“En su primera incursión en un unipersonal, Luciano Castro estará en esta temporada de verano en Mar del Plata, haciendo ‘CAER (y levantarse)’ con dirección de Mey Scápola” (Eso dice el diario local: La Capital).
“En su primera incursión en un unipersonal, Luciano Castro estará en esta temporada de verano en Mar del Plata, haciendo ‘CAER (y levantarse)’ con dirección de Mey Scápola” (Eso dice el diario local: La Capital).
Quien vaya a esta obra (un “unipersonal” con ayudas técnicas que redondean el trabajo) tendrá un problema, uno solo: no encontrará al galancito, al galán de los bíceps y calzoncillos bóxer floreados, tampoco al actor con clichés de suspiros y sonrisas.
Esta vez no habrá gato por liebre sino que, al revés, entregará una comida, una ejemplar comida que sorprende a quienes buscaban al galán y emociona a quienes simplemente fueron al teatro.
Un escenario vacío y a piso, las 60 butacas del “contacto directo”, y a contar una historia. El resto es cuanto sucede en esos 50 minutos de sorpresa, de una parte, como de verdadero recogimiento por la otra: la santa misa del teatro, las dos partes, “te cuento y créeme” rehabilitan a un esquema elemental del hombre: su lenguaje total. Parecía perdido, tiene poco uso, aquí está recuperado y en funciones.
La voz, los gestos, el cuerpo a favor de una historia, de un relato, de eso: “te cuento y créeme”, que nunca es imposición sino convencimiento. El teatro no es niñas semidesnudas a grito pelado como si se incendiase el rancho. Tampoco es un panfleto para leer con los militantes sentados esperando el final para gritar viva... viva. No es eso, no es solamente eso.
El teatro es las dos carátulas clásicas, de risa y llanto, y de como la pócima funciona. Aquí funciona.
Con la ayuda de los colegas del Diario La Capital los detalles técnicos necesarios que se detallan. Leemos y seguimos.
“La historia, escrita por Patricio Abadi y Nacho Ciatti es de un boxeador argentino detenido en una penitenciaría de la Costa atlántica. En la noche previa a recibir su sentencia, de manera confesional, Junior abrirá su corazón frente a los espectadores compartiendo los claro-oscuros de su vida”.
En base a una idea original de Castro y Scápola, cuenta con escenografía de Gonzalo Córdoba Estévez; iluminación de Matías Sendón; música y diseño sonoro de Nicolás Bari y Matías Niebur; fotografía de Alejandra López; realización escenográfica de Juan Manuel Aristegui y Grisel Nardi; asistencia de dirección y producción de Nacho Ciatti; y participaciones especiales de Osvaldo Príncipi y Rodolfo Barili”. Eso dice La Capital. Se agradece el trabajo ahorrado.
El “espacio Chauvin”, con las propuestas “Muerde” con Luciano Cáceres y “Vincent, el loco rojo”, con Joaquín Berthold había realizado eso, dos de las ofertas claramente teatrales del 2023/24, a tal punto que Cáceres recorrió el país y está nuevamente este verano en Mar del Plata con ésa obra, del mismo corte que esta. Actor, texto, a contar y convencer y listo. Para el 2024/ 25 la oferta es Luciano Castro.
Menciono a las dos anteriores porque su texto era impecable y, si bien el monologo permite lo absolutamente autobiográfico, había más solidez conceptual en “Muerde”. No había fisuras. Ni siquiera referencias a contemporaneidad alguna. En este caso el texto refiere a una época concreta y eso pone (en el texto) escollos. El actor debe mencionar, lo necesita pero puede discutirse, debe mencionar a personas que son no sólo de su entorno real, sino de la vida activa de Argentina. Los autores necesitaron esa muleta para narrar. Castro la supera y esto es un elogio doble: actúa e impide que se desvíe el centro del personaje: su vida. Es su mérito. Un mínimo guiño sobre la actualidad y desaparecía el personaje que Castro crea y aparecería la actualidad y el galán y patapúfete, todo al traste.
Aquí quisiera detenerme. Sobre este tema un punto que considero básico, que es visible y se insiste, es el eje de este comentario: van a “Chauvin” muchachas entusiasmadas con un actor consagrado, claro, pero con un actor que además trae el reflejo condicionado del suspiro de la platea, joven platea y eso, finalmente, es una semilla para el teatro en serio, que eso trae Castro y es el residuo esperanzador. El teatro existe.
Fueron a ver un galán de los suspiros y se encontraron con otra cosa. Texto, actor, milagro de la actuación -que siempre es única, no es cine, no es foto, no es IA. no es serie de TV, es ficción por un humano en estado puro- y la constancia: sucedió. Bien. Muy bien.
Fueron a suspirar, terminaron con más emociones en el pecho y pongamos... algunas bellas memorias activadas. Castro lo hizo. Destaco de ese residual su honesta confesión en el agradecimiento: “nunca actué con el público así, tan cerca; este es el mejor trabajo que he hecho en mi vida”. Se autodefinió actor y eso ya es inatajable.
Para la vida misma de las bellas artes: “fueron”, fueron al teatro. En ese tiempo verbal, “los que fueron”, se encierra la semilla del volverán.
Cada tanto la vida diaria da revanchas hacia el porvenir: Luciano Castro recibido de actor es una. A los que fueron por gato y comieron liebre... bienvenidos... y buen provecho.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.