“‘Antígona en el baño’ es una obra de teatro que trata sobre una actriz que sufre un ataque de pánico antes de salir a escena. La obra es una reinterpretación de la tragedia ‘Antígona’ de Sófocles”.
“‘Antígona en el baño’ es una obra de teatro que trata sobre una actriz que sufre un ataque de pánico antes de salir a escena. La obra es una reinterpretación de la tragedia ‘Antígona’ de Sófocles”.
“La obra trata sobre Ignacia (Verónica Llinás), una actriz que se atrinchera en un baño después de un ataque de nervios. Ignacia busca volver a los escenarios interpretando el personaje de Antígona. Para ayudarla, aparecen su representante, Junior y su terapeuta, Blas. La obra expone temas como la soledad, el desgaste físico, la maternidad, la mujer enfrentando el paso de la edad, y el amor”.
“Con el protagonismo de Verónica Llinás y las actuaciones de Darío Lopilato y Héctor Díaz, se realizan las funciones en el escenario del Teatro Roxy (San Luis 1750).
“Ignacia (Llinás) es una estrella de otro tiempo que está a punto de salir a escena después de un largo exilio en la televisión. A la edad y la decadencia del cuerpo se suman otros miedos inconfesables”.
Es posible entender de un modo la obra si se tiene conocimiento elemental de la tragedia griega y de Sófocles, uno de los verdaderos padres de la dramaturgia. Sin ese conocimiento se la entiende de otro modo. El guiño gigante de escribir sobre la tragedia griega y retorcerla hasta la farsa veraniega tiene riesgos. Estos aparecen. Tres niveles de lenguaje y una permanente textualidad que va hasta los personajes de Sófocles y vuelven. En mitad la aceptación de la lengua cotidiana. De un castillo al otro con el riesgo de caer hasta el fondo del valle. Cada tanto sucede y las caídas no ayudan.
Entender es participar de un relato; de gestos, palabras, secuencias que el texto plantea y los actores resuelven.
La obra está escrita (entiendo que participó junto al autor ya que en las gacetillas pro obra se lee: “Los autores de la obra de teatro ‘Antígona en el baño son Verónica Llinás y Facundo Zilberberg. Llinás también se encargó de la dirección de la obra junto a Laura Paredes’) pensando en quien hará el personaje.
Llinás es una actriz que impone presencia en el escenario, no es enjuta ni menuda. Sabe que debe dominarlo (al escenario) antes que este la reduzca. Eso se convierte en un exceso gestual y finalmente conceptual. Al tratarse de una obra que permite agregados circunstanciales y de actualidad en su texto original nada preocupa.
Si el concepto es hacer gestos y gritar parlamentos que hacen reír la obra es perfecta. Por ese camino suele perderse el desarrollo dramático.
En un punto la obra se divide: aceptamos que no es Antígona, que es la vieja actriz que no se resigna. Que hay “chascarrillos”, “morcilleo”, “agregados” para una divertida comida de verano. Punto. En ese instante la obra crece y toma desprevenidos a los espectadores. Aparece Antígona, sobrevuela Creonte y finalmente es Yocasta y es Edipo y el escenario toma otra dimensión.
Llinás se luce en este “segundo tono mayor”. Demuestra que está, que lo posee y después -ay- se deja llevar al pequeño sitio adonde llega Darío Lopilato, más cercano a un cadete de delivery que a un jefe de prensa y Héctor Díaz, más cercano a un autopercibido analista, parte del colectivo militante, que a un personaje destinado a reorganizar la tragedia.
Tal vez se pide demasiado de una comedia veraniega, es que podría ser una dramática vuelta de tuerca de un drama tan clásico que es inmortal. Los elementos están. La idea. Los recortes de los personajes.
Queda la actriz que finalmente nos muestra un “book”, una suerte de “casting” donde dice soy todo esto que soy, cuidado, es eso, justamente eso torna valiosa la hora largamente estirada donde se desarrolla la obra.
La Llinás manda un mensaje: soy una fenomenal actriz. Es cierto y el mensaje llega. Está ahí. Medio metro, tal vez menos, apenas detrás de la escena que se desarrolla. Se la percibe ahí, “re cerquita”.
Será cuestión que un director de actores se siente frente a ella y le diga: ahora hagamos una gran obra para que todo el público vea que es cierto.
No hace falta cambiar el texto, hace falta ese director, que los otros actores toquen en la misma orquesta y no desafinen... y que la actriz, dejando caprichos y prejuicios de lado, haga caso. Sabe y puede.
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