Martes 23.3.2021
/Última actualización 14:36
El sábado 27, desde las 20, Marilina Bertoldi se presentará en El Óvalo en La Rural (Bv. Pellegrini 3300). Luego de agotar las localidades de sus cuatro shows en Capital Federal, la cantautora vuelve a la ruta para despedir en vivo junto a su banda su disco “Prender un fuego”.
Las entradas se pueden adquirir a través del sistema Ticketway.com.ar y sus puntos de venta (Credifé Santa Fe, Esperanza y Rafaela; Nexon Centro, Aristóbulo del Valle, Blas Parera, Santo Tomé y Paraná).
Antes del regreso, El Litoral conversó con la sunchalense para conocer más sobre su presente y sus perspectivas hacia adelante.
-Si bien en los meses de aislamiento fuiste buscando las posibilidades de seguir activa, como fue el caso de la Sesión Saldías; ahora podés volver a girar. ¿Cómo vivís esta reapertura?
-No estaba muy convencida: hay algo de que la gente esté en burbujas que no me cerraba mucho, la verdad; tampoco el tema de la nueva modalidad de la compra de las entradas, que son de a muchas. Me parecía muy complicado, que volvía también mucho más difíciles a las fechas, siendo que ya están mucho más altos los costos. Me parecía un limitante que no permitía que “valga la pena” como antes, buscando algo que se parezca a lo anterior.
Pero después empecé a hacer las primeras fechas de prueba en Capital, y más allá de que no es lo mismo, definitivamente tiene algo súper hermoso que es volver a ver a un artista y volver a ver a un público, después de tantos meses de nada que se le asemeje. Entonces es “una luz al final de un túnel” (risas) muy monótono y aburrido en el que veníamos. Ahí es donde me mandé y dije “vamos a hacer una gira por el interior”, ahora creo que es el mejor momento para hacerlo.
-¿Cómo pasaste ese túnel oscuro?
-Bien y mal. En general mi conclusión es positiva, le saqué mucho jugo a eso. Que frene todo el mundo como pasó al principio fue una sensación que me dio mucha calma inicialmente; un poco de miedo, obviamente, por el futuro y porque no se entendía cuánto iba a durar.
A medida que fue avanzando, y que se notaba que esto iba a durar bastante más fue un trabajo personal sobre la ansiedad. Creo que no se puede vencer jamás a la ansiedad, pero podés empezar a identificarla cuando se está apoderando de tus decisiones, de tu día. Ese fue mi mayor logro: “Estoy empezando a tener ansiedad, ¿qué hago al respecto? No voy a dejar que me domine, voy a tratar de controlarla; hoy me está resultando incontrolable, o le encontré la vuelta”.
Eso fue durante toda mi vida algo muy condicionante en mis días, que no me daba cuenta que lo tenía tan presente. Eso me da mucha más salud mental, y ni hablar física; me permitió enfocarme mucho más, por lo cual terminé utilizando mi tiempo y toda mi energía y mi catarsis en componer un disco, el cual tengo casi terminado.
-“La lucha es de igual a igual contra uno mismo, y eso es ganar”, dice Adrián Abonizio en “El témpano”.
-Estás girando en formato banda ¿Quiénes te están acompañando?
-Vamos a ir con un formato chico, sin los coros ni la percusión. Vamos con las dos violas, Hernán Rúpolo y Joaquín Muriel, que es santafesino (de Rafaela); con Rocío Alí en bajo y Martina Fontana en batería. Somos una banda de cinco, que está buenísima, es una mixtura muy linda, gente muy tranca. Venimos sonando cada vez mejor: creo que cuando estemos allá vamos a estar en nuestro mejor momento, “punto caramelo”.
-Quizás el momento más fuerte de esos meses fue el especial para KEXP, la emisora pública multiplataforma de Seattle (Washington, Estados Unidos), que grabaste en la Cúpula del Centro Cultural Kirchner. ¿Qué significó como oportunidad para llevar tu música más allá de nuestras fronteras, en un año en el que no se podía viajar?
-Fue tremendo que me contacten por eso. A mí me encanta, además, es un lugar donde siempre veo artistas; es una curaduría en la cual confiás: puede ser más o menos de tu estilo, pero está siempre en un nivel que es súper aceptable y súper escuchable. Y que de repente te convoque son esas pequeñas cosas que te ponen muy feliz.
Obviamente me quedo con las ganas: mi sueño era ir con la banda; porque me ves en un formato más tranca, en ese plan en el cual lo hice, y siento que no estoy reflejada al 100 %. Soy más una artista de rock, y ahí no se logra percibir. Aun así siento que pude darle un giro y hacer algo especial, que vale la pena verlo.
No me pasaron tantas cosas en esta cuarentena, me guardé bastante, así que estuve muy feliz que las pocas cosas que hice tengan tanto sentido y valor.
