En la novela “La niña de sus ojos”, el escritor y periodista Vicente Muleiro se centra en la relación del líder político con la joven Nelly Haydeé Rivas un año antes de su derrocamiento. Y recupera desde la ficción la supuesta historia del loro que entretenía al general con su canto de la marcha peronista y terminó fusilado después de la Revolución Libertadora.
Archivo El Litoral Juan Domingo Perón en la década del ?50 con Nelly Haydeé Rivas, de 14 años. La relación entre ambos forma parte de la novela de Muleiro.
Volver los ojos hacia el pasado puede ser un camino útil para tratar de descifrar los embrollos del presente. En algún punto, desde los terrenos de la literatura, Vicente Muleiro intenta algo así. Es que en su última novela, “La niña de sus ojos”, el escritor, dramaturgo y periodista porteño mezcla realidad y ficción para trasladar a los lectores a la Argentina de mediados de la década de 1950, en la última etapa del gobierno peronista. Con ese telón de fondo, describe la relación entre Juan Domingo Perón, presidente en ese entonces, y la adolescente Nelly Haydeé Rivas, que escandalizó a la sociedad de su tiempo.
Además de evocar imágenes que quedaron prendidas con firmes alfileres en el imaginario colectivo (los paseos del general en la Siambretta color crema y sus días en el Palacio Unzué, demolido tras la Revolución Libertadora) Muleiro conecta los hechos con la anécdota de un loro que sabía cantar la marcha peronista. Al parecer, entretenía a Perón en su residencia y terminó atrapado en el Gran Buenos Aires y fusilado en una comisaría. Muleiro, también autor de “Sangre en el viento”, “Los monstruos”, “El maratonista”, “¡Oh, juguemos con Gloria Morín!” y “Bicherío fundamental”, dialogó con este medio respecto a las ideas y búsquedas que derivaron en “La niña de sus ojos”.
Gentileza del autor Vicente Muleiro.
Vicente Muleiro. Foto: Gentileza del autor
-¿Qué lo decidió a volver los ojos sobre una serie de hechos que ocurrieron hace casi 70 años y cómo pesa en la construcción de un texto el hecho de que estén tan grabados en la memoria colectiva?
-No partió de la historia de Nelly sino de la anécdota del loro, que me causó mucha gracia y me llamó mucho la atención. Me la contó un amigo periodista que trabajó en el diario Crítica. Ese fue el disparador. Obviamente después, averiguando sobre la época para encuadrar el contexto, me encontré con la historia de Nelly a la cual le ví varios condimentos. Mientras escribía pensaba en algo que ahora me corroboran los lectores y es el odio que generó el antiperonismo. Ese odio casi metafísico, que cuesta tanto explicar. Un odio que persiste y en este sentido se puede hacer un puente con la actualidad.
Puente
-Da la sensación de que esa relación que mantuvo Perón con Nelly fue como una especie de punto de quiebre en la evolución del antiperonismo. Es como si a partir de allí se hubiera profundizado.
-El punto fundamental en esa historia es que la Libertadora, pese a tener todo el aparato del Estado investigando a Perón y acusándolo públicamente de muchas cosas relacionadas con la corrupción, no conseguía elementos para montar una causa. No lo encontraban por el lado económico y patrimonial. Y este caso estaba servido, porque si conseguían la acusación de estupro podrían librar la captura internacional, que era lo que les interesaba. Además de poner todo el aparato de difusión al servicio de hacer de Perón un monstruo. En esto también hay un puente con la actualidad.
Gentileza del autor
Foto: Gentileza del autor
Zonas de vacilación
-Hay varios libros testimoniales focalizados en la relación entre Perón y Nelly. ¿Qué lo llevó a buscar en el terreno de la ficción?
-En este caso no quise hacer una investigación para escribir un libro de testimonios periodísticos. Porque ya en esos términos está contado hasta por el propio abogado de Nelly. Y figura en las biografías, que son muchas y de distinto tono. Las hay empáticas, neutrales y casi insultantes. Pero la novela siempre permite decir otras cosas. Además la historia me pareció carne de novela. Muy interesante para intentar un relato. Por eso fui respetuoso en ciertas cosas como las fechas y los lugares. Después se disparó la imaginación para contar cosas relacionadas con la intimidad. La otra historia que cruza la novela, que es la del loro apresado por cantar la marcha peronista, puede ser tomada como vacilante respecto a su certeza. Pero esas zonas de vacilación son muy interesantes para cualquier novelista. En ese sentido, no me propuse escribir lo que se llama una novela histórica. Primero porque no creo que exista tal categoría. Y segundo porque no me interesaba algo así como un testimonio fehaciente. Sino decir cosas que por ahí a uno se le escapan y que terminan teniendo otro significado.
Fuera de su época
-Perón fue construido en varias novelas y por varios autores como un personaje literario, a partir de distintos momentos de su vida. Se podría decir que hay muchos Perón, de acuerdo a la perspectiva. En tu libro lo introducís en la etapa en que tuvo a su joven amante y al loro que cantaba la marcha peronista. ¿Cómo fue el proceso para construir, literariamente, a ese Perón?
-El costado que más me interesó en esta historia es un Perón desmarcado de la moral media y de la moral burguesa. Él no tiene una conformación moral que tenga que ver con sus camaradas de armas, inclusive con la moral de la clase media del país. Eso es algo absolutamente personal y singular en los hombres de poder. Porque él no tuvo esa formación, venía de una familia bastante irregular. Había sido hijo natural, sus padres se casaron después de tenerlo, la relación entre ellos no era precisamente modélica. Su madre se casó a los 60 años con un arriero de 44. Hay un contexto por el cual Perón quedó bastante desmarcado respecto a su época y a la moral institucional, tanto de las religiones como del ámbito que más lo formó que fue el Ejército.
Archivo El Litoral
Foto: Archivo El Litoral
Potencial para la ficción
-Hay cosas que aparecen en la novela que son reales pero que podrían haber sido ficción. Los paseos en la Siambretta color crema que escandalizaron, la destrucción del Palacio Unzué. Son fragmentos de la historia que desde lo literario tienen mucho potencial.
-Me atrajo enormemente eso. Por un lado la existencia de ese palacio en el lugar donde hoy está la Biblioteca Nacional. Eso me pareció sumamente interesante, esbozado en la realidad pero andado en la ficción. Y ese paseo que nombrás, me parece una cosa extraordinaria en cuanto a lo político, en cuanto a la mostración de una imagen pública y en cuanto a la transgresión. Es un paseo que tiene condimentos lúdicos y a la vez industrialistas. Porque a él lo estaban atacando precisamente con el tema de las chicas en la Quinta de Olivos. Estaban esmerilando su figura más allá de lo conveniente, incluso había gente de su entorno que le recomendaba que frenara un poco con eso, porque se decían cosas terribles. Y a pesar de todo Perón hace ese paseo, complementado con la idea de mostrar las motonetas que se empezaban a fabricar en la Argentina. Hace ese carnaval, avinagra a los opositores haciendo algo divertido y a la vez productivo, porque estaba haciendo propaganda de una industria naciente. Eso tiene un valor y un poder que no se debe escapar para una ficción.
-Es interesante, porque al mismo tiempo es una figura que se utilizó mucho para cuestionar a Perón.
-Por supuesto. Porque era una imagen especialmente odiada, sobre todo por los radicales. Un presidente de la Nación viudo hacía no mucho tiempo, con gorra, paseando con chicas sonrientes. Es una imagen anticonvencional que tiene distintas utilizaciones. De todos modos, creo que es tarde para atacar al peronismo a través de la figura de Perón.