Télam / Redacción de El Litoral
El cineasta, guionista y docente, creador de filmes como “Hombre mirando al sudeste” y “No te mueras sin decirme adónde vas”, tenía 71 años. Trabajaba en una nueva película, cuyo título tentativo era “Corte final”.
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A los 71 y en vísperas de su cumpleaños -el 27- murió el director cinematográfico Eliseo Subiela, autor de obras emblemáticas como “Hombre mirando al sudeste”, “El lado oscuro del corazón” y “No te mueras sin decirme adónde vas”, entre muchas otras que supieron tener el aplauso tanto de la crítica como del público, incluso un par de plagios de la industria de Hollywood. Entrenado en el mundo del cine publicitario de la década del ’60, supo aportar títulos que sorprendieron por su audacia y su forma de abrevar en la observación del amor, la pasión y la vida.
En 1963, Subiela dirigió su primer cortometraje, “Un largo silencio”, un documental acerca del Hospital Neuropsiquiátrico Borda, con las voces de María Vaner y Lautaro, y dos años después “Sobre todas estas estrellas”, protagonizado por la entonces juvenil Nené Morales.
A finales de la década del ’60, y ya avanzada la Revolución Argentina, Subiela fue parte del grupo de diez cineastas que dirigieron “Argentina Mayo de 1969: Los caminos de la liberación”, entre ellos Solanas, Nemesio Juárez y los desaparecidos Enrique Juárez y Jorge Cedrón.
Habría de pasar una década para su debut en el largometraje, que fue con la discreta, pero muy prolija, “La conquista del Paraíso”, rodada en Misiones. Tras ese propuesta que cosechó algunos elogios pero poco público, Subiela se dedicó a preparar su segunda, y esta vez sí, gran apuesta fuera de los cánones habituales de producción, que resultó “Hombre mirando al sudeste”, en 1986, la historia de un misterioso interno que un día aparece en el hospital Borda y asegura ser un extraterrestre con curiosos poderes.
El relato, que tuvo como figuras centrales al también artista plástico Hugo Soto y a Lorenzo Quinteros, como el psiquiatra al que le toca este paciente y termina revolucionado por él, sorprendió a todos por igual y dio a Subiela la categoría de gran descubrimiento, autor de una ficción fantástica que no sólo mereció el premio mayor en La Habana, sino la envidia de Hollywood. A tal punto fue la atracción de esta historia -que mucho asociaron a la de un ex combatiente de la guerra por Malvinas- que Hollywood tentó a Subiela a irse allí a seguir su carrera, propuesta que el director rechazó con una memorable carta-solicitada en la que no compartía la idea de renunciar a su identidad y a un futuro con su familia en la costa californiana. Subiela no aceptó dirigir allí una nueva versión de “Hombre...” y en Hollywood, expeditivos, se la plagiaron no una sino dos veces: la primera fue “Mr. Jones”, de 1993 y con Richard Gere, donde el guión de Eli Roth olió, y mucho, a primer plagio, con el sexo del psiquiatra cambiado por el de una mujer -obvio para un inevitable romance-, interpretada por Lena Olin. El segundo fue “K-Pax”, en 2001, de Iain Softley, con Kevin Spacey y Jeff Bridges, en los papeles de Soto y Quinteros, que fue por más y terminó siendo de hecho una copia al carbón y esto llevó a Subiela a enjuiciar a la producción del filme a la distancia que, finalmente, habría llegado a un arreglo con el argentino y resarcirlo, al menos económicamente.
Tras “Hombre..” Subiela abordó “Últimas imágenes del naufragio” (1989), “El lado oscuro del corazón” (1992), “No te mueras sin decirme adónde vas” (1995), cuando ya enfrentó sus primeros síntomas de una afección cardíaca, que en varias ocasiones lo pusieron entre la espada y la pared, “Despabílate amor” (1996), que rozó lo retro y “Pequeños milagros” (1997).
La experimentación volvió con “Las aventuras de dios” (2000), y con un hombre y una mujer atrapados en un viejo hotel de la década del ’30, y en plena crisis de 2001, que lo azotó personalmente con el “corralito”, salió nuevamente a la carga con una fallida segunda entrega de “El lado oscuro del corazón”, con casting argentino-español.
Poesía del alma
En 2009 presentó “Rehén de ilusiones” y tres años más tarde su última obra, “Paisajes devorados”, un falso documental sobre tres noveles directores que quieren retratar a un cineasta interno del Borda, interpretado por el verdadero Fernando Birri. El ganador del Cóndor de Plata a mejor director en tres oportunidades, estaba preparando un nuevo largometraje, “Corte final”, con Miguel Ángel Solá y Selva Alemán, según había anticipado un homenaje al cine al que él mismo amó con pasión toda su vida. Amores imposibles, utopías, riesgo estético, audacia para encarar temas muy vinculados con la vida y la muerte, poesía, a veces propia, otras tomadas de Oliverio Girondo, como “Espantapájaros” o “Interlunios”; de Mario Benedetti, como “Rostro de vos” y “Corazón coraza”, y de Juan Gelman, como “Poco se sabe” y “Sefiní”, en “El lado oscuro del corazón”, que lo marcaron a fuego. Con la partida de Subiela queda el recuerdo de una obra importante para el momento en el que le tocó surgir, primero con absoluta rebeldía, pero en especial la madurez que permitió descubrir era posible romper esquemas y lo hizo en la vuelta a la democracia todavía fresca, con rigor, con su gran metáfora acerca de la locura y, como si fueses poco, con la poesía del alma.