-Estás despidiendo “Prender un fuego”, que te trajo muchas satisfacciones, como ser la primera mujer en ganar un Gardel de Oro en 19 años (segunda en la historia), y estar nominada a los Latin Grammy, entre otros reconocimientos. Seguramente no imaginabas durante el proceso de gestación todo lo que vendría.
-La verdad que no. Además, más allá de que grabamos las baterías en Unísono (que fue un golazo), todo el resto fue hecho en mi casa: fueron meses de estar encerrados trabajando con Brian Taylor sobre las maquetas que había hecho, agarrando temas que tenía y componiendo otros cuando se nos murió una computadora con todas las cosas que habíamos hecho: llegamos a perder todo el disco y compuse todo un disco nuevo después, porque me cansé.
Para colmo es un disco que si te fijás tampoco le di tanta bola en el sentido marketinero: tuvo un solo video, lo puse afuera y salí a tocar. No me puse esa velocidad que tiene todo ahora; esa ambición que es lo más común: “Saco un tema, saquémosle jugo, que lo escuche todo el mundo”. Esto fue más como: “Acá está, tengo esto para decir, lo hice con mis amigos, y me representa”. No sé cuántas veces un disco hecho de esa manera tan artesanal ganó un Gardel de Oro, desde low cost, low fi. Fueron un montón de sorpresas, y lo despido con mucho cariño.
-Billie Eilish ganó grabando en la casa, pero después.
-La vimos antes (risas). Hay muchos discos hechos así, pero ahí tenés otro caso: se ve que es la que va, la que te hace sentir más cómodo. En los estudios a veces te sentís como en un quirófano. Es raro encontrar ese estudio que te hace grabar de una manera que te gusta cómo queda, con esa naturalidad que a veces necesitás que suceda.
-También recibiste el Diploma de Honor de la Legislatura santafesina y la ciudadanía ilustre de Sunchales, por expresar un mensaje transformador y ser una referencia para muchas chicas, no solo a nivel artístico. ¿Pesa un poco esa responsabilidad? A veces te la ponen otros: nadie se postula para “referente”.
-Claro (risas). No soy muy consciente, no me lo creo, no vivo en esa realidad. Aun así, la parte de mí que es consciente de que hay personas que me están observando y que esperan cosas de mí, trata de estar a la altura de todo lo que estoy encarando. Por eso trato de ser esa persona informada que habla desde ese lugar inclusivo que le exige después al ambiente que lo sea también.
Eso es lo que más me preocupa, estar constantemente informándome y tratando de cuidar mi vocabulario, qué estoy, diciendo, por qué lo digo. Me informo a partir de un montón de gente que me inspira y me motiva a ver más.
Después en el resto siento todo lo contrario: que soy una artista que nunca está 100 % en el radar. Me suceden y hago cosas que rompen, que generan debates, pero después no estoy bajo los reflectores. Tengo una carrera muy hermosa, un público muy grande, pero aun así el tamaño de artista que tengo es muy particular: siento que no comparto eso con nadie. Trato de disfrutar ese lugar a partir de los beneficios que me da: desde el anonimato en muchos sentidos, y cuando me reconocen un cariño muy cálido y no tan desaforado. Estoy en un lindo lugar: los pies sobre la tierra los tengo, porque si estuviese en otro lado, re mil creída, sería completamente irreal.
Me gusta la vida del día a día, de las pequeñas cosas: me hace sentir bien, ahí es donde vivo, y creo que mientras me mantenga ahí voy a poder ser un buen ejemplo para cualquiera.
-De hecho en tus comentarios de redes sociales son en sentido contrario, como “bajándote el precio”, corriéndote del lugar de lo esperado de “la famosa”.
-Sí, es que me caen mal los “famosos”, no me gustaría ser “famosa” (risas). No me gusta esa palabra, me parece que es muy aburrida. Por eso me gusta correrme de ese lugar, no quiero ser esa persona; soy en todo caso “conocida” por un grupo de gente, por cosas que hice bien y les gustaron. Y hay gente que no me quiere, toda la vida lo tuve súper presente, pero ya no me mueve nada.
-“Famoso” es como “referente” o “mediático”, son adjetivos que se convierten en sustantivos y parece alguna gente trabaja de eso.
-Como ahora “influencer” y todo este nuevo rubro.
-Por ahí es importante primero ser artista y desde ahí influenciar o referenciar.
-La característica más importante de un artista es ser un ser humano. Eso no hay que olvidarlo, porque se endiosa mucho al artista, y el arte es subjetivo. Yo puedo creerme la mejor artista del mundo, y a vos no te gusta el arte que hago, entonces lo que termino siendo es una persona abstraída de la realidad, que se pone por encima de los otros.
Mis artistas favoritos han sido siempre los más humanos. Fiona Apple por ejemplo: la admiro porque veo la coherencia que tuvo en toda su carrera. Una persona que en el pico de su carrera dijo “esto no me está gustando; la fama es una porquería, una gran mentira, tengo que negociar con todos” (en esa época). Y la última noticia que tuvimos, además de su último disco, es que canceló una gira porque uno de sus compañeros, un perro que tenía hace mil años, se estaba por morir; dijo: “Bueno, quiero estar con él”. Me pareció algo rarísimo de escuchar, y es lo que espero de alguien que me está cantando sobre eso.
