Para los que estamos hechos de energía y así nos percibimos, estar en el club la mitad de la jornada semanal, durante todos los días del año, mientras transcurre nuestra infancia, ya indica que esa familia “innominada” es parte esencial de nuestra crianza.
Criar, como verbo, se relaciona instantáneamente a los padres; sin embargo, a lo largo de nuestras vidas también nos cría y forma la televisión, hoy las redes, la sociedad y sus mandatos, la escuela y sus metas y por supuesto los clubes que son, para muchos de nosotros, el cristal más humano y personal por el que podemos “ver”, no sólo mirar.
Es el adulto quien te lleva, es el niño quien el que se queda y es un nuevo adulto el que sale del Club hacia la sociedad con sus valores, principios y hasta “contactos amistosos”, que llevará para el resto de su vida acompañándolo en su aprendizaje de vida.
Quizás empieza siendo una imposición, termina siendo una posición, una postura ante el mundo.
Hay un momento en que se elige “vivir el club”. Esa elección es vitalicia. De la vida en el club, esos instantes de libertad y conexión con lo social, difícilmente pueda ser un fracaso. Creatividad, empatía, ilusión, motivación, sentido de pertenencia; son algunos de los valores, tan simples como profundos, que se desarrollamos en nuestra niñez y quedan grabadas en nuestras emociones por el resto de nuestra existencia. Muchas veces no nos damos cuenta, pero cuando identificamos de donde viene tal o cual decisión de principios… ¡Ay! No entra en nuestro cuerpo semejante agradecimiento a esa identidad que nos nutrió de semejante lucidez sentimental.
El club te brinda herramientas y aprendes a usarlas según tus deseos, pero fundamentalmente, te ayuda a descubrir qué es aquello que tanto anhelas.
No estás obligado u obligada a realizar un deporte, pero vas a encontrar amistades con diversas miradas que te van a facilitar el camino para saber cómo te gustaría atravesarlo. Vas a aprender a comunicarles, a quienes comparten el hogar con vos, que es aquello que te mueve y conmueve las fibras, más íntimas de tu ser.
Quizás sea el movimiento que desinhibe al cuerpo y la emoción, quizás sea esa charla con una amigo, la intimidad de alguna confesión de un congénere con el que pasas lo mismo… vaya a saber qué es lo que se produce en ese espacio de libertad y convivencia que es el club.
Dedicar un tiempo, un pensamiento, ofrendar una reflexión desde el silencio y el “parar” para revalorizar lo que ese espacio significa para nuestra vida, es necesario para saber por dónde andar, lo que se puede aceptar y rechazar de lo que nos ofrece el destino.
Dar “gracias” al club que nos crió es, desde donde nos toque trabajar, garantizar la continuidad, en el tiempo, para que las nuevas generaciones tengan la chance de ser felices en un ámbito “libre de adultos” y controlados, también, por ellos. Por nosotros
Un club, es como una “tribu” de crianza colectiva, no es un invento poético, es una tangible realidad histórica y presente.
Dar a conocer las intimidades y anécdotas de los clubes formativos, de barrio, de disciplina deportiva, es un aliciente para trabajar como periodista del deporte empujada por una pasión que a muchos nos cruza el cuerpo, la mente y los sentimientos.
*Sol Poncio es comunicadora y productora del proyecto “Clubes de Santa Fe”