecido en 2000 será el centro del espectáculo que se presentará este sábado 6 de abril a las 21 en El Retablo (Moreno 2441). Bajo el título “Por el Cuchi” Luis Córdoba (voz) y Pablo Ayala (guitarra) realizarán un recorrido por las canciones emblemáticas del autor.
ArchivoNacido el 29 de septiembre de 1917 en Salta, Leguizamón fue mucho más que un compositor; fue un “arquitecto” de melodías que, una vez esparcidas por todo el territorio, fueron fundamentales en la construcción de la identidad sonora argentina. Desde joven, Leguizamón formó coros universitarios y compartió su arte en reuniones y peñas. El vínculo que creó con las raíces folklóricas del país estaría presente a lo largo de toda su vida.
Estableció una colaboración fructífera con el poeta Manuel José Castilla, junto a quien vislumbró obras emblemáticas como “La Pomeña” o “Balderrama”, hoy himnos de la música popular argentina. Desde esta perspectiva, la influencia de Leguizamón se extendió más allá de las fronteras argentinas, en la medida en que abarcó una amplia y diversa gama de géneros y estilos musicales. De hecho, sus cerca de 800 composiciones incluyen vidalas, carnavalitos, bagualas y chacareras. Leguizamón las creó inspirado no solamente en el folclore, sino también a partir de la influencia que sobre él ejercieron Bach, Mahler, Ravel, Stravinsky y Beethoven. Pero también figuras contemporáneas de la música brasileña y el jazz: Chico Buarque, Milton Nascimento y Duke Ellington.
ArchivoDe acuerdo al libro “Corazón alegre”, que publicó el Instituto Nacional de la Música (Inamu) dedicado a “Cuchi”, él consideraba que “la gente cree que el folklore es un montón de cosas muertas, pero se olvida que la música es vida. Lo que sucede es que a la gran música nacional debemos alimentarla con una gran música popular”. También decía que “la canción popular es síntesis de emoción y sabiduría, mensaje breve pero jamás de menor calidad o trascendencia frente a las que muchos consideran grandes obras”.
Lo cierto es que las canciones de “Cuchi” siguen presentes en las guitarreadas de cualquier peña o reunión. Más de una vez, el intérprete no sabe quién es el autor, pero es bien consciente de las emociones que resuenan detrás de los acordes. Delfín Leguizamón, en una entrevista a Página 12, afirmó que “el ‘Cuchi’ siempre es un continente a ser explorado, que convoca a los músicos que quieren decir algo. Más allá de toda esta historia, de lo que él hacía con sus grabaciones y demás, es fundamental una cuestión: el eje central de la música del Cuchi es la música. No es la música encasillada ni las ortopedias que validan la forma de la zamba, de la cueca y de la chacarera. Es música, universal”.