En la ciudad de Santa Fe, al norte de calle Goyena y al oeste de Facundo Zuviría, se ubica barrio Los Hornos. A través de Memorias de Santa Fe podemos reconstruir la historia de esta importante zona de la capital provincial.
Su origen muestra una huella atravesada por las grandes transformaciones productivas y la creciente urbanización del siglo XX.
En la ciudad de Santa Fe, al norte de calle Goyena y al oeste de Facundo Zuviría, se ubica barrio Los Hornos. A través de Memorias de Santa Fe podemos reconstruir la historia de esta importante zona de la capital provincial.
En 1939, la crónica periodística del diario El Litoral decía del barrio Los Hornos: “Las antiguas quintas de Peña y Botteron, hoy en día nos deleita con una compacta edificación de casas pequeñas y bonitas a las que se les apoda el ‘jardín del barrio’ (...) Ciudadela Calcagno es también un sector del barrio alegre y bonito, en donde el progreso ha puesto en ellos una nota amable, la casa tipo chalet y la de rasgos sobrios con espléndidos salones para uso comercial”.
Si hablamos de los orígenes y el desarrollo del barrio Los Hornos, recurrimos a dos imágenes que son propias de un proceso histórico y coyuntural en clave local.
Una primera imagen data de fines siglo XIX y principios del siglo XX, en el norte de la ciudad, un lugar de lagunas y anegadizos, en donde se instalaron hornos de ladrillos sobre el viejo camino de salida. Los primeros propietarios fueron Amadeo Botterón y Juan Calcagno. Motivo por el cual esa zona fue conocida como Villa Calcagno, hacia el sudeste, o barrio Botteron, al este de Facundo Zuviría.
La segunda imagen, data de los años treinta. Cuando la avenida Facundo Zuviría se diferencia como una dinámica arteria urbana, en donde el desarrollo económico permite lotear los primeros terrenos con facilidades de pago a largo plazo y se abren las calles interiores que atraviesan aquella principal avenida. Los años cuarenta fueron un período de consolidación del barrio. Donde los planes de viviendas y el bienestar de los sectores populares fueron la clave para aquel crecimiento urbano y la singularidad de un proceso histórico.
Dos iconos representan este impulso y son consecuencia del crecimiento. El recordado tranvía número 4, que viajaba desde el Puente Negro hasta al centro y, por otro lado, la legendaria asociación vecinal República de Los Hornos, de 1937, con el claro objetivo y sentido comunitario de organizar la urbanización, sobre todo el acercamiento a los vecinos de los servicios básicos de agua potable, recolección de residuos, apertura de calles y servicio de cloacas y desagües pluviales. Durante muchos años, en la vecinal misma funcionó un dispensario, con la colaboración de profesionales cercanos a la entidad, siendo el único centro de salud en el barrio hasta entrada la década del cincuenta.
En 1944, la asociación vecinal inaugura su local propio y durante esos años fue de vital importancia el pedido de hornos incineradores para quemar la basura acumulada en las seis viejas cavas que ocupaban hectáreas enormes de terreno. Decía al respecto la crónica del diario El Litoral: “El hombre ha modificado la superficie de la zona con grandes excavaciones para fabricar ladrillos, que empleó para erigir viviendas en otros lugares. Ahora hay que taparlas a costa de mucho trabajo y gastos”.
La cava más grande era la llamada Calcagno, en donde se formaba una gran laguna y penosamente perdieron la vida muchas personas. Esta cava ocupó múltiples páginas y ediciones del diario El Litoral en la medida en que el vespertino acompañaba el pedido de los vecinos para su relleno. Uno de los principales problemas que traía aparejado la existencia de estas cavas era la imposibilidad del barrio para crecer y expandirse hacia el noroeste buscando una salida a camino Nogueras.
Para inicios de la década del cuarenta, el comercio y la industria para mediados del siglo XX tenían una presencia importante en el barrio. Más de ochenta almacenes, cuatro grandes tiendas y dos farmacias. En tanto la industria también encontraba el eco auspicioso desplegando con fuerte actividad fabril un tostadero de café y especies, una fábrica de plumeros y otra de jabones. Sobre todo, lo que marcaba el ritmo del martillo y otras herramientas eran los primeros talleres para carrocerías de vehículos.
Sin embargo, la inauguración de la feria franca fue uno de los logros más celebrados por la asociación vecinal y el gobierno municipal bajo la intendencia de Francisco Bobbio. La feria era un mercado popular de alimentos de canasta básica, con veintidós puestos destinados a la venta de carne y vegetales. Pensemos que antes de habilitarse esta feria, los vecinos debían adquirir artículos de primera necesidad a vendedores ambulantes o trasladarse a la ciudad. Familias de trabajadores y trabajadoras, ahora tenían un lugar en condiciones ventajosas y ajustado a sus propias necesidades.
De esta manera, para principios del siglo XX, los santafesinos pensaban que vivir en aquella zona, al norte de la ciudad, no era una gran oportunidad, mucho menos algo razonable. Sin embargo, al poco tiempo, para fines de la década del treinta, Los Hornos dejó de ser un lugar lejano y terreno de unos pocos caserones. Al pavimentar su avenida principal, primer jalón del progreso que abrió paso al floreciente pueblo que se fue ligando a todas las actividades de la vida ciudadana.
Se puede decir que, con la creación de este barrio, su vida y desarrollo, ha contribuido a la expansión de la ciudad. Haciendo que muchos habitantes encuentren su lugar y bienestar, pero también el esfuerzo de mejorar la calidad de vida de manera comunitaria y solidaria.
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