Por Eduardo Bechara Navratilova
Por Eduardo Bechara Navratilova
La brillantez del sol molesta a mis ojos al salir del avión. A pesar de la hora temprana, un calor agobiante se insinúa en el ambiente. Sigo las indicaciones que me llevan hasta inmigración y me sitúo detrás de una fila. La fatiga del vuelo nocturno se minimiza por la emoción. El inicio de cualquier proyecto es una página en blanco, está cargado de entusiasmo, la expectativa de una historia que se escribe a cada paso, esa sensación de novedad que produce regocijo.
Un agente de inmigración con mechones rubios me indica pasar. Le muestro mi pasaporte colombiano y lo pone sobre un lector digital.
—¿Qué venís a hacer a la Argentina?
—Voy a quedarme una semana en Buenos Aires, luego tomaré un vuelo a Ushuaia. Tengo un proyecto en el que iré parando de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad desde Argentina hasta Venezuela, en busca de poetas inéditos.
La respuesta produce una sorpresa visible en la forma en que hunde el mentón, lleva su espalda hacia atrás y arruga la cara.
—¿Tenés algún tipo de credencial que te avale?
—No. Soy un escritor independiente.
—Tenés una tarjeta de crédito.
—Sí, claro.
—Mostrámela.
Lo hago.
—¿Dónde te vas a quedar en Buenos Aires?
—En donde Clara V., una amiga argentina.
—¿Tenés la dirección?
—Avenida Santa Fe al 5000.
Baja la mirada al pasaporte, analiza sus hojas, pone el sello con la fecha de hoy, 24 de enero de 2013, lo sujeta con cierta duda y me vuelve a dar una mirada exploratoria. Es evidente que algo no le cuadra.
—Está bien, pasá -dice y me da el documento.
Camino al carrusel de entrega de equipajes con la impresión de que lo relacionado a poetas o poesía se ve como algo peregrino. Lo haría un muerto de hambre, un pobre diablo. La digresión me hace volver a esos años en los que decidí dejar de ser abogado y volver a la facultad de Literatura. La gente cambió su mirada sobre mí. Algunos lo hicieron con decepción, otros con tristeza, otros más como si me hubiera convertido en un pobretón: alguien que se la pasa escribiendo todo el día en vez de ganar dinero.
Éstos son temas que he discutido con Eduardo Bechara Baracat. En Deán Funes, su ciudad natal, pasa lo mismo que ocurre en Colombia. Los artistas en general, y más aún, los que no han tenido la fortuna de ser reconocidos, son vistos como parásitos de la sociedad, piedras en los zapatos de aquellos que construyen sus vidas en torno de profesiones u oficios tradicionales. Por eso, es que me anima tanto este proyecto, al pensar que podemos darle reconocimiento a “patitos feos”, esos cisnes que naufragan en un mundo de patos.
[....]
El inicio de “En busca de poetas” tiene otro color. Las cosas parecen fluir, darse de forma automática, sin que sea todo tan luchado, tan difícil y precario. Me llevan a recordar un libro de Paul Auster (olvido ahora el nombre), que leí hace unos años en Filadelfia. Ahí confiesa que los primeros treinta y cinco años de su vida fueron un fracaso. Un cúmulo de desaciertos y vivencias que lo llevaron a acumular la experiencia desde donde escribió su obra.
Si pudiera decir lo mismo, escribiría: los primeros cuarenta años de mi vida han sido un fracaso. Tengo un par de novelas publicadas (las que llevo en el equipaje), un libro de poesía y otro de crónica aquí en Córdoba. A algunas personas les gustan mis textos, pero en general paso inadvertido, como uno más de los miles de escritores que quisieran que sus libros fueran leídos por muchos y estuvieran en las estanterías junto a los de Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Khalil Gibrán, Julio Verne, Franz Kafka, Milan Kundera, Herman Hesse, Thomas Mann, Ernest Hemingway o Edgar Allan Poe.
Con “En busca de poetas” todo parece diferente. A la gente le gusta el tema, se entusiasma, crea unidad. Muestra que la poesía aún genera interés. Así fue desde el principio. Bajé la idea a un plan de proyecto. Se lo llevé a Luis Enrique López, gerente de Pavimentos Colombia, una compañía de carreteras. Él se lo pasó a Luz María Jaramillo, la presidente. “Es tremendamente quijotesco, pero algo muy bonito puede salir de ahí”, dijo ella.
El plan A implicaba hacer el viaje solo. El B, en compañía de alguien que pudiera servir de asistencia. Dijeron que financiarían el A, y con eso ya teníamos proyecto. Desde ahí establecimos un concurso al mejor poema, con un jurado integrado por los poetas colombianos Eduardo Escobar y Elkin Restrepo.
Me emociona esta nueva travesía desde Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina, el punto más austral de América del Sur, hasta el Cabo de la Vela, Guajira, Colombia, el punto más al norte, pasando por pueblos y ciudades de Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Colombia. La idea es buscar poetas, darles reconocimiento, documentarlos y publicar una antología de poetas inéditos. [...]
(*) La crónica que publicamos es el inicio del “Cuaderno de viaje” del proyecto “En busca de poetas”, iniciado en 2013, fecha en la que Eduardo Bechara Navratilova, escritor colombiano, se lanzó en el proyecto quijotesco de recorrer América del Sur para encontrarse con los poetas en sus diferentes pueblos y ciudades. Al momento, viajó por Buenos Aires, Ushuaia, Tierra del Fuego y la Patagonia; Chile del sur al centro, incluyendo Santiago y Valparaíso. En 2014, hizo un recorrido que cruzó el centro de Argentina, desde Mendoza hasta Viedma. Y de ahí subió por toda la costa Atlántica hasta Buenos Aires. En 2015, hizo Uruguay. Volvió a la Argentina por Entre Ríos y terminó el año en Corrientes. En 2016, recorrió Paraguay, Formosa y, ahora, Santa Fe y Paraná. Se ha reunido con los poetas publicados o inéditos: Roberto Malatesta, Enrique Butti, Néstor Fenoglio, Norma Segades Manías, Patricia Severín, Graciela Prieto Rey, Gonzalo Geller, Gabriela Schuhmacher, Alicia Vicencini, Juan Pablo Bagnarol, Diego Suárez, Santiago Venturini, Candelaria Rivero, Sofía Storani, Agustina Ferrán, Alejandra Bosch, Pablo Escudero, J.C. Ramírez, Oscar “Cacho” Agú, Miguel Ángel Gavilán, Teresa Guzzonato, Zulma Molaro, Pablo Casals y los narradores Carlos Catania y Alicia Barberis, entre otros.
Luego de Santa Fe, Eduardo viajará a Paraná, de ahí a Rosario y empezará a subir por el noroeste de la Argentina: Villa María, Córdoba, Jesús María, Deán Funes, Frías, Santiago del Estero, Tucumán, Acequiones, Rosario de la Frontera, Salta, Jujuy, Purmamarca, y Tarija, para ingresar a territorio boliviano donde pretende terminar el año en Santa Cruz de la Sierra.
La idea es subir a Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, donde estima terminar el proyecto en Caracas a finales del 2019. Caracas a finales del 2019.