Molière: el genio que usó la sátira para desmantelar las mentiras del mundo
En sus obras, la hipocresía y las contradicciones humanas fueron puestas al descubierto con humor. Cuatro siglos después, sus miradas sobre la religión, la clase social y el amor siguen siendo tan relevantes como en el siglo XVII.
“Louis XIV y Molière”, pintura de Jean-Léon Gérôme. Foto: Converse Memorial Library
“Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto, y de verdad que lo hace bien”. Este hilarante epitafio fue escrito por el propio Jean-Baptiste Poquelin mientras transitaba sus últimas horas de vida, tras una representación de su obra titulada “El enfermo imaginario”. La frase pone de relieve el lugar central que ocupaba el teatro en la vida de este dramaturgo: hasta su propia muerte estuvo regida por los dictados de ese momento vivo y decisivo que es la escena. El “convivio” entre el público y los actores, diría Jorge Dubatti. Cuentan que ese último protagónico lo hizo cansado y enfermo, dejando este mundo casi de la misma manera en que vivió: consagrado al artificio.
"El enfermo imaginario", a cargo del Taller de Teatro de la Universidad Católica de Santa Fe, año 2003. Foto: Archivo
Jean-Baptiste Poquelin, cuyo nombre artístico Molière es el que le otorgó la fama, nació el 15 de enero de 1622. Si bien algunos biógrafos sugieren que nació antes y que su bautismo ocurrió ese mismo día, esa es la fecha oficial en que se conmemora su natalicio. Molière se consagró como uno de los dramaturgos más influyentes de la literatura universal, recordado por sus agudas críticas sociales: dardos precisos y venenosos que apuntaron a los hombres y mujeres de su tiempo, pero que, como las mejores obras de Shakespeare, pueden ser reinterpretados a la luz de las nuevas coyunturas.
Vasta producción
A lo largo de su vida, Molière escribió más de 30 obras que sirvieron para cuestionar las normas sociales y religiosas del siglo XVII. Títulos como “Tartufo”, “Don Juan”, “El misántropo”, “El avaro” y “Las preciosas ridículas” son clásicos del teatro francés, cuyas temáticas trascienden las fronteras del tiempo y del espacio. La capacidad de Molière para combinar humor y crítica social genera un vínculo inmediato con el público, que se siente identificado con las criaturas que atraviesan el escenario. Sus obras son un espejo que refleja las hipocresías y contradicciones de la sociedad, colocándolas fuera del tiempo. En una época en la que las redes sociales visibilizan comportamientos similares a los que él criticaba, sus textos cobran nueva vida.
"La muerte de Molière" de Pierre-Antoine-Augustin Vafflard (1806). Foto: Archivo
Por ejemplo, “Tartufo” es una feroz crítica a la hipocresía religiosa. “El misántropo” explora el desencanto social a través de Alceste, un personaje que desprecia la falsedad que lo rodea. “El burgués gentilhombre” satiriza la pretensión de la burguesía de imitar los modos de la nobleza, mientras que en “Las preciosas ridículas” caricaturiza a las mujeres que buscan aparentar una sofisticación que no poseen. La actualidad de estas temáticas explica por qué el interés por Molière sigue vivo en los escenarios del mundo.
"El enfermo imaginario", según alumnos de tres escuelas santafesinas, año 2011. Foto: Archivo
En un artículo publicado por Junior Report en La Vanguardia, se afirma que “su extensa obra retrata la sociedad francesa a partir de comedias costumbristas, que describen con ironía la vida cotidiana del momento. Más allá del argumento, las obras de Molière se basan en situaciones del día a día y personajes ordinarios (de clase alta o baja) que conseguían conectar fácilmente con el espectador. Los personajes exagerados y excéntricos, además de ser cómicos, permitían denunciar los defectos o malas costumbres de la sociedad de la época”.
Influencia que se mantiene
La influencia de Molière en el teatro contemporáneo es innegable. La Comédie-Française, fundada en 1680 (pocos años después de la muerte del dramaturgo) por orden del rey Luis XIV, mantiene vivo su legado y sigue siendo un referente mundial. Su impacto no se limita al teatro: autores como Tennessee Williams y Harold Pinter han valorado la importancia de Molière en sus propias obras. La combinación de humor y tragedia que el dramaturgo perfeccionó ha inspirado a generaciones enteras de escritores.
Natalia Isla y Pablo Arrieta en una versión de "Tartufo", año 2004. Foto: Archivo
J. M. Sadurní, en el artículo “Molière, partidarios y detractores del gran dramaturgo francés”, publicado por National Geographic, describe que “como su vida, la muerte de Molière fue también teatral. Aunque probablemente no vistiera de verde, color asociado a la mala suerte en Francia, sino de amaranto, Molière sufrió una hemorragia provocada por la tuberculosis mientras interpretaba 'El enfermo imaginario', lo que le provocó la muerte poco después. Aunque también se ha especulado con la posibilidad de que fuese envenenado, debido a la cantidad de enemigos que tenía”.
Molière en el papel de César en "La muerte de Pompeyo", por Nicolas Mignard. Foto: Archivo
En 2019, Google dedicó un doodle a Molière para conmemorar el estreno de su última obra, “El enfermo imaginario”. Pero su verdadero homenaje está en la vigencia de sus textos, que continúan siendo elegidos por grupos teatrales de todo el mundo para sus puestas en escena. Cuatro siglos después de su nacimiento, Molière es un referente indiscutido del teatro universal. Alguien que entendió que la crítica social y el humor son esenciales para entender las contradicciones humanas.
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