Hace años, muchos años que el porteño por nacimiento, correntino de por vida, hace lo mismo. Ensaya el equívoco y la gente se ríe con Eugenio Justiniano Artaza. Otro “Bocanito de Artaza” o, tal vez “Ver a Nito en Casa” está en marcha. Tiene nombre y gacetilla.
“De martes a domingo a las 21.30 en el Teatro Enrique Carreras (Entre Ríos 1824) se puede ver la obra ‘Hermanos en llamas’, producida por Aldo Funes y con las actuaciones de Nito Artaza, Sergio Gonal, Vanina Escudero, Julieta Zara y Flor Marcasoli” .
Que más dice la gacetilla: ”En la obra, Fredy convive feliz con su pareja, hasta que Juan (su hermano) se separa y se muda con ellos porque no tiene otro lugar donde ir. La obsesión de este último por el orden y la limpieza enloquecen a Denise, su cuñada, quien decide contratar a una mucama para demostrarle que no lo necesitan en la casa.
La gacetilla omite que Sergio Gonal no hace un acompañamiento, sino un coprotagónico, pero, en cambio, explica: “Sin consultar a Fredy, Juan arregla un encuentro sexual con una señorita a través de su Only Fans, para celebrar su primer mes de soltería. Justo el mismo día que Ana, su ex mujer, llega para buscar la reconciliación y darle una segunda oportunidad. Pero las cosas se complican para todos y suceden los equívocos, hasta llegar a un final inesperado”.
Barthes y Todorov no deberían aparecer en una crónica, pero Artaza obliga a reflexionar sobre el teatro de verano.
Si Mariano Iúdica en el Teatro Provincial quitaba el relato como parte necesaria de la actuación teatral e imponía la suma apresurada de palabras con poco sentido y dirección, sin terminación de la frase, no ya de los conceptos, ni siquiera de las palabras, en un sin sentido que se correspondía con eso, la mutilación del lenguaje y cuidado, con aplausos y algunas adhesiones en la platea aquí debemos volver al punto de partida.
Teatro. Teatro del absurdo (raro teatro del absurdo, como el de Mariano Iúdica) y teatro de verano, como objeto de estudio.
Teatro de verano... ¿es posible como un subgénero leve y pasajero? La obra que representan Artaza/Gonal parte de una escena, una posición teatral posible, con en el mas llano de los idiomas, el que la platea entiende. Se parte de una circunstancia, un hecho común, y el disparate va ganando el escenario. Ninguno de los dos traiciona el texto (hum... no demasiado como para dislocarlo). Poco a poco la comedia de enredos, también denominada “comedia de puertas” por el entrar y salir sumando equívocos, lleva el disparate, lo inverosímil a un punto cada vez mas alto y aquí es necesario detenerse.
El espectador entiende que nada es cierto, que todo es una broma y se convierte en el cómplice necesario. Una voz, una sola voz que interrumpiese diciendo paren esto estaría traicionando el pacto. Los hay que creen, como los inocentes espectadores de los cómicos de la legua. En algún momento los espectadores somos niños sentados frente a una cabina de titiriteros, tan simples parecemos como espectadores. El modo en que se exprime esa inocencia o ese pacto da la calidad/generosidad del trabajo. También la catadura del profesional.
De los acuerdos básicos de espectador/actor/productor/escenario, donde un “capocómico” se presenta como eje, la obra de Artaza /Gonal es la mas honesta. Es lo que hay y eso se muestra. Hay alegría entre quienes, en una zona de veraneo, sol, playa, distensión, horarios mas flexibles, se levantan cuando se cierra el telón y se encienden las luces.
El tropezón, el tropezón...
Un elemento que no se puede omitir: Artaza es un político radical. Ha sido senador de la Nación. Eso no se olvida. Se porta para siempre. ¿Cómo juega en su vida, en sus actuaciones ése hecho irrenunciable? ¿Cuando habla como una cosa o como la otra?... Es, ésa dualidad, algo posible, verosímil?
Otra cuestión que no se puede omitir: Artaza dirigió a un novel actor en una obra llamada “El consultorio del Doctor Milei”. Fue en el 2018, ése novel actor era Javier Milei ¿Qué se aprende y qué se olvida en el paso de un escenario a otro? Artaza es un caso interesante para conversar este cruce de vidas.
El elemental relato de una obra veraniega, para disipar el paisaje del mar, trae otra reflexión: necesito que participe ¿es posible su lectura de un texto súper clásico sobre la verdad, lo verosímil lo que fue y lo que se cree... “según se cuenta...”.
Texto clásico dice: “Un día, en el siglo V a. C., en Sicilia, dos individuos discuten y se produce un accidente. Al día siguiente aparecen ante las autoridades, que deben decidir cuál de los dos es culpable. Pero, ¿cómo elegir? La disputa no se ha producido ante los ojos de los jueces, quienes no han podido observar y constatar la verdad; los sentidos son impotentes; sólo queda un medio: escuchar los relatos de los querellantes. Con este hecho, la posición de estos últimos se ve modificada; ya no se trata de establecer una verdad (lo que es imposible) sino de aproximársele, de dar la impresión de ella, y esta impresión será tanto más fuerte cuanto más hábil sea el relato...”(“Lo Verosímil”, Tzvetan Todorov).
Esto, que aquí aparece tan teórico y aburrido, es el eje de lo que sucede en el teatro de verano, en el teatro/teatro, en el día por día de la vida real (¿otro teatro?) por lo tanto no parece exagerado plantearse la pregunta: solo se trata de cambiar las herramientas para contar una historia, para establecer un relato. En un teatro. En un púlpito. En una red. En muchas redes. Con diversas herramientas que contribuyen a un solo fin: relato. Juicio. Inocencia y culpas del ayer... acaso del mañana.
Parezco Fito Páez. Yo no buscaba nada y salí, salí del teatro y me puse a pensar... Este Nito, al cabo, obliga a tropezar, desde la liviandad de su obra, obliga a pensar qué queremos creer de cuanto nos cuentan desde todos los escenarios. No le creo mucho, pero mantiene el pacto; no lo dice pero podría decir: déjame seguir con este teatro... que no amenaza ni el fin de la noche ni el mañana.
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