Más de 40 años después, el héroe interpretado por Stallone se mantiene vigente y desembarca en Netflix. Desde la injusticia que sufre en la primera entrega de la saga hasta los desafíos que enfrenta en “Last Blood”, ¿Qué hace a John Rambo tan universal?
John Rambo acompañó la evolución de la vida política norteamericana y sintetizó sus tensiones. Foto: Orion Pictures
“No he venido aquí para salvar a Rambo de ustedes, sino a ustedes de él”. Para medir la penetración en la cultura popular que tuvo la saga de Rambo, basta con evocar uno de los capítulos más logrados de la serie argentina “Los simuladores”. En el capítulo de la primera temporada, titulado “El último héroe”, introduce al personaje de Franco Milazzo, que no solamente es un fan declarado de John Rambo (se lo ve mirando la primera entrega) sino que él mismo sintetiza, en un hábil cruce intertextual realizado por Damián Szifrón, muchas de las características de su ídolo de acción. Es implacable, atormentado, indomable, solitario y resiliente.
Orion Pictures
Este héroe de acción, tal vez el más célebre de los ‘80 junto al coronel James Braddock (Chuck Norris en “Desaparecido en acción), guarda tal vigencia que la plataforma Netflix decidió poner a disposición a partir de este 2 de noviembre de sus usuarios las dos primeras entregas de la saga, en las cuáles se terminó de delinear el perfil de Rambo. La pregunta que sigues ¿Cómo se explica este fenómeno?
Un primer argumento podría ser que este veterano de la Guerra de Vietnam, interpretado por Sylvester Stallone (que, dicho sea de paso, tenía ojo clínico para elegir proyectos destinados a convertirse en taquillazos) sintetiza conflictos que van más allá de las fronteras estadounidenses. Si se toma como referencia a la primera parte de la saga, en la cual Rambo quiere reinsertarse, recuperar una vida normal y es discriminado, casi pueden verse entre los pliegues del personaje a los veteranos de la Guerra de Malvinas. O, en el fondo, cualquiera que haya estado expuesto a situaciones extremas como un conflicto bélico y que, al regresar, comprueba que es incomprendido por la sociedad.
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Solo contra el mundo
Otro aspecto que necesariamente conecta a Rambo con cualquier espectador de todo tiempo y espacio, es su dualidad. Es un luchador consumado. El coronel Trautman lo sintetiza perfectamente: “Ese hombre es excepcional, con armas de fuego, con el cuchillo, con sus propias manos. Un hombre que está entrenado para ignorar el dolor, las condiciones climatológicas, vivir de lo que da la tierra, comer cosas que le darían asco a un animal”.
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Pero, a la vez, es un hombre quebrado. No es, en absoluto, infalible como Arnold Schwarzenegger en “Comando” o “Depredador”, por mencionar ejemplos de la misma época. Comete errores, es impulsivo, sufre por los efectos de sus acciones y reacciona con furia frente a lo que interpreta como actos de injusticia.
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Esa arista de Rambo se vincula con otro de los fundamentos que lo tornan actual: es un hombre que actúa solo contra un sistema que se “vende” como el epítome del progreso pero es, en muchos sentidos, asfixiante. En “Rambo: primera sangre”, donde se lo ve por primera vez, enfrenta la autoridad abusiva del jefe de policía de un pueblo chico, que encarna Brian Dennehy, cargado de prejuicios. En las secuelas, le pone el “pecho a las balas” para salvaguardar la libertad y la justicia. Hoy, cuando la desconfianza hacia las instituciones es creciente, no parece tan desatinada la idea de Rambo de pelear por lo que se considera como justo.
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Un reflejo de la política norteamericana
Es interesante como, a su vez, el ex guerrillero fue evolucionando a lo largo de 40 años a partir de las tendencias políticas dominantes en Estados Unidos. Al principio, representaba a los veteranos traumatizados por Vietnam. Luego pasó a ser un héroe nacionalista, símbolo de la Guerra Fría. Más adelante se oscureció en medio de conflictos más complejos como el de Irak. Ahí ya se lo ve desencantado y crítico con la violencia. En “Last Blood” (2019), aparece como defensor de la "América profunda" en la frontera. Hay ahí un eco del clima antiinmigración. De modo que Rambo expresa todo el arco que va desde Ronald Reagan hasta Donald Trump, con sus idas y vueltas.
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Pero lo maravilloso es que el personaje es un ícono pop y hasta un término de uso corriente en el lenguaje de una generación. Está presente en camisetas, videojuegos y referencias en otros films. Para quienes crecieron con él, es un símbolo de nostalgia. Para los jóvenes, en cambio, es una revisitación a una época más ingenua, en la cual los héroes no necesitaban tecnología, sino determinación.
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