Jueves 13.2.2025
/Última actualización 22:33
¿Qué soñaba Martin Luther King? ¿Eran suyos los sueños o de muchos? Se dormía con un sueño. ¿Se le podrá decir "el negro Luther King", o eso ya es ofensa? Susan Sontag era una soñadora... Hum. Patxi Andión, en un bello testimonial (canción/poema recitado), refiere a su padre a quien reivindica republicano en la España de Francisco Franco Bahamondes, caudillo de España por la Gracia de Dios y repite: "Porque no hay salvación, decías, si no es con todos (…)". El padre de Patxi se dormía con un sueño colectivo en la almohada. Puede ser.
Los argentinos… ¿tenemos sueños colectivos? No quisiera oír una de las dos respuestas posibles. El sueño de Javier Milei es el que tuvo cuando era niño ("Desperté de ser niño: nunca despiertes. Triste llevo la boca: ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma…"). Lo habrán leído, existe aún el sueño final de Miguel Hernández. Era un sueño de preso tuberculoso o de espíritu libre y universal. ¿Era un sueño?
¿Cuándo somos un pedacito suelto y un poquito de un todo? ¿Cuándo somos la vida en un ratito? Recuerdo a Julián Centeya definiendo a Borges: "Estoy seguro que de chico nunca rompió un vidrio". La infancia de Borges definió su vida. ¿Sí? ¿Somos la infancia deformándose?
Por casa cómo andamos…
Desde los 4 años que me mandaban a dormir… solo. En las vacaciones los viajes a las casas de los tíos -la pobreza tiene esos desarrollos- llegaba a la habitación de al lado, la más chica. Dormía solo. El que duerme solo piensa antes de dormir, a veces lo olvidamos pero algo se piensa. Hablo por mí. Calculo que cada quien piensa lo que su desarrollo le permite. Habrá quienes "páfate", caen y allí se quedan. No piensan.
Mi pensamiento era una pregunta, a veces dos. Qué encontraré cuando despierte, me podía dormir imaginando los distintos amaneceres. Imaginándolos llegaba el sueño. El último pensamiento disparaba para otra pregunta: saber si era el último del mundo o uno que corría con todos los demás. Era un nene solo o parte de una muchedumbre.
No puedo explicar los "porqué", pero mis razones del sueño eran esas: qué encontraré en el amanecer y con quien será la vida… con muchos o solo. He dormido en un calabozo, en un banco de estación, en una silla. Nada cambiaba las constantes. Viajando los sitios son otros, los ruidos, los alertas y las compañías. La humanidad pide sueño. No dormir era y es una tortura peor que la del hambre o la sed. Al menos igual.
Vivir despiertos
Macedonio dice otra cosa: "no toda es vigilia la de los ojos abiertos". Podemos creernos despiertos y vivir una ensoñación en mitad de la mañana. Ha sucedido. Es peligroso. En cierta ocasión, no hace mucho, estando fuera del sitio donde vivo la mayor parte del año un accidente cercano, una enfermedad cercana y una dolencia propia llevó a tres camas en sitios diversos en el mismo momento.
El arreglo distinto de los días, las diferentes formas de la salud (las enfermeras son buenas en todas partes, las estatales, las privadas, mas afectuosas las mas jóvenes) no alteraron la pregunta extendida. Acurrucado en un camastro, adormilado en una silla era igual. Dormir en una cama de hospital, cuidando un enfermo es una exigencia a la imaginación. Se prestan las horas y los días por una causa que nos excede o una obligación -es lo mismo- que no admite renuncias.
Pienso en el ayer y en la vigilia de Napoleón. Córcega. ¿Qué miraría? En San Martín, el láudano, la parihuela y la determinación. En Juan José Saer. En Cortázar. Todos salieron de una casa, un primer lecho y la obligación, el mandato trashumante los llevó. Los Cómicos de la Legua, de pueblo en pueblo en una carreta desvencijada y comiendo poco. Hoy, hoy mismo los circos. Los actores. Los jugadores de fútbol por el mundo.
Los raptados por comandos militares para exigir la paz mediante la violencia. Los que viven emigrando porque -podemos suponer- perdieron ese primer lecho o nunca los satisfizo. Cómo tienen en sus recuerdos, en su formación intelectual aquello que, por animales, nos es dado: la madre animal, el primer lengüetazo, la teta. Es pregunta. No hay respuesta.
