La inauguración en Santa Fe del Congreso General Constituyente para el 20 de Noviembre de 1852 movilizó a muchos santafesinos y santafesinas a fin de realizar los preparativos necesarios para tan digna Asamblea. Es que esta celebración –fuera de las cíclicas festividades a las que estaba acostumbrada la población– constituía una variante excepcional que rompía la cotidianeidad de la vida provinciana, precisamente por la gran carga simbólica del evento. Sin embargo, aunque provisto de notabilidad, éste demandó en sus aprestos una serie de prácticas -poco visibilizadas– inscriptas dentro de las actividades cotidianas, constituyendo éstas el proceso de producción del acontecimiento.
De hecho, las mismas eran organizadas y comitidas por los sectores de poder, trátese de autoridades provinciales o de Urquiza. Pero su ejecución estaba a cargo de la población subalterna de la ciudad, quien con su trabajo contribuía a preparar el ambiente de la festividad civil.
Mirá también"Los Constituyentes del 53. En la sesión nocturna del 20 de abril"En ese sentido, los documentos oficiales presentes en los tomos de Contaduría y Gobierno (AGSF) constituyen la fuente fundamental para acercarse a estas prácticas sociales, a través de las cuales se preparaba el suceso extraordinario. Entre éstos, encontramos el "Estado de la Contaduría General de Hacienda del Estado que manifiesta los ingresos y gastos" - especie de balance mensual-y las facturas con el detalle de obras y consumos, constando en ellas la identidad y recibo de quienes proveían o realizaban las tareas.
Preparativos en el Cabildo
Lo primero que trataron de brindar a los constituyentes fue un lugar digno y un espacio confortable para las deliberaciones. De modo que ya en agosto comenzaron las refacciones en el edificio del Cabildo, cuyo primer piso estaba destinado a las sesiones. Antes que nada, se procedió a la compra y acarreo de materiales: 200 ladrillos, adobes, cal y arena, chapas, tablas y vigas de madera, elementos metálicos y baldosas. Luego se instalaron los andamios, cortaron y labraron las vigas. Se renovaron los techos: cambio de chapas, confección de cielorrasos y cornisas, construcción de tabiques y paredes divisorias para dar funcionalidad a las reuniones.
Las obras de pintura y empapelado comenzaron en setiembre, adquiriéndose los elementos necesarios: papeles, polvos para pintar, tintes de bermellón y albayalde, cal y bálsamos. Un experto molía los pigmentos mientras el maestro Melchor Arce con sus oficiales y peones pintaron en dieciséis días los dos pisos del Cabildo.
Para introducir un toque decoroso al edificio se refaccionaron y pintaron barrotes, tirantillos y pasamanos, tanto de la escalera interna como de la baranda de la Sala del Congreso, enfatizando su enlucido con pátina y perillas doradas. Se renovaron los pisos con nuevos zócalos y varillas; y en las aberturas se rehicieron umbrales, transumbrales, marcos y contramarcos, mochetas y vidrieras, bisagras, pasadores y chavetas. De este modo, el Cabildo lucía como el espacio ideal para contener no sólo a las personas sino a sus nuevos ideales de organización constitucional.
En relación a esta cuestión, no podía faltar en el decorado la dimensión simbólica de la construcción del nuevo Estado, para lo cual Urquiza comitió al artista Amadeo Gras, no sólo para tomar los daguerrotipos de los diputados, sino para pintar el escudo de la Confederación que presidiría las sesiones, según lo relata Mario César Gras (Gras, 1946). Este escudo fue convenientemente enmarcado por el maestro Faustino Rangel, dorado por Melchor Arce y colocado en el lugar preciso de la Sala del Congreso.
Para una ocasión tan especial, no podía faltar el mobiliario. Según obra en los documentos, se ordenó al Juez de Paz Pedro Alurralde de San Nicolás el envío a Santa Fe de "los muebles del Estado" usados durante las sesiones del Acuerdo. Tarea que el gobierno provincial encomendó al comerciante rosarino Camilo Aldao, bajo cuya comisión los muebles fueron trasladados en la goleta Villa Emilia. No obstante la recepción de este mobiliario- cuyo inventario no consta en los documentos- el gobierno provincial encargó al maestro Raimundo Ramírez la confección de una tarima para la Sala del Congreso, lo cual nos aporta una idea diferente sobre la escena que hemos imaginado. A lo anterior, se agregaron treinta bancos confeccionados por el maestro Tiburcio Santa Cruz y pintados por Melchor Arce seguramente destinados a la presencia de público, marquezas con cajoneras, dos mesitas para el Salón con pies torneados por el maestro José Soto, seis banquitos para la banda de música de Urquiza, renovándose basas y cenefas de sillas, sofás y sillones.
Por otro lado, la colocación de nuevos cortinados de lienzo, limpieza de las arañas, aseo de las habitaciones, compra de velas y útiles, contribuyeron a dar realce estético y una particular luminosidad a los ambientes; tareas de las que se encargaron especialmente algunas mujeres que también compusieron las alfombras, cosieron nuevas banderas y adornaron los recintos con sedas, cintas y lámparas.
Presencia de los sectores subalternos
Estas prácticas cotidianas visibilizan a los sectores subalternos, constando en las facturas sus identidades: Maestro mayor de obras Manuel Torres y Melchor Arce; carpinteros como José Antonio Libero, Juan Leandro Dobal, Faustino Rangel, Raimundo Ramírez, Tiburcio Santa Cruz y José Soto. Empapeladores como Enrique Diémez; pintores como Juan Medina y Baltasar Ávalos; ferretero-chapista como Ignacio Vilardén y proveedores como Manuel de Larrechea o Isaac Mendieta.
El marco festivo requirió los aprestos en la iglesia matriz: Se compraron velas y alquilaron hachones para que portaran los diputados, mientras Doña Fortuna Morcillo compuso los adornos del templo. El joven P. José Gelabert dirigió el Tedeum, y la música sacra fue ejecutada por los organistas José Peña y Esteban Reinoso acompañados por tres cantores. El maestro platero Simón Orosco compuso los instrumentos de la Banda de Música y de Tambores que por entonces actuaban en las fiestas. Así, elementos retóricos como luz, palabra y música dieron sacralidad al festejo, como lo había sido en la época colonial.
Luego del acto civil, todos fueron agasajados con banquete y baile amenizado por la Banda de Música dirigida por Benancio Herrera. La comida se acompañó con abundante vino, cerveza, orchata y cigarros de hoja. Algunas damas se lucieron con los postres: Ana Comas en las provistas, Leonor Aldao con bizcochuelos y rosquillas, Rita Zuviría -seguramente emparentada con Ermenegildo- con sus dulces y tabletas. Y no faltaron los obsequios: los delegados recibieron agua Colonia, jabones y cremas perfumadas provistos por Remigio Pérez.
En fin, si bien la apertura del Congreso implicaba como protagonistas a los grupos de poder, gran parte de los sectores subalternos actuaba en un segundo plano, aportando el trabajo, la estética y creatividad, sin lo cual la celebración no hubiera sido posible.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y la Asociación Museo y Parque de la Constitución Nacional.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.