"Un desafío a lo que parece imposible, pero es posible si hay una inspiración y una visión; una lección de lo que puede hacer una sociedad" es la frase con la que el ingeniero argentino César Sciammarella recuerda la misión Apolo XI, de la que participó en el diseño del tanque de combustible líquido de una de las naves, integrando así la histórica hazaña que hace 50 años logró poner la huella del hombre en la Luna.
Graduado de la Universidad de Buenos Aires en 1950 y ex director del Laboratorio de Pruebas de Materiales de la Comisión de Energía Atómica, Sciammarella describió en diálogo con Télam que el momento del despegue del Apolo lo vivió con "una gran emoción y un alivio en el sentido de que el proyecto tuvo el éxito esperado".
Una innumerable cantidad de premios integran la trayectoria de este argentino nacido en el barrio porteño de Barracas, que reside actualmente en Estados Unidos.
Por ejemplo, la Sociedad Británica para la Medición de Tensiones le otorgó a él y a sus colaboradores el Premio Fylde Electronic al mejor artículo publicado en la revista Strain en 2010, también obtuvo en 2013 la membresía Honorífica de la Society for Experimental Mechanics, y un año más tarde la Conferencia Internacional de Ingeniería y Ciencias Computacionales y Experimentales le otorgó un premio por su trayectoria.
Es innumerable el listado de reconocimientos a este argentino que en el periodo del comienzo del proyecto Apolo era profesor del Departamento de Ciencia Mecánicas de la Universidad de Florida, en Gainesville.
"Junto al Director del Departamento visitamos Huntsville en Alabama, localidad donde se encuentra el Arsenal Redstone, lugar donde se radicaba el Proyecto Apolo", contó.
Explicó que se pusieron en "contacto con el grupo que estaba a cargo de la parte estructural del cohete propulsor" hasta que llegaron a un acuerdo para que él presentara "una propuesta para el análisis estructural del tanque de combustible líquido del tercer componente del cohete Saturno V".
"Presenté mi propuesta y fue aceptada", subrayó, y agregó que "tuvo éxito porque el contenido respondía a las necesidades del proyecto y satisfacía los requerimientos de los directores responsables de la seguridad estructural".
En 1963 comenzó y dos años después terminó el último informe de resultados, en el marco de un proyecto que costó "en dólares corrientes 3.5 millones de dólares, aparte de la construcción de un modelo en escala 1/6 del tanque, de costo equivalente de 1.2 millones de dólares", indicó.
Presentó alrededor de "cuatro memorias de centenares de páginas", donde hubo datos "detallados sobre las tensiones y deformaciones de los tanques en las diferentes etapas del vuelo".
"El objetivo fue reducir las dimensiones lo máximo posible para reducir el peso total a un mínimo crítico para poder llegar a la Luna evitando fallas que harían fracasar el proyecto", resaltó.
Finamente la misión tuvo éxito y, a 50 años de su desarrollo, Sciammarella la calificó como "una lección de lo que puede hacer una sociedad cuando está guiada por un líder como era John F. Kennedy".
"Un desafío a lo que parece imposible, pero es posible si hay una inspiración y una visión de alguien que, en vez de separar y crear grupos rivales, busca el esfuerzo conjunto de toda una nación para un objetivo concreto que representa la capacidad de ese grupo humano con vistas a un futuro que eventualmente todos los seres humanos deberán confrontar, ir más allá de los confines de la Tierra", concluyó.