Jueves 30.12.2021
/Última actualización 11:32
Sí bien en este 2021 a diferencia del año pasado hubo distintas instancias de reapertura de los espacios presenciales de la vida cultural (tanto a nivel mundial como nacional y local) lo que sucedió fue un proceso de aceleración de tendencias que ya venían en curso pero que acentuaron su dinámica en estos tiempos.
En el caso de la industria musical quedó marcado un cambio de época: si a principios de siglo, con el advenimiento de la circulación digital de los contenidos, finalizó una etapa que podríamos llamar "la era discográfica" y se entró en un período en el que el eje de la industria pasaba a ser la actividad en vivo de conciertos y festivales, hoy podemos pensar en una nueva era que podríamos denominar "la era del contenido".
El "under" dejó de estar en pequeños locales y lugares de culto para desarrollarse en YouTube y otras plataformas. Cómo paradigma este tiempo podríamos citar la carrera de Billie Eilish, con su concepto de grabar un disco en una habitación y saltar de allí a los grandes festivales (y esto ocurrió en la prepandemia. Vale decir justamente que Eilish fue una de las artistas que se reconvirtió a una fuerte actividad centrada en los streamings, presentaciones televisivas y las sesiones especiales filmadas; actividad que coronó con su especial para Disney + "Happier Than Ever": A love letter to Los Angeles".
Pero sin duda las figuras excluyente de esta tendencia la podemos encontrar en la cantante británica de origen albanokosovar Dua Lipa: su disco "Future Nostalgia" fue (como ella misma lo contó) pensado para ser tocado en vivo y pasado en las discotecas; y se convirtió en la banda de sonido de las cuarentenas de 2020. Lo cual la llevó a convertirse en un artista también de fuerte presencia audiovisual, generando diferentes puestas en escena para streaming ("Studio 2054"), programas televisivos y sesiones especiales, Cómo su exitoso Tiny Desk Concert.
Cuando decimos también que los programas televisivos tiene que ver con esta reconversión estética nos referimos a muchos programas nocturnos estadounidenses como "The Tonight Show Starring Jimmy Fallon", "The Late Show with Stephen Colbert" o el histórico "Saturday Night Live". Es de destacar la presencia de la rosarina Nicki Nicole tanto en el programa de Fallon como en el Tiny Desk de la National Public Radio de Estados Unidos (que tuvo entre sus convocados al dúo sanjuanino de jazz Cande y Paulo); Nathy Peluso, por su parte, estuvo a la distancia en el programa de Colbert.
Gentileza. Scarlet Johansson como Black Widow , en guerra dentro y fuera de la pantalla: fue una de las perjudicadas por el cambio de modelo de negocios en la industria cinematográfica.Scarlet Johansson como "Black Widow", en guerra dentro y fuera de la pantalla: fue una de las perjudicadas por el cambio de modelo de negocios en la industria cinematográfica.Foto: Gentileza.
Pero más allá de los grandes nombres y las grandes marquesinas también fue un período en el que se profundizó esta necesidad de generar contenidos incluso con actividades que son "de nicho" o que permitieron trascender a diferentes artistas más allá de su zona de influencia.
En el primero de los casos, en estas páginas de este diario destacamos en algún momento el auge de youtubers musicales con vocación de crossover: nombramos en esa ocasión a la cantante armenia Arpi Alto; a las pianistas "versionadoras del rock", como la rusa Gamazda (Alexandra Kuznetsova) y la israelí Yuval Salomon; cómo así también a la cellista surcoreana Yoon Kyung Cho, conocida por el seudónimo de su cuenta, CelloDeck. De igual manera podríamos nombrar a las pianistas Lola Astanova y Leezy, que combinan la música clásica y las melodías populares con vestuarios sugestivos como marca estética, algo central en el "brand awarening" dentro de la plataforma audiovisual.
