Ignacio tiene dos años. Entró a la habitación junto a sus papás, Ivón y Sergio, y a su hermano mayor, Estefano. Recorre todo el lugar con curiosidad. Mira los cuadros y se ríe con picardía cada vez que lo apunta la cámara. Él todavía no es consciente, pero sus padres lo desearon con ansias por más de una década.
Ivón González y Sergio Altamirano son pareja desde hace 17 años. Él es empleado de la construcción, ella ama de casa. Son tutores legales de Estefano, su sobrino, a quien criaron como un hijo propio. Una vez casados, surgió el deseo de agrandar la familia y traer un bebé al mundo. Con el tiempo, se dieron cuenta de que enfrentaban mayores dificultades que el resto de los matrimonios. “Cuando empezamos a buscar, nunca nos cuidamos. Y ahí nos dimos cuenta de que pasaba el tiempo y no había caso”, comentó Ivón.
Ante esta situación, Ivón comenzó a hacerse una serie de estudios de fertilidad en el hospital Iturraspe, que nunca dieron indicios de ninguna anomalía. “Yo era la que me hacía estudios. Y quedaba ahí, nunca avanzaba porque siempre daban los mismos resultados”.
Así, Sergio también tomó la iniciativa de someterse a un espermograma, para analizar su situación. Los resultados arrojaron que sufría de varicocele testicular. A partir de esta condición, el 50% de su esperma es de baja calidad. “Cuando el médico que le hizo el espermograma vio el estudio, tachó la hoja y le dijo ‘no vas a poder ser padre’”.
El papá de Ignacio reflexiona acerca de la doble dificultad de afrontar el diagnóstico de infertilidad siendo hombre. “El vínculo cercano sigue pensando que si no llegaba nuestro hijo era porque era muy impaciente. Es duro hacerles entender que es una enfermedad y más que el problema era del hombre, en este caso. Porque te pinchan, te dicen cosas, te tiran abajo”.
Ivón coincide con este planteo: “Te dicen que tenés que relajarte, que no tenés que pensar. Pero la gente que no lo vive nunca va a saber lo que es”.
Un tratamiento con obstáculos
Una vez obtenido el diagnóstico, comenzaron a realizar procedimientos de baja complejidad. Paradójicamente, las complicaciones que enfrentaron fueron altas.
En primer lugar, la falta de información. Cuando empezaron con su proceso, todavía no estaba sancionada la Ley de Fertilización Asistida. La asociación Fertife se ocupó de llenar el vacío de información que el Estado no podía solventar.
“Yanina Solís, de Fertife, fue una pieza importantísima en nuestro logro, porque ella era la que siempre me guiaba. Me decía, mira, podes hacer esto o vamos por acá. Yo sé que sola no me hubiese podido. En su momento la organización se llamaba Sumarte Santa Fe. Después, con los años, me quedé con ella, somos amigas desde hace 11 años”, resaltó Ivón.
Sergio aseguró que el Estado no tiene las condiciones necesarias para atender a las parejas infértiles. “Acá en Santa Fe el sistema no está preparado. Tenés que irte a Buenos Aires, a Rosario, creo que en Paraná hay algo. Pero acá es muy difícil”, a lo que Ivón agregó que “nunca hubo un equipo interdisciplinario que nos guíe. Siempre eran todos distintos”.
En 2013, el Congreso de la Nación aprobó la Ley de Fertilización Asistida y Santa Fe fue una de las primeras provincias en adherir. Sin embargo, lidiar con las obras sociales fue la segunda complicación a la que se enfrentaron.
La familia de Ivón, Sergio, Estefano y el pequeño Ignacio, finalmente completa tras superar desafíos en su camino.
“Tenemos la Obra Social del Personal de la Construcción, que no es gran cosa, pero es algo. Pensábamos de entrada que nos iban a decir que no rotundamente. Dentro de todo, se hicieron cargo enseguida, porque pensaron que no era algo complejo”, relató Sergio.
La discontinuidad de los profesionales y la falta de un seguimiento constante echaron a la pareja para atrás durante mucho tiempo. “El médico que te atendía estaba cinco meses, se le terminaba el contrato, no le pagaban, se daba de baja. Venía otro, había que hacer nuevamente todo lo mismo”, recordó.
La burocracia, junto con la falta de organización, hace que el proceso se vuelva más largo y desgastante. El proyecto de formar una familia se pierde entre papeles y autorizaciones, idas y vueltas, profesionales que entran y salen.
“No se dejen mentir, que no se puede. Si está la ley, todo se puede. Hay que seguir intentando y seguir buscando. No se dejen mentir que no hay médicos. Médicos hay, y la obra social los tiene que buscar”, sentenció.
Para Sergio e Ivón, realizar los tratamientos de manera particular nunca fue una opción. “Si no tenés recursos es difícil. Conocemos a una familia que hizo el tratamiento en un privado, de manera particular. Y nos dijeron ‘te va a salir lo mismo que una casa y el terreno, y el alquiler de otra’. Yo trabajo en la construcción y todavía no terminé mi casa. Voy haciéndola de a poquito, con lo que me sobra, con lo que me alcanza, y ya que te digan eso es un bajón bárbaro”, agregó el papá de Ignacio y Estefano.
La mirada profesional que devolvió la esperanza
Una vez aprobada la ley, el equipo de profesionales en el hospital Iturraspe derivó a la pareja a que siguiera su tratamiento en Rosario.
