Los Constituyentes del 53, en la sesión nocturna del 20 de abril. A 170 años de la sanción de la Constitución Nacional.
En el artículo precedente analizamos la manera en que el espacio se resignifica, vimos cómo el ambiente progresivamente se va privando de elementos visuales a fin de jerarquizar la escena del debate de los constituyentes. Alice aclara que "ha colocado a los diputados de modo que pueda vérselos de frente (…)". Además, pintó cuatro diputados que estuvieron ausentes la noche del 20 de abril. Al respecto dice: "(...) Yo incluí esas cuatro figuras en el escenario de mi obra de acuerdo con un concepto patriótico que me aconsejaba no excluirlos del conjunto, pues si bien habían estado corporalmente ausentes no es menos cierto que en la sesión memorable estuvieran presentes en espíritu".
No es necesario aclarar que no motiva a Alice la intención de falsear en su relato sino que procura articular una idea de unidad de la Asamblea y de Nación -puesto que los diputados representaban a las provincias- no del todo palpables en 1853. Recuérdese que la Constitución redactada por Alberdi no es más que uno de los tantos intentos de construir una forma de gobierno central y duradero luego de la caída del orden colonial. Si bien faltan aún casi treinta años para que se establezca un tipo de gobierno con estas características, la historiografía de la época considera este acto como un parte-aguas, en donde se deja atrás el período de fragmentación del poder, cuando las autonomías provinciales se superponen a cualquier experimento gubernamental.
El artista inmortaliza ese momento histórico, nos ofrece en su obra una interpretación de los acontecimientos de 1853, cuyo resultado es una imagen - un ícono- cargada de solemnidad y mística. Así, el mensaje político queda patente: se dejaba atrás la oscura etapa del rosismo y se emprendía el camino a la construcción de una unidad nacional bajo la tutela normativa de una Carta Magna liberal y republicana. Los años de violencia y mazorca, de "verga y puñal" dan lugar al diálogo, al consenso y al respeto de la Ley y las instituciones.
La filósofa británica Gillian Rose, en su libro "Visual Methodologies", afirma que "el estado de ánimo o la atmósfera de una imagen con frecuencia es difícil de explicar (…)". No obstante, valiéndose de una imagen en donde priman el gesto y la pose pensativa de aquellos partícipes Alice logra "transmitir el sentimiento de aquel instante magnífico, solemne, místico (…)". A diferencia de los primeros bocetos, en donde varios de los participantes tenían sus brazos en alto y dejaba entrever un caluroso debate o interrupción de los oradores, la obra definitiva muestra al diputado santafesino Antonio Seguí en primer plano y como figura central de la composición. Sus manos "abiertas" manifiestan una tónica gestual que constituye lo que en política se denomina "el arte de persuadir", acompañan así la idea de argumentación y posesión de un saber. Junto a eso, el papel reflexivo de los demás congresales da a la composición un halo de respeto y sacralidad cívica.
Por encima de todos esos congresales, difuso pero presente, se observa el escudo que encarna a la Nación. Una nación que en 1853 no existía, pero que era necesario rastrear desde la caída del orden colonial, en 1810. Aquí se materializa expresamente el uso político de determinados hitos del pasado en donde se asiste a la construcción de marcos o lugares de referencia. Había algo superior a las voluntades individuales, diría Mitre: "(…) Nada quedaba en efecto en la nación que fuese superior a la nación misma". ¿Cómo incluir ese aspecto en una imagen? ¿Cómo concretizar lo abstracto? Alice lo resolvió de una manera simple pero efectiva: eligió uno de los símbolos de la Asamblea del año XIII y lo presentó en el centro de la escena y en la parte superior, como elemento que lograba imponerse a pesar de los avatares del momento y que unía bajo su impronta, a la totalidad de los habitantes de un territorio.
Hasta aquí, hemos abordado todas aquellas evidencias presentes en la imagen, pero detenernos supone realizar una lectura incompleta. Falta incorporar a esta investigación todo eso que no se ve. Entonces, allí se torna notoria una ausencia más que significativa y cuya carga valorativa no puede ser omitida: la del pueblo. Y esta situación habilita a una doble lectura. Por un lado, esta ausencia está atada a aspectos que hacen a la cultura política argentina y encuentra sus orígenes cuando Alberdi desarrolla en su proyecto de Constitución la idea de un gobierno representativo, donde el pueblo delega sus facultades políticas en la figura de un representante y adopta una posición pasiva en la vida política de la República. Esto asigna funciones específicas al representante y al ciudadano, siendo ese el motivo por el cual la distinción entre ciudadano y habitante en argentina fue siempre competencia del Estado.
Por otro lado, acordamos con Peter Burke quien afirma que "(...) tanto la selección de los acontecimientos dignos de conmemoración como la forma en que son presentados, constituyen un testimonio del carácter del régimen que las produjo (…)". Cuando Alice hace pública su obra en 1934, Argentina atravesaba un momento en que la figura del pueblo y su lugar de participación activa en la vida política del país estaba siendo revisada por los gobiernos de turno, tanto a nivel nacional como provincial, que -en palabras de Darío Macor- "(...) ambicionaban una revolución política a partir de la revisión del sistema electoral con sus mecanismos de representación y la misma Constitución Nacional", teniendo que recurrir a la práctica del fraude electoral para asegurar su continuidad en el poder.
La obra de Alice hoy está en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación, y cual guardián silencioso parece observar qué hacen nuestros representantes en el ejercicio de la política. En tiempos de impugnaciones de la sociedad civil a la clase política y al sistema, una mirada crítica y reflexiva sobre las culturas políticas de nuestro pasado -y presente- quizá nos permita vislumbrar la posibilidad de construir una idea superadora de democracia, más participativa y más equitativa para que nos brinde la posibilidad de legar un futuro más promisorio a las generaciones venideras.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y la Asociación Museo y Parque de la Constitución Nacional. El presente artículo es gentileza del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez.
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