Sábado 4.7.2020
/Última actualización 3:54
Cada 15 días, Pepe Cibrián Campoy, brinda una función especial de sus obras leídas. Una experiencia única para disfrutar de otra faceta del gran referente del teatro musical en Argentina. Marica”, “Juana la Loca” y “Drácula” fueron los primeros títulos que leyó el autor y ahora interpretará “El Jorobado de París”, obra que le valió grandes reconocimientos.
“El Jorobado de París habla” es como bautizó Cibrián a la función especial que realizará este viernes a las 21.30. Las entradas tienen un costo de 350 pesos y se pueden adquirir mediante la página de Plateanet. La función se realizará vía streaming en PlateaLive, la plataforma recientemente lanzada por Plateanet.
La obra aborda como tema la libertad del hombre más allá de su belleza exterior. Habla de un ser que siendo marginado por el mundo que lo rodea, encuentra la paz a través del amor más puro, el amor incondicional, aquel que no pide nada a cambio, aún a costa de ofrecer su propia vida. En esta obra hay dos mundos, uno pasional y brutal, desenfrenado ante sus propios y constantes deseos, jugado en el personaje de Claudio Frollo, archidiácono de París y Príncipe de la Iglesia que cae abrumado ante la belleza de la gitana Esmeralda. Otro festivo y no por eso menos comprensivo depositado en Magot y Filipon, Reyes de la Corte de los Milagros, mundo subterráneo y peligroso. Todos son protagonistas, cada uno de ellos define un algo de la obra necesario para el otro.
Sobre todo esto habló Cibrián con El Litoral, como así también sobre su vivencia del momento que vive el teatro.
—¿Cómo nació este está idea de hacer este ciclo de obras leídas?
—Eso surgió por Plateanet, que quisieron hacer (también para salvar su empresa, obviamente) un ciclo de teatro con espectáculos unipersonales con un cobro muy barato. A mí me pareció muy interesante, tengo la ventaja de que toda mi vida lo he hecho: he “vendido” mis obras a través de la lectura todos los personajes. Se las presentaba a los productores, actores, directores, asistentes, escenográfos; les leía todos los personajes.
Es una costumbre: así nació “Marica”, hice todos los personajes como cuando hago una lectura: como hice ahora con “Drácula”, con “Juana la Loca”. Para mí es un placer: un juego artístico, actoral, muy enriquecedor, y lo disfruto muchísimo.
Les propuse eso y les pareció bárbaro: soy yo solo con un texto, no hay derechos que pagar porque es todo mío.
—Justamente las primeras fueron “Marica”, “Juana la Loca” y “Drácula”. ¿Qué repercusión tuvieron?
—Por suerte muy buena. No es la misma repercusión que una función de una obra de teatro, que se supone que es musical; acá hay que entender que la música ya está en el texto. Porque si uno lee “La ópera de dos centavos” de (Berltolt) Brecht y no sale la música lee una obra de teatro; son obras de teatro que además tienen música.
Ha ido bien; no te digo que haya sido una locura, pero ha sido muy digno.
—También es un desafío: son obras que tienen cada una un tono diferente, un formato; obviamente las que son musicales tienen verso; “Marica”, ya era un unipersonal.
—Lo que pasa es que “Marica” era unipersonal porque yo lo hice así, pero tiene cinco personajes, los cuales compuse yo en la obra cuando la hice teatral. En las demás obras es igual: he hecho 20 personajes. Como decía, uno escucha un texto porque la música todavía no está hecha: cuando se la muestro al músico ya la obra está completa, escrita con canciones. No tiene la melodía, pero la canción está escrita, porque los textos tienen música.
—La música intrínseca de las palabras.
—Me has dado con la palabra que estaba buscando hace años, te lo juro, ¿eh? Es la música intrínseca. ¿Y cómo llamarías a la otra música?
—La visible, la escuchable.
—La interna y la visible, la profunda y la evidente.
—Cuando leo los musicales, los poemas, son los mismos textos que canta “Mack the knife” en Bertolt Brecht: lo leés y es un poema. Ahora, después le pone la música Kurt Weill y ya se convierte en un musical. Pero la música es el texto.
