El dengue aumenta, y los chicos no se salvan. Hace años que esta enfermedad está dando vueltas por acá, y por este motivo se puede mirar el presente y el pasado, y se puede afirmar en consecuencia que el problema es cada vez peor. Veamos cómo afecta a la infancia argentina.
Hace unos años, en 2019, la Sociedad Argentina de Pediatría informaba, a través de su revista Archivos Argentinos de Pediatría, sobre el brote de dengue que se había registrado en la ciudad de Buenos Aires en 2016. El Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez registró un total de 156 casos infantiles y juveniles de dengue.
De estos 156 casos, el paciente más pequeño tenía entonces 4 meses de edad. Todos presentaron fiebre alta durante varios días. Además del cuadro febril, los síntomas más frecuentes fueron el dolor de cabeza, el dolor detrás de los ojos y una erupción característica en la piel.
Otros síntomas frecuentes, aunque no tanto como los anteriores, fueron el dolor abdominal (con o sin diarreas y vómitos) y los dolores musculares. El picor en la piel y el sangrado por la nariz se observaron en un paciente de cada cinco o de cada diez, respectivamente.
Estos pacientes con dengue fueron los que registró el dicho hospital infantil entre enero y abril (es decir, en verano y otoño) de 2016. Uno de cada cuatro pacientes necesitó quedar internado en el hospital puesto que presentaba signos clínicos de alarma, como dolor abdominal intenso, sangrado abundante por la nariz o diarreas y vómitos difíciles de controlar.
En los análisis de sangre se observó, en casi todos los casos, lo que se suele definir popularmente como una bajada de las defensas, es decir, una disminución del número de glóbulos blancos.
El informe del hospital remarca que se venían observando casos de dengue en la ciudad desde siete años antes. Y que con toda probabilidad los casos infantiles y juveniles del brote epidémico de dengue de 2016 fueron muchos más que los oficialmente registrados. Termina recordando que las formas más graves del dengue se suelen presentar, en general, cuando el paciente se contagia de dengue por segunda vez.
Poco después, en 2020, en la ciudad de Córdoba, el Hospital de Niños de la Santísima Trinidad registraba 85 casos de dengue en niños de entre un mes y 15 años de edad. Estos casos también se registraron en verano y otoño: desde principios de enero hasta finales de mayo.
En este conjunto de pacientes, los síntomas más frecuentes fueron la fiebre, el dolor de cabeza y los dolores musculares. La erupción en la piel y el dolor abdominal también fueron frecuentes, así como la disminución de las defensas.
Ambos informes cuentan con el aval de la Sociedad Argentina de Pediatría y coinciden en mostrarnos una realidad que podría ser la que tenemos hoy. En efecto, tanto en la ciudad de Buenos Aires (en 2016) como en la de Córdoba (en 2020) se observaron numerosos casos infanto-juveniles de dengue, aunque seguro que menos de los que en realidad hubo puesto que se informa sólo de los casos atendidos en el hospital.
No constan registrados ni los niños atendidos en otros centros ni los que se quedaron en casa con fiebre. Y todos los casos en la temporada de verano y otoño. Pero para Santa Fe, 2024, se prevé dengue todo el año.
Entonces, podemos pensar que en Santa Fe está pasando algo similar: muchos pacientes con dengue, incluyendo bebés y niños, y adolescentes. Como todavía quedan al menos dos o tres meses de tiempo de máximo contagio, estamos a tiempo de tomar medidas.
Lo mejor, ya se sabe, es controlar la presencia del mosquito que transmite el dengue. Para ello se requiere protección anti-mosquito y eliminar toda acumulación de agua, por pequeña e inofensiva que parezca. A esto se le llama descacharrar.
Y para descacharrar, cada uno debe hacer lo suyo en su entorno, sea el patio de casa, sea la plaza del barrio, sea el agua de la calle, sea el agua del perro, de las plantas, etc. Me consta la incondicional participación de numerosos estudiantes y profesionales de enfermería, y de igual número de voluntarios desinteresados y de buena voluntad. No obstante, cada uno debe prestar atención a su entorno, y actuar en consecuencia.
Con un espíritu solidario, entre todos podemos tener controlado al mosquito que transmite el dengue. Como sería ingenuo pensar que lo podemos eliminar por completo, hay que mantenerse en guardia y descacharrar una y otra vez, las veces que sean necesarias. Sin esperar más ayuda que la de familiares y vecinos, ni más recompensa que la íntima satisfacción de estar contribuyendo al bien común.
Para información más detallada: Archivos Argentinos de Pediatría (Sociedad Argentina de Pediatría): "Brote epidémico de dengue en la ciudad de Buenos Aires: características clínicas y hematológicas de la infección en una población pediátrica" (2019) y "Estudio observacional de las características clínicas, epidemiológicas y de laboratorio en pacientes pediátricos con dengue de la ciudad de Córdoba" (2024).
El dengue grave
Sabemos que el dengue puede ser grave e incluso mortal. Y que el dengue grave es más probable en una segunda vez. Pero cabe remarcar con alivio que no hubo casos graves entre aquellos pacientes infanto-juveniles de Buenos Aires y Córdoba. Pero sí que los hay, y muchos, en el vecino país, Brasil. Huelga decir que el mosquito no respeta fronteras.
La situación del dengue en Brasil, con miles de casos graves y un centenar de casos mortales, ha llevado a la salud pública del país a comenzar la vacunación masiva y gratuita de la población. Es el primer país del mundo que lo hace.
Los chicos a partir de 10 años son en esto prioritarios. Han comenzado por la vasta periferia de Río de Janeiro, donde abundan los mosquitos, luego los casos de dengue. Usan la vacuna japonesa, de dos dosis, en espera de que el Instituto Butantán, una reconocida institución pública, tenga lista en 2025 su propia vacuna anti-dengue.
Cabe observar que mientras aquí se recortan recursos para alimentar dudosos objetivos, allá invierten aún más recursos con el objetivo de proteger a la población, empezando por los más vulnerables.
Recordemos que el mismo mosquito del dengue puede transmitir la fiebre chikungunya, provocada por el virus del mismo nombre, y de la cual hubo algo más de una decena de casos en Santa Fe, el año pasado. Y que también puede transmitir el virus Zika. Si éste afecta a una embarazada durante los primeros meses de la gestación, las consecuencias para el bebé, y para todos, pueden ser terribles.
Y recordemos también que este mosquito puede picar a cualquier hora del día, pero prefiere las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde. Su vuelo no va lejos, no más allá de 100 o 150 metros de donde nace, y esto quiere decir que pica a los que están cerca. He aquí entonces una vez más la importancia de descacharrar, puesto que quien te pica y te puede contagiar el dengue se desarrolló en un agua de por acá cerca.