El espejo de Beckett: ¿por qué "Esperando a Godot" sigue vigente?
La obra que generó desconcierto en su estreno en París, es uno de los mayores logros teatrales del siglo XX, una aguda mirada sobre la condición humana.
Los actores británicos Patrick Stewart e Ian McKellen en la puesta que se montó en Broadway a partir de la obra de Beckett. Foto: Cort Theatre
“He aquí al hombre íntegro arremetiendo contra su calzado cuando el culpable es el pie”. El 5 de enero de 1953, hace 72 años, se produjo en el Theatre de Babylone de París el estreno “Esperando a Godot” de Samuel Beckett. Había 75 espectadores y casi la mitad no llegó a ver bajar el telón. Sin embargo, los que se quedaron fueron testigos de la primera puesta en escena de una de las obras teatrales más importantes del siglo XX, una aguda reflexión sobre la condición humana.
La versión de Otomar Krejca, de1978. Foto: Fernand Michaud
La puesta propuso una novedad formal, que tal vez fue el que desorientó a muchos de aquellos espectadores. El autor rompió las normas establecidas dentro de las pautas del teatro clásico y, en lugar de una trama lineal y un desenlace claro, presentó a dos personajes, Vladimir y Estragón, que pasan su tiempo esperando a un tal Godot. Esa espera es el eje y simboliza la búsqueda de sentido en un mundo caótico y casi siempre incomprensible.
Patricio Contreras y Pompeyo Audivert en la versión de la obra dirigida por Leonor Manso. Foto: Archivo El Litoral
Desde su estreno, la obra generó diversas reacciones. Primero muchos críticos y espectadores se sintieron desconcertados ante la falta de acción y el diálogo, en apariencia, trivial que mantienen los protagonistas. Un fragmento a modo de ejemplo: “Vladimir: Di: estoy contento. Estragón: Estoy contento. Vladimir: Yo también. Estragón: Yo también. Vladimir: Estamos contentos. Estragón: Estamos contentos. (Silencio). ¿Y qué hacemos ahora que estamos contentos? Vladimir: Esperamos a Godot. Estragón: Es cierto”. Pero más tarde fue reconocida por su profundidad filosófica y su novedosa estructura narrativa.
La obra según el Grupo Mandrágora, en 1995. Foto: Archivo El Litoral
En Argentina, la influencia de Beckett fue notable y multifacética. La obra fue representada en numerosas oportunidades, en distintos contextos culturales y políticos. Ya en 1956, Jorge Petraglia dirigió su versión y 40 años después, Leonor Manso dirigió otra puesta emblemática, con actuaciones de Pompeyo Audivert y Patricio Contreras. Como dato de color: entre las casi ochenta obras que montó el santafesino Alfredo “Pato” Catania, radicado por muchos años en San José de Costa Rica, donde falleció en 2014, figura una versión de “Esperando a Godot”, con un elenco de mujeres.
¿Por qué adquirió relevancia?
La dramaturgia de Beckett logró trascender por su cualidad para desplegar intercambios entre Vladimir y Estragón que son repetitivos y circulares, aludiendo así a la monotonía de la vida cotidiana. Por otro lado, la escenografía minimalista tiene que ver con la soledad y el aislamiento existencial. El personaje de Godot, a su vez, está cargado de simbolismo: puede ser visto como una metáfora de Dios o como una representación de cualquier expectativa propia del ser humano.
Una versión española. Foto: Teatro de Bellas Artes de Madrid
En 1998, “Esperando a Godot” fue elegido como el drama en inglés más importante del siglo XX, en una encuesta realizada por el Real Teatro Nacional de Gran Bretaña. La entidad realizó el relevamiento en base a la opinión de 80 dramaturgos, actores, directores y periodistas. Tras la obra de Beckett se ubican “La muerte de un viajante”, de Arthur Miller, y “Un tranvía llamado deseo”, de Tennessee Williams.
Samuel Beckett. Foto: Archivo El Litoral
Pilar Tardio Abizanda en un artículo publicado por la Sociedad Española de Psicoanálisis señala un aspecto atendible: “es una obra profundamente pesimista. La guerra y la desolación en la Europa de la postguerra debieron impregnar la experiencia vital del autor, que transformó tal vez el desconsuelo melancólico arrasador en creación teatral, dando lugar a un nuevo género ‘el teatro del absurdo’. El existencialismo era en aquél momento un terreno filosófico propicio donde germinó el genio creador de Beckett”.
Al igual que las grandes obras universales, la vigencia de la obra está en su capacidad de adecuarse a las coyunturas. Los dilemas que propuso Beckett en los ‘50 adquieren, en cada época, una urgencia que impresiona.
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