Enrique Butti
La editorial santafesina Palabrava acaba de publicar “Buenavista, Capital del Sexo”, una serie de cuentos del prestigioso escritor correntino José Gabriel Ceballos, autor de una vasta obra premiada en todo el mundo.
Enrique Butti
“Buenavista, Capital del Sexo” es el nombre del libro de cuentos del escritor José Gabriel Ceballos que salió a la luz hace pocos días con el sello de Editorial Palabrava. Aquí una charla con el autor, que nos introduce en sus textos, personajes y conflictos.
-Buenavista es el lugar mítico en el que se sitúan muchas de tus ficciones. Y como todos los grandes lugares míticos de la literatura (de “La Ciudad de Dios” a las de Faulkner, Onetti y García Márquez) son perfecta y constatablemente reales.
-Hace ya bastante tiempo que me dicen que Buenavista está inspirada en Alvear, el pueblo donde nací y donde vivo, y es posible que así sea, pero está lejos de ser un retrato de una realidad cualquiera. O por lo menos, yo lo siento como un invento literario. Tanto que cuando la fui creando tenía miedo de pegarme con alguno de esos pueblos míticos que mencionás, en especial Macondo, que estaba muy de moda, y recién entonces empecé a darme cuenta de que me convenía tomar prestadas algunas características del interior de Corrientes. Arturo Zamudio, un amigo que siguió de cerca el proceso desde el principio, dice que la característica principal de Buenavista es la “opacidad” (en contraposición al colorido de Macondo), y yo agregaría que es una opacidad distinta a la de la Santa María de Onetti, casi sin melancolía, más bien lúdica. Pero quiero señalarte esto: la creación de Buenavista no ocurrió de una sola vez, con el primer cuento de la serie. Se fue dando gradualmente a medida que los personajes saltaban de un texto a otro. Cuando advertí eso, me puse a moldear más o menos el contexto pero sin meterme mucho en el asunto, con algunas pinceladas nomás. De alguna manera el pueblo fue una creación de sus personajes. A eso hay que sumarle la complicidad del lector.
-Los 15 cuentos de “Buenavista Capital del Sexo” tienen una mezcla rara en lo que atañe a lo temporal, moral, político y social, y así tienen el humor y el desparpajo del siglo XXI y a la vez el resabio de los ámbitos al que nos acostumbró nuestro mejor (y al respecto hay grandes obras marginadas por la academia argentina) costumbrismo.
-Es cierto. En cuanto a lo temporal, en Buenavista repercuten muchos acontecimientos “de extramuros”, pertenecientes a la realidad histórica (la muerte de Eva Perón; la dictadura militar; ahora mismo, en este libro, la pandemia; etcétera) pero sin coherencia cronológica, y son repercusiones muy tenues y distorsionadas por el ámbito buenavistense y su idiosincrasia, si es que la hay. El humor es un ingrediente fuerte, sin duda, especialmente por el contraste con los temas que a menudo aparecen enfocados a través de él y que se relacionan más bien con la tragedia, como la muerte, por ejemplo. En cuanto a lo moral y lo social, días pasados me dijeron algo que me gustó: en Buenavista casi no hay bajada de línea de parte del narrador. El narrador casi no juzga, es parte del absurdo y del desmoronamiento colectivo.
-Buenavista es un pueblo, con algo de lo inmemorial que conservan tantos pueblos argentinos, con sus personajes emblemáticos (sus locos, sus beatas, sus capangas), sus lugares (el club social, el prostíbulo, la iglesia), y con su eterna decadencia agónica.
-Así es. Un pueblo decadente pero apenas en conflicto con esa condición, bastante resignado a ella, porque de lo contrario, creo, las historias no fluirían debidamente. Y los lugares más definidos, como “El Farol Rojo”, también expresan esa decadencia. Pero el espacio no es sólo el pueblo sino también su ámbito rural circundante. Hay cuentos que se desarrollan íntegramente en el campo.
-Conociendo la recurrente afición de cierta política argentina a la organización feudal, ¿Buenavista no es ex profeso un retrato y reflejo del país?
-De la decadencia del país, sin duda.
-En muchos de los cuentos, con su tono picaresco y transgresor, abundan elementos que se disparan hacia lo fantástico, como el ruinoso hotel París, único en el mundo que logra concitar los efluvios esotéricos que permiten a los vivos tener nuevamente relaciones eróticas con sus amantes muertos; o el poeta cachuzo que logra flirtear con una belleza fenomenal que aparece y desaparece cuando quiere, obligándolo a caer en el alcohol y la locura, y esa mujer se revela nada menos que como la personificación de la poesía.
-Sí. Uso bastante lo fantástico. Lo esotérico (esta es zona de hechiceros, espiritistas y religiones afrobrasileñas, por la situación geográfica fronteriza) y también algo de los mitos locales (hablo de toda la serie, no de este libro). Pero todo viene tamizado por la visión de los buenavistenses, que tira hacia la locura. El año pasado un psiquiatra escribió un ensayo sobre los buenavistenses. Y otro psiquiatra me dijo que Buenavista resulta muy atractiva para los tipos de su profesión.
-¿Cuánto hay de autobiográfico? Porque en este libro hay una par de textos ( “Inusitada mixtura” o “Caruso y mi abuelo”) que parecen tener ese matiz.
-Si tomamos toda la serie, que ya va por el centenar y medio de cuentos, hay una, llamémosle “subserie” con elementos autobiográficos. El abuelo patriarca, el padre muerto tempranamente, el mandato familiar de trabajar en el campo, etcétera. Tal vez porque el pueblo mismo es una proyección de mi yo, y la primera fase de esa proyección es necesariamente mi historia personal. Pero se trataría de una proyección muy oblicua, por aquello de que Buenavista es fundamentalmente literatura.