El ida y vuelta
Cuanto tengo yo de humanidad y cuanto la humanidad me pide. No lo sé. Las cosas estaban cuando llegué y seguramente seguirán cuando deje de reclamar cómo será el amanecer y si será de los solos o de las muchedumbres. Aún me duermo con esa pregunta. Soy un soñador compulsivo del siglo que se fue. Qué cosas se acomodan a esta velocidad y este mensaje claramente diferente. ¿Son válidos los sueños colectivos?
Los que escriben piensan en muchedumbres de a uno. En muchísimos. Los que cantan lo hacen al aire para un oído imaginario a quien le agradará, rechazará, estará complicándose con el instante -sin repetición- del Sol, Do. Parece claro que Discépolo contaba sueños lindos y feos pero inatajables que aparecían al despertar o, acaso, al no llegar hasta el último pensamiento antes de dormir. Tiraba angustias por el aire diciendo escuchen… existen. George Brassens no dice que no tiene sueños, simplemente aclara que no jode a nadie con un camino personal, con sus propios sueños ("La mala reputación", acaso una de las mas bellas expresiones del anarquismo dentro del smog y el pernod).
"Así que, mientras los mosquitos zumbaban, y todo el crepúsculo espeso y gradual zumbaba entre los árboles increíbles, entre la grave y cargada vegetación y la arena cambiante y pesada, y los gritos, quejidos y silencios prenocturnos, comenzados a oír poco a poco después de ese momento de la tarde inmóvil en que no hay luz, ni oscuridad, ni gritos, ni nada, ni se ve ni se oye nada, supimos cómo el viejo Arce compró en doscientos pesos a Rosita Rolón al propio padre de ella, Cándido Rolón, unos años atrás, en la vereda misma del hotel, llevándosela después para su casa". ("Palo y hueso", 1961)
Beatriz Sarlo, asumiendo a Saer como lo que es, el más importante desde Borges -poeta y cuentista- hacia acá dejando ahí a Cortázar, elige este trozo para ubicarse y ubicarnos. ¿Qué soñaba la Sarlo cuando leía Saer, cerraba el libro y se iba a dormir? ¿Podía dormir el turco Saer después de este texto? ¿Podía dormir en Francia, tan lejos de esta compraventa, real o imaginaria de personas, de vidas, de sueños?
Los hombres públicos derivan sus sueños. Un escritor. Un general. Un futbolista. Todos recibimos con mayor o menor incandescencia ese brillo de los héroes. El compilador, el "censurador" de sueños individuales es ese Universo Alto, sin cuerpo, donde algo de nosotros sube y se queda. Siempre sube y, obvio, el mandato es que se quede y sume. Hay una sumatoria sin cuerpo donde cada uno de los pequeños sueños individuales, de jergón, de estopa, de cobijas tibias o cuadrado King Size de dos metros por dos metros se despatarra y termina respirando acompasadamente.
La brújula imantada
Estoy en un mundo donde ya se usa la técnica del anonimato y la suma: Cien mil personas determinan, con una pregunta, qué cosa es valiosa. No importa si, efectivamente, tiene tal característica. Preguntar es condicionar. Sumar preguntas es marcar tendencias. Muchas menciones indican valor. Algo cambió. Todo aquello leído, recordado, todo aquello que integra el olvido personal con el que vamos del día a la noche, remite a los sueños individuales y colectivos. Que queda de nuestros amores pregunta Charles Trenet. Una vieja foto, sostiene. A veces ni eso. ¿Somos ese sueño de un tonto…?
Una inmensa fantasía es la que acomete cada tanto, esa fantasía es una pregunta. Me pasa o sucede con muchos, con todos. Somos los que aún estamos, como conjunto, los que soñamos despertarnos juntos o el mensaje fue claro y definitivo: creíamos que se podía un sueño común, despertar mejores y cercanos pero es no. Cada quien con su boleto.
Los que duermen cuidando a otro, como los que duermen soñando un mañana mejor y corporativo deberían ser los que deciden nuestro día. No sucede. Somos individuales y estamos como se ha resuelto: durmiendo lejos de un sueño popular. Los sueños individuales resuelven el imaginario colectivo y debo cerrar los ojos.
En Argentina, la sensación -es propia, claro- es que estoy durmiendo lejos, tal vez integrando una tribu de solos. Juego en el equipo de Renato Descartes. Dudo. Todo el periodismo debería ser un virulento cartesiano. Tal parece que no estamos lejos de Alfonsina: "Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera…". En Argentina no estamos durmiendo el sueño que pretendíamos. Es otro. ¿Y eso es bueno o es malo? No lo sé, soy periodista, hago las preguntas. Estamos aferrados a un madero: esto es lo que votamos.