Mónica Ritacca/ María Víttori Fotos: Guillermo Di Salvatore Cámara: Juan Manuel Víttori Chofer: Mario Ereñú [email protected] La franja de casas que se ve a la derecha de la Ruta Nacional 168, justo frente a Ciudad Universitaria, es La Vuelta del Paraguayo. Allí se llega de dos maneras: por tierra, por un camino que se abre apenas concluye el puente Héroes de Malvinas que conduce a Alto Verde; o por agua, a través de una canoa o lancha. Es que el barrio está ubicado sobre la barranca del riacho Santa Fe y más de una vez, sobre todo en época de crecientes o abundantes lluvias, esa es la única manera de entrar o salir. Cuando el agua le gana territorio a la jurisdicción, las familias se asientan sobre la vieja traza de la 168. Allí permanecen hasta que el agua se va, sabiendo que quizás tendrán que vivir durante meses en ranchos de chapas pero convencidos de que ése es el mejor lugar para aguardar el descenso del río. Dicho por los propios habitantes del lugar, la mayoría de la gente de La Vuelta del Paraguayo vive de la pesca. Hoy, por la veda, la venta de carnadas les permite el sustento diario. Cuentan que mensualmente, “cuando es un mes bueno”, logran juntar alrededor de 1.400 pesos. Sobre las demandas de los vecinos que hoy habitan el barrio sobresale la necesidad de un dispensario. La inseguridad no parece ser un gran problema, aunque los mayores dicen que en los hechos policiales que ocurren siempre está involucrado algún menor y eso porque “lamentablemente entraron en el mundo de las adicciones”. Historia Sobre el nombre de la jurisdicción hay varias versiones. Hay quienes cuentan que se debe a un barco paraguayo que traía mercadería de contrabando y se hundió, y otros que obedece a un hombre de esa nacionalidad que llegó a la zona y se convirtió en un referente. A fines del siglo XIX empezaron a llegar familias provenientes de la costa para trabajar en el puerto. Con los años, fue cobrando vida y se constituyó en barrio. El contacto con el río y la naturaleza constituyen su principal identidad. Pero algunos lugares forjaron su historia y dejaron anécdotas que aún hoy se cuentan en sus callecitas isleñas. El boliche de Don Moreno es uno de ellos, una casilla construida sobre pilotes de quebracho que estaba sobre el viejo camino a Colastiné y era un almacén de ramos generales, que también hacía las funciones de prostíbulo, donde concurrían marineros que llegaban desde el puerto para jugar a la taba, hacer bailes y trocar productos de la isla por víveres. También el astillero El Timón, donde se reparan barcos; el club Excursionistas, actualmente convertido en boliche bailable; y las tribus del club Regatas, especies de peñas formadas por los remeros del club que se sintieron atraídos por la naturaleza del lugar y levantaron ranchos que luego se transformaron en casas de material para disfrutar del tiempo de ocio. Algunas de estas tribus de Regatas eran Los Patagones, los Achalay y la Agrupación Vuelta del Paraguayo, que aún hoy tiene sus instalaciones en el barrio.