Martes 5.10.2021
/Última actualización 16:30
Betina González, autora de “Arte menor”, “Las poseídas” y “América alucinada”, propone en su nueva creación literaria, la novela titulada “Olimpia”, una trama que parte de la experimentación que, en un punto nunca del todo identificado de la geografía Argentina principios del siglo XX, realiza un científico para determinar qué ocurre con un animal si este es criado de la misma forma que un ser humano. A partir de allí, la autora se adentra en interrogantes que tienen que ver con las prácticas científicas de las primeras décadas del siglo pasado, pero también sobre diversas aristas de la condición humana.
En una entrevista concedida a este medio, González señaló que el punto de partida para comenzar a estructurar “Olimpia” se produjo cuando le contaron una historia real ocurrida en la década de 1930 en Estados Unidos, similar a la que terminó usando como eje principal de su novela. “Un experimento científico siempre contiene una historia. Hasta uno hecho con moscas o con arvejas. La curiosidad por probar una teoría es de por sí muy narrativa. Ese es un camino que no me resultaba difícil porque había un recorrido hecho por este científico, que era criar al animal como si fuera humano y los que había pasado en su familia a partir de eso. Todo ese material ya lo tenía. Pero, obviamente, no es lo mismo narrar eso desde la ciencia que en una novela”, explicó.
Gentileza TusquetsDesde el punto de vista de González, crear ficción es una forma de tender puentes. “Yo me estoy basando en algo real, muchas novelas lo hacen. Pero una de las razones por las cuales escribo y leo, es poder cuestionar la realidad, poder pensar: ¿Qué hubiera pasado si?. Lo que me interesó, en este caso, fue traer ese experimento que habían realizado en Estados Unidos a la Argentina. Al hacer ese cambio, la novela empezó a tomar un cuerpo impredecible”, apuntó.
La escritora sostuvo que ese movimiento en la contextualización le permitió a la novela dialogar con la política y la ciencia de Argentina en ese momento histórico, que eran muy distintas a las de ahora. “Dialogar con las preguntas que había en ese momento, que tenían que ver por ejemplo con cierto darwinismo social. Y con la literatura. Escribir te va sorprendiendo por las cosas que podés conectar”, destacó.
En síntesis, lo que logró Betina González en “Olimpia”, al poner la historia en otro contexto, es que ese contexto fuera sumándole a la historia capas de sentido.
Varios de los interrogantes que la autora abre en la novela en relación a la ciencia, hoy se han saldado en una determinada dirección. No obstante, eso no limita la potencia que poseen. “En el caso concreto de este experimento, las preguntas eran si el lenguaje humano se adquiere o es innato y si es más importante el contexto o la herencia. Esas son preguntas de los años ‘20 o ‘30 que la ciencia ya respondió. Pero las preguntas siguen siendo interesantes porque contienen la idea del aprendizaje. ¿Cuánto de lo nuestro es cultura y cuánto natural o animal? Aunque la ciencia haya respondido, a mí lo que me interesa es como el arte y la filosofía tienen otras respuestas y abren paso a otras preguntas”, apuntó.
Desde que inició la escritura de “Olimpia”, la escritora tuvo claro que su vocación no era escribir una novela histórica. “No me interesaba mostrar el contexto, decir quien era el presidente o qué comía la gente. No es una novela realista en ese sentido. Crea su propio verosímil, pero tiene un tono que no es de reconstrucción histórica, sino más de juego. Hay investigación, porque parte del placer de escribir es investigar, enterarse de cosas, como el contexto o teorías científicas. Todo eso muchas veces no aparece en la novela, pero está en el sustrato, en el tono, en los tópicos que están detrás. Claramente no me interesaba una novela histórica y por eso me decidí por una nouvelle, una forma que me gusta mucho donde hay escenas que están como descosidas y que tenés que ir uniendo mientras leés”.