Roberto Schneider
Roberto Schneider
Finalmente pudo estrenarse la Comedia Universitaria de la Universidad Nacional del Litoral. La temerosa pandemia que nos preocupa y nos da tanto miedo ha dado un pequeño respiro y ahora ve la luz un proyecto que oportunamente distinguió un prestigioso jurado. Con las medidas de protocolo vigentes, el Foro Cultural abre sus puertas para que, como en este caso, los espectadores disfrutemos. La obra es “Las hortensias también mueren”, con dramaturgia de Julieta Vigo, Javier Bonatti y Lautaro Ruatta. A la habitual pregunta “de qué se trata” es imposible dar una respuesta. Tal vez habría varias. Habría que decir a cada espectador que esté atento y vaya descubriendo los diversos encajes de una pieza redonda. Y que hay que estar atentos. Es teatro inteligente, para ver y disfrutar.
La obra posee enigmas espléndidos. Dos actores deben estrenar en el festival más grande del mundo “Corte de muñecas”, el texto del autor Felisberto Pompeyo (un homenaje de los varios que hay en su desarrollo) y una circunstancia no deseada como la repentina muerte del director provoca situaciones que incluso resultan delirantes. Es un coctel explosivo del teatro del absurdo con el de la crueldad, con el toque propio de los autores. Porque es también un poema escénico que, bajo apariencias engañosamente ridículas, refleja la desesperación de la humanidad atrapada en sus propias redes de maldad y egoísmo.
Una certeza es signo: no se trata de realismo ni siquiera del falsamente ingenuo. Sí es cierto que “Las hortensias también mueren” es una formidable pieza de mecánica teatral, sin virtuosismos técnicos pero sí la pericia de los dramaturgos que estructuran, con envidiable libertad, una exposición verbal que engendra acciones que, a su vez, engendran más palabras que resultan reveladoras y que adquieren les necesarios tonos poéticos. “Esta es la historia del fracaso de la posteridad… Una historia sobre el amor que pueden sentir los que sobrevivieron, y que testimonian, la sonrisa que no fue y el beso que no alcanzó”, dice uno de los protagonistas de “Corte de muñecas”.
Los autores quieren representar -y vaya que lo logran- al sector en descomposición de la humanidad. En una manzana podrida queda a menudo una parte sana que se puede quitar y hasta comer porque no ha sido atacada por el proceso de putrefacción. La separación es neta: la parte sana es sólida, la parte podrida, en cambio se desprende apenas se la presiona con el dedo. Así hoy, en el mundo, una parte de la humanidad está viva y sana, pero la otra está casi muerta. Pueblos enteros podrían desaparecer sin dejar huella, sólo atentos a demostrar el paralelo entre la vanidad de los fuegos artificiales y de los satélites artificiales. Esta idea (y otras) están expuestas en la obra.
La dirección de Lautaro Ruatta es impecable, minuciosa, con un ritmo sin pausa y una mente que no ha dejado nada librado al azar. Su trabajo es meritorio porque pudo plasmar una puesta en escena rica en potencialidades. Contó para ello con dos actuaciones estupendas: Julieta Vigo y Javier Bonatti. Los gestos ignoran la ampulosidad y se asocian a la cadencia casi como a un culto. Sus voces exploran los matices más desafiantes; resumen pensamientos y sensaciones. Ambos cantan y sinceramente lo hacen de maravillas. Encima, en vivo. A su vez, entienden a la perfección las pautas impuestas desde la dirección.
Merecen destacarse los nombres de quienes asumieron la responsabilidad de una totalidad que nos convoca. Con humor sí, pero para hacernos reflexionar. En asistencia de dirección Ariel Gaspoz; diseño escenográfico Florencia Fierro y Alejandrina Echarte; vestuario y utilería Lucia De Frutos; pelucas Rubí Anderson; maquillaje y utilería Mariana Gerosa; diseño lumínico y operación de luces Diego Julián López; coreografías y aprestamiento corporal Gabriela Lavagnino; entrenamiento vocal Cintia Bertolino; diseño sonoro y composición musical Franco Bongioanni; fotografía Juan Martín Alfieri y Pablo Martínez. Hay otros. Pero un nombre está en el final, expresando el amor. En asistencia espiritual: Verónica Bucci.