Lunes 25.10.2021
/Última actualización 13:14
Tres relatos breves atraviesan las páginas de “Nada es para siempre”, el nuevo libro de Mónica Müller: “Una mamá pájara”, “La rodilla que habló” y “Dice mi amiga mientras fuma”. En el primero, una mujer sigue la teoría de Konrad Lorenz de que los pájaros adoptan como madre lo primero que ven cuando salen del huevo y se lleva a vivir a su casa a un pájaro que se ha caído del nido. En el segundo, la protagonista se ve obligada a llevar adelante una odisea médica para curar una rodilla enferma, hasta que descubre lo que escondía ese dolor. En el tercero, una mujer se separa bruscamente del marido que le ha confesado que tiene una amante y su amiga hace una pormenorizada crónica de sus tribulaciones.
Respecto al proceso que derivó en la publicación, la escritora y médica que publicó también el volúmen de relatos “Secuelas”, el ensayo de divulgación médica “Pandemia, virus y miedo”, “Sana Sana. La industria de la enfermedad” y la novela Mi papá alemán” contó en una entrevista que los textos incluidos en “Nada es para siempre”, algunos de ellos con componentes fuertemente autobiográficos, fueron escritos en diferentes momentos, no pensados en principio como un bloque temático.
“Cuando terminé el tercero, durante la pandemia, no sé por qué, tomé los tres relatos juntos y se los envié a Paula Pérez Alonso, que fue mi editora cuando escribí ‘Mi papá alemán’. Se los mandé sobre todo por esta cosa que tenemos los escritores de no poder ver objetivamente lo que hicimos. Ella me dijo que los tres relatos tenían un hilo en común que los enhebraba. Me preguntó si lo había percibido y yo le contesté que era que los tres estaban escritos como folletines, divididos por semana. Entonces Paula me dijo: ‘No puedo creer que digas eso. Pensálo’. Entonces me di cuenta de que eran tres despedidas, tres finales de relación. Los tres relatos hablan sobre el final, sobre el hecho de que el amor no dura, de que nada es para siempre”, rememoró.
Gentileza Planeta-Los personajes y las situaciones que atraviesan los relatos (la relación entre esta señora de Recoleta con Chipi, la odisea de esa otra señora para curar su rodilla enferma y la mujer que hace esa crónica pormenorizada de la separación conyugal de su amiga están descritas con lujo de detalle y rigor conceptual. ¿Considerás que influyó en este sentido tu profesión de médica?
-Es probable. No lo había pensado realmente. Pero yo, como médica y también como persona soy muy ordenada. Aunque no soy obsesivamente ordenada, tengo un orden para lo que tengo que hacer. Estoy concentrada cada momento y me molesta la gente que dilapida su día. Siento que hay que aprovechar cada minuto de la vida, porque sé que nada es para siempre. Cómo médica tengo mucha conciencia de eso. Entonces el orden y ser meticulosa, me ayuda a no perder tiempo y a aprovechar cada minuto de mi vida. No siendo obsesiva, ordenando cosas que no me interesan. Pero sí organizando mi cabeza, mi agenda. Pienso que eso puede ser una derivación de mi actividad como médica, porque también con mis pacientes soy meticulosa. También es real que me atraen mucho los escritores que escriben en esa forma meticulosa, que se enfocan en las pequeñas cosas.
-Los relatos, más allá de su constitución basada en los vínculos y su condición de efímeros, tiene múltiples referencias a problemáticas muy actuales, que están en el centro de la escena y en plena redefinición, como el rol de la mujer en la sociedad, la diversidad de género, y la deshumanización de la salud. ¿Qué devolución tuviste al respecto por parte de los lectores?
-Curiosamente, no he recibido ningún cuestionamiento, aunque pensé que lo iba a recibir. Tal vez los reciba más adelante. De todas maneras, el libro no es tan políticamente incorrecto como para que alguien reaccione diciendo: “-Esto es una barbaridad”. Amigas mías lesbianas, otras trans y amigos gays lo han leído y se han muerto de risa. Parece muy divertida la visión no solemne de toda esta cuestión nueva de género, que es fascinante. Que el mundo pueda dejar de ser binario. Hace muchísimos años vengo diciendo que el tema de la sexualidad y el género representan un arco iris. Lo descubrí hace treinta años, cuando un amigo me llevó a un bar donde iban gays y lesbianas, que estaba medio oculto y se llamaba “Confusión”. Yo iba con tacos altos y como cuando los uso mido como un metro noventa, muchos creían que yo era una mujer trans. Ahí me di cuenta que hay una gran gama entre el blanco y el negro y todos estamos en los grises. Me parece que esta época es maravillosa por eso y que, como todas las cosas importantes, no hay que hablarlas con solemnidad. La solemnidad me pareció siempre muy sospechosa.
-En muchos casos aparecen descritas situaciones que son bastante extremas (cuando contás sobre esa pareja de extranjeros que observa la “madre pájara” en plena calle, cuando describís la experiencia de la protagonista del segundo cuento con el acupuntor coreano o algunas observaciones irónicas de la mujer recién divorciada en “Dice mi amiga mientras fuma”) y sin embargo el lector puede acceder al costado humorístico de las mismas ¿Eso fue un efecto buscado?
-Soy así. Mis libros de divulgación médica tienen mucho humor. La gente que los lee me dice que le encantan por lo fácil que son de leer, lejos de la solemnidad y de lo pesado. Me gusta la gente que escribe con humor y que tiene humor. En los momentos más espantosos no pierdo el humor. Le veo el lado cómico. Siempre fui así, es parte de mi personalidad. Disfruto de todo, hasta del desastre. Mi estilo para escribir se corresponde con mi forma de ser, no es a propósito. No podría escribir en forma solemne.