"La naranja mecánica": cumple 50 años el film que imaginó un futuro ultraviolento
Lo dirigió Stanley Kubrick, quien se basó en la novela homónima de Anthony Burgess. Se estrenó en Nueva York el 19 de diciembre de 1971. Es un cuestionamiento al avance del Estado sobre las libertades individuales. Que, a la vez, generó potentes íconos visuales y polémica por la crudeza de su contenido. Hoy se la considera una obra de culto.
Warner Bros., Hawk Films Aunque el algunos aspectos quedó desfasada, la obra de Kubrick mantiene intacto su arrollador mensaje sobre los claroscuros de la condición humana.
“La bondad es algo que uno elige. Cuando un hombre no puede elegir, deja de ser hombre”. Pasaron 50 años desde el día en que se estrenó, el 19 de diciembre de 1971, pero su mensaje medular no perdió un ápice de potencia. “La naranja mecánica”, bajo su velo distópico de ultraviolencia, drogas, sexo, música de Beethoven y seres alienados, esconde una reflexión profunda respecto a la composición de la naturaleza humana, sobre todo por la ambiguedad de su escena final. Alex, el carismático protagonista, recupera su humanidad cuando puede volver a tomar sus propias decisiones. Pero no aprendió nada en el camino y vuelve a elegir el camino de la maldad que lo llevó hasta una situación terminal. Es que allí radica su esencia.
Habían pasado menos de tres años desde el estreno de “2001, Odisea del Espacio” cuando Stanley Kubrick buscó sustento, igual que en la mayor parte de su carrera, en una obra literaria para formular su próximo proyecto. Eligió una breve pero compleja novela de Anthony Burgess titulada “La naranja mecánica”. Publicada en 1962, narraba las andanzas de un joven pandillero (Alex DeLarge) en una violenta Londres futurista (según los parámetros de principios de los 70’). Tras perpetrar todo tipo de crímenes, termina en la cárcel, donde es sometido a un tratamiento conductista (cuyos impulsores llaman Ludovico) que impulsa el gobierno con la intención de pulverizar la inclinación de los maleantes hacia la violencia. Irónicamente, cuando retorna a la sociedad con sus instintos criminales apagados, se convierte en un paria, degradado por sus antiguos compañeros que se han convertido en agentes policiales. Hasta que finalmente recobra sus facultades y, en otra vuelta de tuerca que refuerza el mensaje corrosivo, se decanta otra vez por el mal.
Warner Bros., Hawk Films D.R
Foto: Warner Bros., Hawk Films
De culto
Vista con la perspectiva del medio siglo transcurrido, la violencia explícita de “La naranja mecánica” no parece tan extrema. Es que en más de un sentido, en este siglo XXI indolente y pesimista en el que las utopías agonizan o ya han muerto, la realidad parece haber superado la ficción. Sin embargo, en su momento, Kubrick fue duramente cuestionado por lo que se consideró un exceso, a tal punto que en muchos países directamente no se estrenó. Y en Inglaterra, el propio director decidió retirar la película de las pantallas británicas. El motivo fue que comenzaron a producirse crímenes con inquietantes similitudes a los de la película, en la cual Alex ejerce sus terribles actos mientras tararea “Cantando bajo la lluvia”. En Argentina, el gobierno militar de Alejandro Lanusse la prohibió y recién se estrenó comercialmente en julio de 1985, un año y medio después del retorno de la democracia.
Warner Bros., Hawk Films D.R
Foto: Warner Bros., Hawk Films
Más allá de la coyuntura, la supervivencia del film y su jerarquía de culto obedece a un conjunto de variables. Analiza temas trascendentes como la libertad individual, el rol del Estado y la naturaleza de la crueldad sin tomar partido. Demuestra la capacidad de Kubrick para explotar la expresividad de la cámara, ostensible en todo momento, desde el maravilloso zoom-out que abre la película hasta los travellings que siguen a los pandilleros mientras ejercen sus fechorías. Al tiempo que introduce una serie de alicientes complementarios, como la música de Beethoven (Alex escucha, extasiado, el segundo movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven para cerrar una noche de excesos), la particular vestimenta que se volvió icónica (influyó hasta en Los Simpsons, que rinden homenaje al film cuando Bart se caracteriza como Alex) y el nadsat, la jerga juvenil inventada Burgess que toma elementos del idioma ruso y de la lengua gitana para mezclarla con el inglés.
Inoxidable
En 1996, muchos críticos vieron en “Traispotting” adaptación de Danny Boyle de la novela de Irvine Welsh, una especie de “Naranja mecánica” de los ‘90. Estaban presentes las reflexiones sobre la violencia, las drogas y el libre albedrío, pero, en perspectiva, la obra de Kubrick había sido más osada. En la Inglaterra de mediados de los ‘90 eran muchos menos los condicionamientos que un cuarto de siglo antes para experimentar desde la pantalla.
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Foto: Warner Bros., Hawk Films
La obra de Kubrick se debe tanto a su tiempo que es irrepetible. Como señaló el actor Malcolm McDowell, que hace 50 años encarnó a Alex Delarge, en una entrevista concedida al periodista Gregorio Belinchón para El País de España: “en estos tiempos tan pro-Trump y de fake news, en los que se humilla y se miente tan fácilmente, en los que aún existe un machismo brutal, y en los que a las víctimas de acoso sexual se las vilipendia, no creo que muchos se atrevieran a producir una reflexión tan inteligente sobre el libre albedrío y la violencia institucional”.