—En algún momento de este proceso de lectura, ¿hay comentarios sobre la puesta o la génesis de la obra?
—Sí: mientras leo hago comentario sobre la escenografía, movimientos, cosas que pasan. La gente que me escucha, por lo que me han dicho en 50 años, es como que ven la obra; los actores cuando la escuchan me dicen: “Pepe, ¿por qué no la hacés vos solo?”. De verdad hago un show, literal. Entonces eso genera una fascinación muy grande en la gente que está escuchando.
—Bueno, se dio la oportunidad entonces.
—Esta semana tenemos “El Jorobado”, que obviamente está basada en la novela de Víctor Hugo ¿Por qué pensás que sigue siendo un clásico esta historia?
—Porque es una novela escrita de una manera maravillosa, como escribía él. Porque es un personaje de una humanidad y una verdad tan grande, donde la belleza radica en el interior, para el mundo está en el exterior. Entonces este pobre ser grandioso genera emociones y una identidad desde lo que generan los deseos con la belleza interior de este ser, superior a la otra.
—Aparte están los celos, todos los condimentos.
—¿Qué recuerdos te vienen desde cuando escribiste la obra, el montaje original, y las sucesivas reposiciones?
—Vos pensá que la puesta original de la obra, del año 93, costó dos millones y medio de dólares; obviamente eso es el equivalente de ocho de ahora: no se puede repetir. Entonces se han hecho distintas versiones con distintas puestas, distintos decorados, pero siempre han tenido la magia de la obra. Porque los decorados sirven en la medida en que aporten y no que tapen: si un decorado sirve para tapar las falencias es un mal decorado. En cambio acá no, siempre los decorados que se han hecho, que se han usado, fueron más y más simples que lo que hicimos en el Luna Park, porque fue una inversión de tamaña categoría. Cada puesta tiene su magia muy diferente.
—En realidad un decorado no tapa las falencias sino que las enmarca mejor.
—Claro, exacto. Lo que tiene de bueno esto de las lecturas es que te permiten armar tu propia escenografía, tu propio vestuario, tus propios colores: no está pautado ya por algo que ves.
—Es como la imaginación al poder.
—¿Qué se viene para los próximos encuentros quincenales?
—Después de esto voy a leer una obra que fue la última que hizo mi madre (Ana María Campoy) conmigo, la última de su carrera, que se llama “La importancia de llamarse Wilde”. Después voy a leer “Calígula” y una obra no musical que se llama “Regina”, sobre Regina Pacini. Después “Dorian Gray”. Tengo escritas 56 obras, imaginate si tengo tiempo para leerlas.
—El ciclo podría durar...
—Obviamente todo esto se da en el contexto que estamos viviendo de parate mundial de los escenarios. ¿Qué proyectos tenías?
—Una vez que esto pase, si Dios quiere, voy a hacer un unipersonal acompañado por otro actor (Leandro Gracia) que es Jacinta: un personaje que hago todos los días por Instagram en vivo; es una mucama, una portera bruta y española que la ven miles de personas. Luego de eso tengo para abril un musical que se llama “Infierno blanco”. Eso es lo que tengo planeado por ahora, después todo se cambiará con lo que venga: qué haremos, cómo lo haremos, no se sabe.
—¿Cómo vas llevando el día a día?
—Mal; por momento cuando trabajo, cuando hago las lecturas, cuando tengo audiciones por Zoom, cuando tengo a mis alumnos por Zoom (que por suerte tengo muchos) eso me distrae mucho. Mi parque, mis perros, mi casa. Pero realmente siento que todo va a un vacío; como que todos son los que tenemos son maravillosos, pero que no sabemos a donde van. Eso me genera una profunda angustia, ansiedad.
Todo lo que están haciendo, espero que esté bien hecho, pero la verdad es que es muy duro para la ciudadanía guardar tanta cuarentena. No dudo de que sea coherente, que sea la correcta, pero es muy difícil.