El personaje creado por Ian Fleming fue protagonista de 25 películas a lo largo de casi 60 años. Tuvo el rostro de actores de la categoría de Sean Connery, Roger Moore y Pierce Brosnan. En 2006 tomó la posta Daniel Craig, quien está al frente de la nueva aventura del agente 007, “Sin tiempo para morir” que se estrena el jueves 30 de septiembre.
Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Universal Pictures El actor Daniel Craig es el que tiene a su cargo el personaje del 007 en Sin tiempo para morir .
Cuando elaboró su lista de los cincuenta héroes más famosos de la historia del cine, el American Film Institute la encabezó con Atticus Finch, el abogado interpretado por Gregory Peck en “Matar a un ruiseñor”. Muy cerca, en el segundo puesto colocó a Indiana Jones. Y en el tercer puesto al espía más popular de todos los tiempos: James Bond, que el próximo jueves 30 de septiembre estará por vigésimo quinta vez en la pantalla grande, cuando se produzca el estreno de “Sin tiempo para morir”. Es que el agente al servicio de su Majestad, que quedó inmortalizado gracias al número 007, la licencia para matar, la pasión por el vodka con martini “agitado no revuelto”, la buena comida, las mujeres atractivas, los autos de lujo, los artilugios tecnológicos, los paisajes exóticos y la lucha con villanos que quieren dominar al mundo, en una actitud tantas veces parodiada, se ha convertido en un ícono del cine comercial del último medio siglo.
Aunque, en rigor, el personaje nació en los ‘50 de la pluma del escritor Ian Fleming, se puede situar el origen del mito “Bond” en 1962, cuando Sean Connery aceptó hacerse cargo del personaje en “Dr. No” por un cachet de 17.000 dólares. Esta primera adaptación al cine, dirigida por Terence Young, sentó las pautas del universo que rodeará (con varios matices) al personaje y fue el punto de partida para una de las sagas más duraderas de la historia. Es que Bond emergió en el contexto del polarizado mundo de la Guerra Fría pero desde el primer momento lo trascendió gracias a la confianza de los productores en las reglas de esa especie de mundo paralelo y glamoroso, que poco o nada tiene que ver con el más realista y frío mundo de espías serios recreado por autores como John Le Carré. En otros términos, nadie más ajeno al hedonista Bond que el retraído George Smiley.
Connery se quedó con el personaje durante toda la década de 1960. “De Rusia con amor” (1963), “Operación Trueno” (1965) y “Sólo se vive dos veces” (1967) y “Los diamantes son eternos” (1971) terminaron de redondear el trabajo del británico que, para muchos, fue el Bond más logrado de todos. En toda esta etapa, “Goldfinger” (1964) es la que mejor sintetiza la estética de las películas de Bond. Tanto el villano Auric Goldfinger (un contrabandista de oro) como su plan de colocar un artefacto atómico en Fort Knox para inutilizar el metal precioso contenido allí y revalorizar el suyo tienen una impronta estrechamente vinculada al cómic. En 1969, el actor australiano George Lazenby tuvo un efímero paso por el universo Bond en “Al servicio secreto de su Majestad”, donde enfrenta a Blofeld (Telly Savalas).
Moore y después
En 1973 Roger Moore se hizo cargo del 007 en “Vivir y dejar morir”, que tuvo entre sus atractivos principales la canción de Paul McCartney, nominada al Oscar. Moore, hasta entonces conocido por su interpretación de Simon Templar en la serie televisiva “El Santo”, le imprimió más glamour que sus antecesores, pero el personaje perdió algo del aplomo que le había otorgado Connery. Moore tenía un aire demasiado aristocrático para un personaje muchas veces obligado a ponerse en la mira de los asesinos y bajar al barro de la acción. Sin embargo, nadie le puede negar el atractivo british que fue capaz de introducir en las siete entregas en las cuales participó, entre 1973 y 1985, con un breve regreso de Connery en 1983 en “Nunca digas nunca jamás”.
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En 1987, Moore ya tenía 60 años, demasiados para el personaje. De modo que le llegó la chance a Timothy Dalton, quien lo mantuvo a flote en “Su nombre es peligro” y “Licencia para matar”. El mérito principal de este actor, curtido en el repertorio shakespeariano, fue otorgarle un tono oscuro y mundano al espía, más afín a la versión original que Fleming construyó en sus novelas. De alguna manera, Dalton fue la “bisagra” que dejó algunas pautas a los que llegaron después para que, sin romper los lazos con la tradición, pudieran buscar nuevas aristas.