Cuándo nos referíamos a trascender fronteras aludíamos al boom de las sonoridades folclóricas, como el que vivieron grupos tradicionales de Europa del Este: es el caso del grupo ruso Beloe Zlato (afianzado en su formación de cuarteto), sus compatriotas de Otava Yo, o el Trio Mandili, de Georgia; en todos los casos en un rescate de canciones tradicionales algunas muy antiguas y otras pertenecientes a la era soviética. A ellos hay que sumar artistas que combinan modernidad y tradición, como la rusa Diana Ankudínova o el kazajo Dimash Kudaibergen. Por su parte la respuesta estadounidense puede estar considerada en el grupo folk The Petersens (tres hermanas, su hermano varón, su mamá y un solo "extrafamiliar")
Dentro de este repaso de fenómenos que van marcando el cambio de los tiempos no podemos dejar de pensar el replanteo qué ha significado para la industria cinematográfica en crecimiento exponencial de su presencia en plataformas y la mediación de estas últimas en muchos casos, en un tiempo en el que también los grandes estudios han desarrollado sus propios sistemas on demand, plantándole bandera a la hegemonía de Netflix; especialmente en el caso de la hiper desarrollada Disney, que a la par que absorbió a la 20th Century Fox desarrolló no una sino dos plataformas propias: Disney + para los contenidos infantiles y juveniles y Star + para los materiales más adultos entre comillas.
Sí a esto le sumamos algunos convenios como los que firmó HBO con algunos estudios se da una situación en la que muchas películas o se hacen directamente para plataformas o tienen estrenos simultáneos (quizá con un pago puntual o una tarifa premium) en estas mismas plataformas, con lo cual se da una competencia con los cines, a pesar de la reapertura de estos mismos: esto parece que es un fenómeno que viene para quedarse.
Estos movimientos obviamente trajeron y diversas situaciones de conflicto. Por un lado con la estructura tradicional de la distribución: hasta hace unos años Amazon Studios decía que tenía la pretensión de mantener su actividad cinematográfica por los carriles convencionales de la distribución, como fue el caso de las películas de Woody Allen o "Manchester junto al mar"; hoy Amazon Studios está muy cruzado con la actividad de Amazon Prime Video, que era su soporte on demand para series
Otros conflictos se dieron en el terreno de los modelos de negocios: emblemático fue el choque entre Scarlett Johansson y Marvel / Disney por "Black Widow". Lo que sucedió fue que en su momento la actriz había afirmado (como probablemente la mayoría de los grandes nombres que están en la franquicia del Marvel Cinematic Universe) un tramo proporcional de la remuneración basado en la taquilla; al no haber cines abiertos en muchos lugares del mundo y tener la competencia en paralelo del estreno por plataforma, privó a la actriz de percibir esos ingresos. La respuesta de la empresa fue que las circunstancias habían cambiado.
En este sentido pandemia hay que destacar que Marvel está desarrollando varios productos audiovisuales seriados directamente para la plataforma de Disney. descomprimiendo un poco en esto de los ciclos de MCU en tandas de películas.
De las series no hay mucho que decir, porque ya venían transicionando de la televisión abierta al cable y de allí a las plataformas. En este sentido, en abril de 2020 (en plena fase crítica de la pandemia( se emitió el último episodio de "Homeland", probablemente la última serie de culto surgida de la televisión abierta. Otro fin de ciclo: esa serie nació una década atrás con esa característica, en paralelo con "Game of Thrones" (hasta ahora la más importante serie creada por HBO para lo que era originalmente el mercado de televisión paga) y "House of Cards" (la primera serie original de Netflix). Asombra ver cuántas cosas han pasado en los últimos diez años.
Gentileza. Obra de la actriz y fotoperformer santafesina Antonela González, una de los tantos artista que se lanzaron a explorar la potencia del cuerpo escénico mediado por dispositivos.Obra de la actriz y fotoperformer santafesina Antonela González, una de los tantos artista que se lanzaron a explorar la potencia del cuerpo escénico mediado por dispositivos.Foto: Gentileza.
