Rosa Gronda
Rosa Gronda
“Y así continuamos despertando a un sol decapitado” (Forrest Gander). El libro de Carlos O. Antognazzi, ilustrado con una fotografía del autor, saturada de colores registrando a las movedizas carpas kua, contiene 9 cuentos diversos y cambiantes como las fases de la luna y sin embargo con constantes, con relaciones articuladas entre ellos y más allá de ellos. El epígrafe del poeta vasco José Fernández de la Sota alerta sobre lo que podemos encontrar: “sombras vanas, vislumbres como mucho, reflejos de espejos en espejos”.
Un malestar generalizado (en un sentido freudiano de cultura vs instinto) atraviesa todos los relatos, con protagonistas que buscan instancias superiores que se van alejando como el horizonte, a medida que avanzan en un proceso claramente degradatorio: físico y sicológico. En su contexto más cercano, ellos descubren la fragilidad del cuerpo que enferma, envejece o se corrompe inexorablemente: “Cul de sac”, “Fases” y “La Obra”. Sin embargo, no se trata de personajes conformistas con su destino sino que se ven superados por situaciones que no pueden manejar.
Otra constante consiste en que la mayoría son exiliados o expulsados: “La Obra”, “Los Tacuara”, “Fases”… y no sólo
textualmente sino simbólicamente. Expulsados de un tiempo pasado que se valora como mejor.
Formatos y algo más
En el procedimiento de la escritura, el primer cuento (que contiene casi todo, siendo el primero) y varios más como: Al calor de la noche y La Obra, adoptan el formato del cuento policial: el raciocinio en la planificación del crimen y el manejo a la perfección del elemento sorpresa, la pista falsa.
Como en sus particulares registros fotográficos, cada cuento de Antognazzi presenta al menos un detalle inasible que podría decirse abstracto pero que está presente. Este detalle suele crecer y volverse dominante (La vida es un carnaval).
Adentro y afuera
La trama de los nueve sustanciosos e incisivos relatos de Carlos Antognazzi permite recorrer continuos entrecruzamientos de sentido entre reflexiones sicológicas, filosóficas, sociológicas, literarias y lingüísticas. En “Los Tacuara” y “Al calor de la noche” se incorpora además un humor tan interesante como corrosivo.
El contenido en general despierta la conciencia de que nada está a salvo y de que, en el mejor de los casos, los protagonistas de adentro y afuera podrían aspirar a la experiencia de la libertad y ¿por qué no? a efímeros momentos de humana felicidad.