“Nunca hubo un equipo interdisciplinario que nos guíe”, recordó Ivón y agregó que “siempre eran todos distintos. Años más tarde, cuando se aprobó la ley, se formó un equipo en el Iturraspe. Ellos nos derivaron a Rosario”.
Así, tras diez años de búsquedas que no llevaron a ningún lugar, en la clínica rosarina dieron con una profesional que les recomendó optar por tratamientos de alta complejidad, como la fecundación in vitro.
“La doctora Estefanía, por los espermogramas y los estudios, después de tantos años, nos mandó a hacer directamente una fecundación in vitro”, contó Ivón. “Estefanía dio en el clavo porque es una especialista. Nos recomendó que no hiciéramos la larga. Era el último paso, pero el más seguro”, agregó Sergio.
Si bien estaba cubierto por la obra social, hacer el tratamiento en otra ciudad no fue tarea fácil para ellos.
“Yo tenía que mandar un mensaje para sacar el turno, ellos me decían el horario y yo tenía que coordinar con el colectivo, tomármelo a la hora que el colectivo salía y esperar allá”, explicó Ivón. Además, “teníamos que dejar a Estefano, y también se nos hacía difícil. Él siempre anduvo desde el día cero con nosotros, nos acompañaba a las marchas. Y dejarlo era como dejarlo fuera. No queríamos eso”, añadió Sergio.
La pareja define a este tratamiento como “invasivo” tanto para el hombre como para la mujer. Una semana previa a la extracción de óvulos, Ivón debió hacerse inyecciones en su casa para estimularlos.
“Ya en Rosario le extrajeron los óvulos a ella, y yo me tenía que hacer un espermograma. Ella salió y ya estaba en camino en la habitación, y yo todavía no podía sacar una muestra de esperma. Era mucha presión porque tenía que ser sí o sí ese día”, recordó Sergio.
Cuando todo parecía ir en camino, la clínica en la que se atendían terminó el convenio con su obra social. “Se había terminado el convenio con la obra social, nos decían que yo no había presentado algunas autorizaciones, y yo les decía que sí. En el último control que me hice para empezar ya con la transferencia de él, la obra social solamente me había autorizado una parte. Cuando tenés que hacerte estas cosas tenés que estar tranquila, y yo con esto que me había pasado tenía el corazón en la boca”.
Un día antes de que Ivón tuviera que realizar la extracción de sus óvulos, se declaró el aislamiento social por la pandemia de Covid-19. Los viajes a Rosario se tornaron aún más difíciles. Pidieron y realizaron las autorizaciones correspondientes y viajaron al sur provincial para realizar la intervención.
Una vez hecha esa extracción, quedó congelada durante un año y medio, como consecuencia tanto de la pandemia, como de la burocracia a la que la pareja estaba sometida por su obra social.
La noticia más esperada
Tras años de intentos que no resultaron, con la fecundación in vitro, Ivón y Sergio obtuvieron la respuesta más esperada. Comentan a Nosotros que su doctora los llamaba todos los días para informarles el estado en el que se encontraba la fecundación.
“Un día me llama y me dice, ‘tengo una buena y una mala noticia. Quedaban tres. De esos tres, dos no prendieron. Y se quedó uno solo. Uno fuerte, uno lindo. Elegimos el mejor y ese es el único que quedó’”, rememoró Ivón.
Con la fecundación in vitro, Ivón y Sergio obtuvieron la respuesta más esperada.
Y ese que quedó solito era Ignacio. El más fuerte y el más lindo, hoy está junto a sus padres, luego de tanta espera. “Cuando me lo mostraron era una gotita de agua en un vidrio, y hoy está acá”, afirmó Sergio.
La ansiedad se apoderó de Ivón, que no pudo esperar hasta los resultados oficiales para saber si estaba embarazada o no. “Llamé a la clínica, los análisis tardaban más tiempo, pero les pedí por favor que me dijeran si había quedado o no. Y por los valores me dijeron ‘Sí mamá, estás embarazada’”.
Ninguno de los dos pudo contener la emoción. “Cuando me enteré, recién llegaba de trabajar. Me emocioné, me tiré al piso. Es difícil, más con el problema nuestro”.
La alegría se incrementó cuando una ecografía reveló que estaban esperando a un varón.
El nombre Ignacio ya estaba en sus vidas desde hacía mucho tiempo. Siempre supieron que iba a ser el nombre de su hijo, y lo encontraron como una señal en cada paso que daban.
Hasta una suelta de globos que manifestó el futuro. “En una suelta de globos de Fertife, hace 11 años, cuando salió la ley, teníamos que poner qué nombre le pondríamos a nuestro hijo. Nosotros escribimos "Ignacio Ismael”. Cuando nos enteramos de que iba a ser nene busqué la foto por todos lados”, relató Ivón.
La suelta de globos que recuerda emocionada Ivón.
Un mensaje de esperanza
“A las familias que todavía están intentando, les digo que luchen con toda. Que se puede. Que no se den por vencidos, que tengan mucha fe. Nosotros somos un ejemplo de eso, porque 12 años estuvimos buscando y acá está Ignacio”, apuntó Ivón.
La fuerza de Ivón contagió a toda la familia a seguir adelante con su proyecto. “Muchas veces lo dije, que si el deseo era formar una familia, yo me hago a un costado. El problema era yo. Pero seguimos hasta que llegó. La fuerza que tiene ella es la que me da a mí”.
En el Mes Internacional del Cuidado por la Fertilidad, Nosotros da a conocer la historia de una pareja que luchó hasta el cansancio para formar una familia. A pesar de las limitaciones y los obstáculos, la fuerza y el amor prevalecieron.