Ahora que comenzaron las clases, conviene tener presente que empezar dos días antes o dos días después es un debate que no conduce a nada constructivo, porque lo que importa es el contenido del día escolar más que el número de días escolares.
Ahora que comenzaron las clases, conviene tener presente que empezar dos días antes o dos días después es un debate que no conduce a nada constructivo, porque lo que importa es el contenido del día escolar más que el número de días escolares.
Tampoco se trata de mirar con lupa si aprende más un alumno de acá, o menos un alumno de allá, puesto que los contenidos no deben ser uniformes, sino que se deben adaptar a la realidad de cada escuela, de cada barrio.
Y lo más importante, que demuestra que la verdad no está ni acá ni allá, sino en el corazón de cada escuela. El año lectivo que se cursó con escuelas cerradas, sin duda un error por copiarle al vecino, dejó tantas consecuencias sociales y de salud física y mental que quedó bien a la vista que la escuela no es sólo una institución educativa. Sino que tiene un componente, luego una función, luego una responsabilidad, tanto social como en relación a la salud física y mental de los alumnos.
Es necesario aprender la lección, y no volver a lo de siempre como si nada hubiera pasado. Hay que analizar la experiencia de cada escuela, de cada barrio, para diseñar en consecuencia las nuevas actividades que resultan de esta experiencia.
Entre éstas sobresalen los temas de salud escolar. Ya hemos visto cómo completar los años escolares implica mejor salud y mejores perspectivas de desarrollo, tanto del individuo como de la comunidad donde éste nace, crece y se desarrolla, y entonces contribuye al bienestar común.
Siendo así que la escuela es un efector de salud, imaginemos cómo podría funcionar el consultorio escolar. Allí, una enfermera, preparada y entrenada en las artes de la salud escolar, atiende, trabaja durante todo el horario. Y un médico, también preparado y entrenado para esto, atiende dos horas al día.
La función del consultorio escolar es sobre todo preventiva, aunque también soluciona las incidencias de cada día. Como llevar control de las vacunas de todos los alumnos (y del personal docente y no docente), saber a quién le falta qué vacuna, y no hablo de la vacuna anti-covid, que hoy es secundaria, sino de las vacunas del Calendario de Vacunación Infantil, del adolescente y del adulto, que son más importantes.
A quien le falte una vacuna (niño, adolescente, adulto) la recibe en el consultorio escolar, y así todos están bien vacunados. La enfermera escolar (o las enfermeras escolares, según el tamaño de la escuela y la complejidad de las materias a controlar) llevan también un control de peso y estatura de todos los alumnos, y esto implica que saben qué comen y qué no comen.
También están al tanto de los alumnos problemáticos, para ayudarlos a dejar de serlo. De los que faltan o llegan tarde y por qué, de los que están sucios y por qué. Del que ya no viene. De los que se duermen en clase, de los que no aprenden. De los adolescentes díscolos, de los que están en riesgo de consumo de alcohol o drogas, de engendrar un bebé o de sufrir depresión o anorexia, o abuso, entre otras variables.
Toda esta información se registra y luego se analiza, y el resultado es una foto fiel de los problemas que afectan a los chicos y jóvenes del barrio. Esta foto tiene gran valor, y es propia de cada barrio porque procede de cada escuela.
Estas enfermeras también tienen capacidad para determinar la agudeza visual de un alumno, y saben por tanto a quién derivar al oculista. Más que enviar a casa al niño que tiene fiebre, la enfermera le administra paracetamol y luego lo atiende el médico.
Saben qué hacer en caso de vómitos o diarrea, y evitan así una deshidratación. Y saben separar una tos catarral de una tos por bronquitis, y tienen salbutamol a mano. Y mil cosas más.
La enfermera escolar es un gran profesional de la salud, con autonomía para ciertos diagnósticos y para ciertos tratamientos. En ningún caso es la ayudante del médico, sino que ambos tiran por igual del carro de la salud escolar. El objetivo es que el alumno continue siendo alumno hasta recibirse, y no se trata de cuestionar si aprendió poco o mucho. Se trata de que salga preparado para el tipo de vida que el capricho de la vida le tenga reservado.
Ya comenté antes esta cuestión en esta misma columna. Pero ahora me permito insistir, puesto que de la escuela depende, en buena parte, que se pueda combatir sin violencia la inseguridad, y sin explotación la pobreza.
Las numerosas escuelas de enfermería que se están creando, a cuál más valiosa y necesaria, son una magnífica oportunidad para formar a las nuevas profesionales que la escuela necesita. Si estas escuelas se pagan con dinero público, lo lógico es que apunten al sector público, más que al privado. Y sería fácil agregar las materias de la enfermera escolar, y las prácticas correspondientes.
Hay que entender que las cosas no pueden volver a ser como eran, sino que deben mejorar. Para ello, lo más valioso son las personas honestas, sinceras y de mentalidad flexible.
La enfermera escolar está al tanto de los alumnos problemáticos, para ayudarlos a dejar de serlo. De los que faltan o llegan tarde y por qué, de los que están sucios y por qué. Del que ya no viene. De los que se duermen en clase, de los que no aprenden.
El objetivo del consultorio escolar es que el alumno continue siendo alumno hasta recibirse, y no se trata de cuestionar si aprendió poco o mucho. Se trata de que salga preparado para el tipo de vida que el capricho de la vida le tenga reservado.