Yendo a la Argentina, la pandemia provocó un fenómeno muy particular: ante el cierre de los cines en 2020 el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) se puso al hombro los estrenos de cine argentino (curiosamente una de las primeras películas que pasó por este proceso fue "Tóxico", que hablaba de una pandemia de insomnio donde los barbijos, el alcohol en gel y el distanciamiento estaban allí, pensados antes, pero Per no dejaba de ser chocante para quienes lo vieron en su momento en pleno pico de la incertidumbre).
El Incaa recurrió a dos herramientas: el canal de cable Cine.ar TV y la plataforma Cine.ar Play (aunque algunas unos materiales hicieron su tránsito por la TV Pública y su plataforma Cont.ar). Esto le dio una potencia de circulación y de difusión por los medios de comunicación a películas cuyo destino era un azaroso recorrido por salas de distintas partes del país, con la única garantía de algunas funciones en el Cine Gaumont de la ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y algunos casos tras la semana de exclusividad gratuita en Cine.ar Play se llegaron a firmar convenios con la plataforma Flow (que las ofrecía con un alquiler de 30, lo mismo que cobra el portal público después de la primera semana.
Lo que pasó con todo esto fue por un lado beneficioso, en esa gran exposición; pero también al poner contacto cierto cine que está previsto para una baja circulación al alcance de mucha más gente se puso en discusión qué productos están financiando el Instituto y cuáles son los criterios, en todo caso; y si el documentalismo argentino no está en promedio por encima de la ficción nacional en términos de calidad (hablando en términos de "cine de autor").
El arte secreto de renovarse
Obviamente las grandes desafiadas por esta nueva era de circulación de los contenidos digitales son las artes escénicas y performáticas, particularmente el teatro y la danza. Esto es debido que su particularidad y su razón de ser en buena medida es la copresencia física del artista y el espectador: lo que Jorge Dubatti gusta en llamar "el convivio".
Lo primero que sucedió fue por un lado una discusión sobre el modo de llevar a cabo estas mismas artes escénicas, que quizá su faceta más comercial (pensemos en el teatro de la calle Corrientes) venía apoyándose en figuras de la televisión y en puestas en escena muy clásicas, muy "a la italiana" que quizás reforzaban ese distanciamiento entre el espectador y el actor, rompiendo con ideas de simultaneidad o experiencia sensorial que vienen desde por lo menos los años 60 (pero con una historia anterior que corresponde a los grandes reformadores del teatro como Stanislawski, Copeau, Meyerhold, Brecht, o, más acá, Grotowski, Barba y Mnoushkine.
En este contexto se sumaron a la discusión diferentes artistas formados directa o indirectamente en la tradición de la antropología teatral (disciplina fundada por Eugenio Barba y Nicola Savarese, con fuerza allá en los años 80). Algunos fueron abriendo su curiosidad y su paleta expresiva hacia la dilatación de la presencia del intérprete mediada por dispositivos. Estás búsquedas se están dando a través de diferentes iniciativas como es el caso de 1001 Fires, la convocatoria pluralista que gestaron Marije Nie y Adriana La Selva. Pero también sin ir más lejos podemos encontrar esfuerzos semejantes en Santa Fe, a través de la trascendencia del trabajo de la fotoperformer Antonela González, reconocido en diversas publicaciones y muestras internacionales.
De este modo se abren dos caminos de investigación experimentación que darán mucho para trabajar en los próximos años: tanto quienes exploraron las formas mediadas e híbridas de su presencia como intérpretes, como quiénes ahondan en la potencia específica, física e inmersiva de la experiencia escénica presencial.
Como decíamos al principio: este "año largo" que nos ha dado la pandemia es un tiempo de aceleración de procesos que nos llevará tiempo decodificar. Lo único seguro es que los creadores sabrán hacer cosas interesantes en ese tránsito, convirtiendo la crisis en oportunidad.