Si no siempre es lo mismo: hacer canciones sobre tus sentimientos y tu sensibilidad. Después voy a los hechos y tus redes sociales son iguales al resto del mundo, o hacés las mismas cosas para promocionar tus canciones. Estás dentro de esa maquinaria que está picando carne.
-El disco que estás haciendo va a ser el quinto solista, compuesto en pandemia. ¿Cómo fue ese proceso de escribirlo, y qué pensás que lo distingue de “Prender un fuego” o “Sexo con modelos”, por nombrar los dos anteriores?
-Más allá de que soy una persona involucrada en los discos, este está 100 % producido por mí, además de 100 % compuesto y arreglado por mí. Eso es algo distinto para aportar: siempre quise hacerlo y me puse un montón de trabas personales, por no confiar en mí. Que es lo que me dio “Prender un fuego”: veníamos trabajando en un disco, perdimos todo; dije “voy a componer esto”, compuse las nuevas canciones, “es esto lo que vamos a hacer”. Pero ya habíamos hecho todo un camino.
Necesitaba componer de cero un disco que sabía que iba a producir enteramente yo. Me encanta la idea de poder producirme, siento nadie en toda mi carrera entendió lo que quería hacer más que yo misma, pasa que nunca tuve esa confianza como para decir “es así como se va a hacer”. Siempre necesité la excusa de tener alguien al lado, y dentro de la parte humilde aprender de alguien.
De entrada compuse un disco que sabía que podía producir, ya lo encaré así: no era “acá veremos”, era “lo resuelvo”. Además todo el mundo dice que hago rock y no lo hago intencionalmente, me está saliendo sin querer. Quiero hacer otra cosa, más experimental. Entonces dije “voy a hacer un disco de rock, con consciencia”. Así que este es mi primer disco de rock conscientemente hecho, como diciendo: “Les voy a dar un disco del rock que me gusta a mí”; y paso por un montón de tipos de rock que me gustan (todos unidos, no es que me voy para lados completamente opuestos) y los encaré con todo: escuchando los discos que me gustan, entendiendo esas producciones y encarándolas ya de lleno con ese gen.
Para mí va a merecer estar entre los mejores discos del rock: no te digo entre los cinco mejores (risas), pero estoy trabajando día a día trabajando en eso, y estoy muy feliz. Es un disco que yo escucharía. Viene un poco a decir: “El rock no se murió, solamente cambiamos los que llevamos la bandera; somos distintos, el público se tiene que adaptar también a eso”. Pero para eso necesitaba darle al público de rock una lavada de cara: “Esta es mi propuesta”. Es como me currículum: “Le propongo esto a la empresa, estos son mis pros y mis contras, contrátenme”. Después de esto dejo de hacer rock, definitivamente (risas).
-Ahora lo estoy mezclando, y estoy presente en todo momento, junto a las mismas personas con las que estuve grabando, un equipo muy chico que armé. No tengo fecha de cuándo va a salir, creo que a mitad de año.
-A los 32 años ya tenés una carrera de por lo menos 17, de Parabellum para acá: es casi mayor de edad. ¿Sentís que llegaste a algún tipo de síntesis de tu identidad artística, o eso está siempre en movimiento?
-Las dos cosas. Creo que no deja de ser una síntesis de algo, el final de un camino en el que estaba buscando mi identidad y mi sonido dentro del género dentro del cual crecí. Era esto lo que buscaba: siento que este disco siempre me va a gustar, a diferencia de otros a los que quiero, los aprecio, pero no los escucho, porque les falta todo lo que tiene este.
A la vez todo el tiempo me estoy moviendo, cambio mucho disco a disco. Incluso tengo un poco compuesto lo que vendrá; ya sé que no voy a seguir haciendo temas como estos. Pero necesitaba también darme ese gusto. Me dicen que estoy haciéndome un nombre en el nombre, “la jefa del rock”, pero siento que no di lo mejor de mí dentro del rock, porque estaba pendiente de otras cosas. Necesito poder patear la pelota sabiendo en qué momento del partido estamos. Para mí este es el mejor disco, pero también es el final de una etapa: ahora sí me voy a meter en lo experimental, que es lo naturalmente siempre quiero hacer.
-¿En qué momento del partido estamos?
-Creo que ya venía ganando el partido, ahora metí un golazo increíble, con técnica, sólo porque me doy cuenta de que estoy tranquila (risas). Lo que se viene es un festejo en las duchas, y nos vamos a ir de joda después. Basta de preocupaciones, ahora quiero hacer música desde otro lado. Tiene que ver con el tipo de persona que soy, que nuca pude bajar la guardia, relajarme, hasta este momento de mi vida.