Para un lector desprevenido, este podría ser el punto de partida de una novela de Julio Verne, pero en cambio se trata de hechos reales. El 20 de agosto de 1880, un barco pesquero reacondicionado partió del puerto de Southampton.
La colección El país del Sauce (UNL-UNER) imprimió la primera edición en español de “La expedición del Falcon”, relato del británico Edward F. Knight sobre su viaje a Sudamérica hace un siglo y medio.
Para un lector desprevenido, este podría ser el punto de partida de una novela de Julio Verne, pero en cambio se trata de hechos reales. El 20 de agosto de 1880, un barco pesquero reacondicionado partió del puerto de Southampton.
A bordo, Edward Frederick Knight y su tripulación se preparaban para una travesía: cruzar el Atlántico y adentrarse en el corazón de Sudamérica, navegando por el Río de la Plata y remontando el Paraná y el Paraguay.
Todo un desafío para la época: la navegación de placer era un privilegio de las élites y las travesías transatlánticas estaban reservadas a exploradores oficiales o comerciantes.
Además, Sudamérica era una tierra todavía deslumbrante, un terreno donde la aventura parecía posible, a diferencia de la avejentada Europa.
Knight, un joven abogado en busca de un cambio de vida, se alejaba de los tribunales británicos con la premisa de abrazar la incertidumbre del viaje. Lo acompañaban dos colegas, un exoficial de la Royal Mail y un grumete.
Veinte meses después, la experiencia quedó plasmada en "The Cruise of the Falcon", un relato sobre la navegación fluvial, que se convertiría en un documento con aristas únicas respecto a una región hasta entonces poco explorada por los británicos.
Recientemente, este texto se presentó por primera vez en español, dentro de la colección El país del Sauce (UNL-UNER), con traducción a cargo de Ernesto Inouye y un anexo con documentos, fotografías y mapas.
La lectura del texto traslada directamente al siglo XIX, una era dorada de la literatura de aventuras, marcada por el auge del colonialismo y la fascinación por los territorios desconocidos.
Emilio Salgari retrató un exotismo idealizado. Joseph Conrad, en tanto, desafió esa visión al mostrar las oscuridades del imperialismo europeo. Julio Verne, llevó la aventura a los límites de la imaginación científica.
En "La expedición del Falcon", la aventura es real y despojada de artificios. No hay islas misteriosas ni enemigos mortales. El peligro proviene de la naturaleza misma.
Knight no busca tesoros ni gloria, sino aprendizajes. Un poco a la manera del "Camino a Ithaca" de Constantino Cavafis, quien pedía que el viaje sea largo, “lleno de aventuras, lleno de experiencias”.
El relato de Knight se asemeja más a "Dos años al pie del mástil" de Richard Henry Dana, donde la navegación es una experiencia física y cotidiana, sin tópicos heroicos.
Sin embargo, la historia del Falcon comparte con las novelas de aventuras un aspecto esencial: el viaje como transformación. Knight, al igual que los protagonistas de Conrad, enfrenta sus propias limitaciones y descubre una nueva forma de mirar el mundo.
El Litoral argentino fue descrito por viajeros de diversas épocas. Ulrico Schmidl lo observó con ojos de conquistador, buscando riquezas y rutas estratégicas. Lina Beck-Bernard lo desde una mirada científica, clasificando especies y paisajes.
Eduardo Holmberg lo vinculó con la literatura fantástica, mientras que otros autores lo incorporaron como escenario de sus crónicas sociales y políticas.
Knight, en cambio, lo experimenta con la lógica de un navegante: no le interesa la flora ni la fauna exótica, sino el cauce marrón del río, los vientos que impulsan su velamen, los fondos ocultos que pueden hacer encallar su embarcación.
Como destaca Ernesto Inouye, responsable de la traducción, el paisaje en "La expedición del Falcon" no es visual, sino táctil y dinámico. Se descubre al sondearlo con una vara, al sentir la resistencia del agua en el casco o al leer el viento en las velas.
El viaje del Falcon responde a un momento histórico preciso. En la época victoriana, el progreso tecnológico y el positivismo impulsaron la exploración.
El Imperio Británico promovía el conocimiento del mundo como dominio. Pero Knight no agente del imperialismo; su travesía es privada, sin más propósito que el viaje mismo.
El yachting, antes reservado a la aristocracia, comenzaba a popularizarse entre la clase. La navegación a vela representaba autodisciplina, la autosuficiencia y el carácter. Estos valores estaban en la base del espíritu victoriano: el esfuerzo individual como herramienta de aprendizaje y superación.
La expedición de Knight encarna este ideal. No hay una empresa comercial detrás ni una misión científica. Sino el deseo de conocer el mundo desde la cubierta de un barco y la voluntad de enfrentar sus desafíos.
La edición en español permite redescubrir un gran texto e invita a repensar la aventura, la literatura de viajes y a pensar que siempre quedan cosas por descubrir.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.