Adaptarse a los cambios
Tras una pausa de media década, en 1995 hubo un relanzamiento de la saga con “Goldeneye”, que colocó a Pierce Brosnan en la piel del agente británico. La película, vibrante y con secuencias llenas de acción, recupera el espíritu de los films sesentosos de la saga, como “Sólo se vive dos veces” y “Operación Trueno”: hay villanos detrás de un arma espacial ultrasecreta que emite pulsos nucleares que inutilizan cualquier equipo electrónico y Bond debe detenerlos. Brosnan vistió con el traje de Bond hasta 2002 y se despidió a lo grande en “Otro día para morir”, cuyo villano ha desarrollado un satélite que le permite dirigir la luz solar a su antojo y se alía con Corea del Norte para poner en vilo la estabilidad mundial.
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Llegó entonces el turno del que, hasta ahora, porta la licencia para matar. Daniel Craig se sumó a la franquicia en 2006 con “Casino Royale”. Y, en línea con lo que había propuesto Dalton veinte años antes, probó con humanizar y complejizar al agente, algo que le dio buenos resultados. A diferencia de los refinados y cínicos Connery y Moore, Craig sufre, sangra y se desilusiona. Se equivoca, se enoja, duda. Pero no por eso abandona la prestancia. Al respecto, la saga está en orden.
Las chicas Bond
Las distintas actrices que, a lo largo de 60 años, participaron en los films protagonizados por el espía inauguraron y consolidaron una categoría muy específica: la de “chica Bond”, tan conocida en el mundo del cine como la de “chica Almodóvar” o “rubia Hitchcock”. Con algunas características en común pero con particularidades propias respecto a cada tiempo y lugar. Algunas veces las “chicas Bond” son aliadas al espía, en otros casos lo enfrentan, pero en casi todos los casos cumplen un rol significativo en el desarrollo de la trama.
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La que inauguró el mito fue Ursula Andress, con su bikini blanco, en “Dr. No”. Las más representativas que la siguieron son Daniela Bianchi, Honor Blackman, Barbara Bach, Kim Basinger, Grace Jones, Tanya Roberts, Maryam d'Abo, Sophie Marceau, Denise Richards, Halle Berry, Eva Green y Olga Kurylenko. Desde los ‘60 hasta la actualidad, el contexto se modificó sustancialmente respecto al rol de la mujer, por lo cual como señaló Britt Ekland (coprotagonista de Roger Moore en “El hombre del revólver de oro”) las chicas Bond ya no existen, tal y como se las concibió hasta hace veinte años.
Los villanos
La otra categoría fundamental en el universo Bond, es el antagonista. Para poder estar a la altura de la saga, el villano debe estar perfectamente delineado, para justificar las expectativas ante el enfrentamiento final. Son, en general, seres sombríos, de gran agudeza, con planes delirantes para concretar venganzas, conquistar espacios de poder, obtener fortunas o directamente dominar el mundo.
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Desde el satánico Dr. No, encarnado por Joseph Wiseman hasta Franz Oberhauser, al que le pone el cuerpo Christoph Waltz en “Spectre”, fueron varios los villanos contra los que debió luchar el agente 007. El más emblemático es Ernst Stavro Blofeld, líder de la organización Spectre, interpretado en diversas entregas de la saga por actores como Donald Pleasence, Telly Savalas y Charles Gray. Pero hay otros que ocupan un lugar privilegiado en la memoria cinéfila como Auric Goldfinger (Gert Fröbe); Donald “Red” Grant (Robert Shaw); Francisco Scaramanga (Christopher Lee); Le Chiffre (Mads Mikkelsen) y Raoul Silva (Javier Bardem).
Una vida perdurable
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¿Cómo logró James Bond, un agente en medio de las tensiones del siglo XX, ganarle la partida al paso del tiempo y seguir atrapando al público en una época de tantas turbulencias? Principalmente por la capacidad de reinvención permanente de productores, directores, guionistas y actores, que posibilitaron ese pasaje sin padecer traumatismos. Al punto que en las últimas entregas Sam Mendes tuvo la capacidad de retornar a los orígenes de la franquicia sin desembocar en anacronismos. Sin embargo, lo que mejor explica que el personaje se mantenga en pie es el exotismo. Que logró que todos los que alguna vez vieron sus películas hayan querido tomarse un vodka con martini, agitado no revuelto”, manejar un Aston Martin, o simplemente mirarse al espejo y jugar a decir “Bond, James Bond”.