Por Marianela Dussol (*)
Por Marianela Dussol (*)
En vísperas de un nuevo ciclo lectivo, de una nueva ruta de posibilidades que se irán escribiendo en cada día de este andar universitario, de adentrarnos a una nueva modalidad que nos invitará a continuar aprendiendo cómo ser y hacer, no debemos olvidar como profesores que nuestros alumnos y colegas también viven historias. Un profesor autoritario ya no cabe en la nueva realidad educativa y laboral.
Somos nuestra mejor herramienta de trabajo. Sepamos escucharnos, sepamos conocer nuestro cuerpo que tan mágica y perfectamente nos permite transitar cada paso que damos. El estrés puede servir de potenciador para ciertas actividades, pero debemos procurar no desajustar las demandas y expectativas de las capacidades físicas y mentales del organismo.
Hace tres años, en plena pandemia, la educación superior y los ámbitos laborales redefinieron su forma de vincularse con sus miembros. En un abrir y cerrar de ojos, la automatización virtual nos reclamó aulas virtuales, digitalizar libros, pensar en clases asincrónicas, sincrónicas, tener una buena señal de internet, un sinfín de etcéteras que aún se multiplican… Reclamó seguir enseñando y más que nunca, continuar aprendiendo.
Hoy vemos que hay huellas y marcas que han quedado impregnadas en los esquemas del día a día. Nuevas formas de conectarse que reclaman actualización constante y que, calando hondo en la vida de cada uno, siguen exigiendo el hacer, hacer y hacer, pero hacerlo bien.
Lo característico de esta nueva época postpandemia es el factor "a contra reloj" que dejó en los individuos. Pareciera que el detenerse por un año, con miles de trabas logísticas, impulsó indiscriminadamente el hacer, pero el hacerlo bien, es decir, el indirecto perfeccionismo de realizar todo a tiempo, y dentro de las muchas tareas que permite el multitasking.
¿A qué costo? En el afán de dar y estar al cien por cien, nos olvidamos de que además de ser docentes y profesionales, somos personas… Somos hijos, hermanos, padres; somos amigos y novios. Somos. Y más que importante, no somos máquinas. Sea cual sea el lugar que ocupemos: estudiantes, trabajadores administrativos, abogados, psicopedagogos, entre otros, siempre seremos personas con sentimientos, con historias; nos cansamos y muchas veces necesitamos frenar y poner límites donde quizás antes no nos animábamos.
Desde el 2019, la OMS reconoció el burnout como una enfermedad que, causada por altos niveles de estrés, carga de trabajo excesiva, poca autonomía, malas relaciones en el trabajo o universidad y ausencia de apoyo en su entorno, falta de formación para desempeñar las tareas, etc., puede llegar a padecer un estrés crónico que acabe provocando el "Síndrome del quemado". Este síndrome tan nombrado últimamente, es una realidad apremiante que es considerado un "factor de riesgo laboral por su capacidad de afectar la calidad de vida, la salud mental e incluso amenazar la vida". Es el síndrome de no poder, de no tener energías; de querer dar más, pero habiéndolo dado todo.
En diciembre de 2022, se recogió el dato de que existe un proceso previo al burnout denominado burnying, principalmente fundamentado en la experiencia universitaria. Este, entendido como el cansancio emocional y físico hacia las actividades académicas, falta de motivación profesional y pérdida de confianza en sus propias capacidades, afecta principalmente a niños y jóvenes de entre 9 y 25 años de edad.
Que este año sea un puntapié para practicar activamente la disciplina de reconocer los límites que el tiempo y el espacio nos permiten: ¿cuáles fueron las actividades o momentos del año anterior en los que me sentí más agotado o nervioso? ¿cuáles son los factores que afectaron el rendimiento de mis colegas, estudiantes o empleados? ¿tengo en cuenta su opinión al respecto?
Si el proceso de enseñar y aprender implica caídas y tropiezos, es de valientes levantarse y continuar... Cada persona dentro de la comunidad universitaria es valiosa por lo que aporta en su labor, prevenir el burnout requiere la actitud activa de generar ambientes y hábitos saludables, que permitan, con resiliencia y apoyo mutuo, mejorar la psicoeducación y el autoconocimiento.
(*) Licenciada en Psicopedagogía. Coordinadora de la Licenciatura en Psicopedagogía en la Universidad Católica de Santa Fe.