Martes 18.4.2023
/Última actualización 15:28
Entre las postales más célebres (y oscuras) que dejó el cine de ciencia ficción del siglo XX figuran los finales de dos películas protagonizadas por Charlton Heston, cuyos detalles no serán revelados en estas líneas para no spoilear, aunque a estas alturas ya son parte inescindible de la cultura popular y han sido homenajeados y parodiados en múltiples oportunidades.
Foto: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)Una de esas cintas es “El planeta de los simios” (1968), la otra “Soylent Green”, que hoy cumple justamente 50 años desde su presentación en Los Ángeles (Estados Unidos), el 18 de abril de 1973. Si la primera ponía eje durante la mayor parte de su metraje en las tribulaciones del astronauta George Taylor para huir de la inesperada prisión en la que ha ido a parar en su viaje espacial, “Soylent Green” (que en Argentina se conoció bajo el épico título “Cuando el destino nos alcance”) se detenía en la descripción de una tierra del futuro (hoy pasado, ya que está ambientada en 2022) asolada por los desastres climáticos, la falta de alimentos, la sobrepoblación y las enfermedades.
Foto: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)En rigor, el mundo está fuera de campo y los espectadores sólo pueden acceder a una Nueva York sumida en el caos. En este sentido, hay paralelismos con la fundacional “Metrópolis” (1927) de Fritz Lang. En ese mundo donde los recursos vitales son escasos, existe una élite que los controla y de esa forma ejerce el poder en forma sistemática. Precisamente la trama del film (menos densa que la aterradora descripción que propone de ese mundo distópico, donde la lucha por sobrevivir ha extinguido toda posible esperanza de lazo comunitario) se basa en la investigación de un policía (Heston) respecto a la generación de un dudoso alimento sintético.
Foto: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)“Soylent Green” es una reflexión sobre diversas problemáticas que a principios de los 70 estaban a flor de piel, pero sorprende por su abordaje de temas que siguen vigentes. El efecto invernadero está mostrado en su expresión más cruda: en el contexto de la película, las estaciones han dejado de existir y el calor constante refuerza la idea de que se trata de un “infierno”. Sol Roth, el veterano encarnado por el actor Edward G. Robinson, recuerda la nieve como un fenómeno de su juventud, ya extinguido. El hambre está también expuesto como uno de los ejes del film. A tal punto que el consumo de carne es un privilegio hasta para las clases acomodadas.
Foto: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)Otro aspecto turbador de “Soylent Green” tiene que ver con la desaparición o directamente la destrucción de nociones que implicaban puntos de encuentro entre los seres humanos en el mundo previo al desarrollo de los cataclismos. Tal como señala José María Sánchez Galera, “las distopías suelen ser apocalípticas -en un sentido genérico, no literal-, precisamente porque la mayor parte de la humanidad ha perdido la noción de que el ser humano y la naturaleza fueron o pueden ser diferentes. De ahí que un aspecto recurrente sea también la aniquilación, prohibición o extrañamiento de la tradición cultural, sobre todo, de los libros”.
En esa Nueva York de 2022 cuya degradación es imparable, el Estado carece por completo de herramientas soluciones y ofrece cómo réplica una fuerza represiva hacia las masas. Dado que ni siquiera la religión constituye una alternativa posible, hasta la muerte está programada. Aquellos ciudadanos que ya no desean vivir en un mundo desquiciado pueden acceder a una “muerte digna”, con música clásica y realidad virtual. En este sentido, la película sobrevuela temáticas que en las décadas siguientes ocuparían mucho espacio en el debate público.
Medio siglo después de su estreno, “Soylent Green” merece ser revisada. Aunque (como ocurre con “Fahrenheit 451” de François Truffaut) ha sufrido el paso del tiempo, su audacia y su capacidad para conmover todavía funcionan. Y el espeluznante mundo futuro que exhibe la colocan en la mejor tradición del género, junto con “La naranja mecánica”, “Brazil”, “Blade Runner” y la más reciente “Niños del hombre”.