"Mi conclusión provisoria es que ni el repunte de la inflación previsto para febrero y marzo, ni las actuaciones legales aquí y en Estados Unidos por la historieta del memecoin, ni la introducción de uno o dos jueces por la ventana de la Corte Suprema de Justicia, ni el decretazo tendiente a ocultar las condiciones del nuevo endeudamiento con el Fondo Monetario, acelerarán en forma decisiva el reloj de Milei".
El texto puede parecer a primer golpe de vista una declaración o un diagnóstico escrito por un defensor de La Libertad Avanza y su gobierno, en la media en que insiste en que más allá de errores e incluso de escándalos, Milei controla el poder y no serán estas "nimiedades" los que vayan a alterar esta relación.
Sin embargo, esta opinión no la escribe Laje, o Márquez, por el contrario está firmada por Horacio Verbitsky en uno de sus habituales y recientes editoriales publicadas en su diario digital "El cohete a la luna".
Conocedor de las relaciones de poder, de las debilidades y fortalezas de los contrincantes, de la experiencia obtenida en otras conspiraciones, arriba a conclusiones que no le podrán gustar pero no por eso son menos reales.
Como para disipar dudas respecto de sus preferencias, deseos u objetivos políticos, agrega a continuación: "Tampoco parece posible, ni deseable, un juicio político que colocara al frente del gobierno a Victoria Villarruel. La movilización popular en las calles, masiva y no por cuentagotas, no por tal o cual atropello oficial, sino por hartazgo hacia su crueldad e ignorancia y por la acentuación de su incipiente pérdida de aceptación colectiva, podrían lograrlo. La pregunta sin respuesta es cuán cerca o cuán lejos estamos de ese momento".
La pregunta, claro está, no tiene respuesta por ahora, pero pone en manifiesto que, según su buen criterio, a Milei solo se lo podría derrotar cuando una mayoría significativa de la sociedad, "harta de su crueldad e ignorancia", decida salir a la calle.
Queda claro, entre otras cosas, que para Verbitsky es absolutamente legítimo derrocar a un gobierno constitucional a través de la movilización callejera de una opinión pública debidamente soliviantada en contra de Milei.
En este punto, Verbitsky no piensa de manera muy diferente a lo que piensan los kirchneristas y una mayoría de peronistas para quienes un gobierno que no pertenezca a su signo político debe correr la suerte que corrieron la mayoría de los gobiernos no peronistas en este bendecido país.
No me consta que las profecías de Verbitsky sean certeras, pero en principio me animaría a decir que estas últimas semanas el gobierno "libertario" aprobó las asignaturas pendientes, no con las mejores notas, pero con el puntaje necesario para sentirse cómodo en el lugar que le asignó la voluntad popular.
Las variables económicas están controladas por ahora y, como pudimos verificar en estos días, "la calle" es del gobierno.
Alguien podrá decir que el esquema de poder está atado con alambre o que la tersura del cielo está amenazada por tormentas que se anuncian en la línea del horizonte. Podrán decir eso y mucho más, pero la frase no tiene más consistencia que la que le otorga el deseo.
Los profetas habilitados por los dioses para predecir furias desatadas o días venturosos en nombre de ese talismán que se llama " saber económico" suman discordias que para el desamparado vecino no le dicen nada que no hayan escuchado.
Conclusión: el presente exhibe sus habituales incertidumbres y el futuro sigue siendo una incógnita que los profetas de furiosas tempestades no logran despejar.
La última partida ganada por los libertarios es el voto de diputados para un acuerdo con el FMI del cual se sabe poco y nada. En realidad, nunca se sabe demasiado de los acuerdos que los gobiernos argentinos firman con esta institución de la cual ingresamos como socios en 1956 y bajo los auspicios de la Revolución Libertadora muy bien asesorada entonces por Raúl Prebisch.
Con Aramburu se firmó el primer acuerdo; después vinieron tres stand by con Frondizi y de remate otro con Guido. Los argumentos o las justificaciones de hace casi setenta años reverbera un eco, una melodía familiar:
Terminar con la inflación, estabilizar los precios y asegurar el equilibrio fiscal. Desde 1962 en adelante no hubo gobierno, civil o militar, democrático o autoritario, que no haya firmado acuerdos con el FMI invocando, palabras más, palabras menos, las mismas razones. Dos acuerdos con Onganía y cuatro con Videla.
En los tiempos de Alfonsín y Menem se firmaron diez acuerdos a cinco por barba. Si la memoria no me falla, en el 2005 el entonces presidente Kirchner canceló la deuda, por lo que dejamos de endeudarnos con el FMI para endeudarnos con Venezuela y a una tasa de interés mucho más alta.
El FMI es una consecuencia de los tratados de Bretton Woods apenas concluida la segunda guerra mundial las malas lenguas con sabor liberal aseguran que fue una creación de John Meynard Keynes, motivo por el cual de entrada nomás se ganó las furias de los grandes popes de la escuela de Austria y de Chicago quienes no vacilaron en criticarlo en todos los tonos y registros posibles.
Quienes vivimos los tormentosos años de la Guerra Fría nos hemos acostumbrado a considerar imputable al FMI todas las pestes que han llovido sobre los agobiados pueblos del Tercer Mundo. "Banca usurera", "garrote del imperialismo", " gerente de las multinacionales", " responsables del hambre y la miseria de las masas oprimidas". Y siguen los cánticos.
La verdad sea dicha, algunos méritos hicieron los gerentes de esta burocracia del capitalismo globalizado para ganarse estos epítetos.
Lo que queda claro es que en el más suave de los casos el FMI nunca fue, ni se le ocurrió ser, una institución de beneficencia, y que las supuestas recomendaciones de sus sabios funcionarios en muchos casos agravaron la situación y las consecuencias de estos errores las pagaron con sed y hambre los pobres y las clases medias.
No concluyen acá los malentendidos. En muchos casos a las clases dirigentes que tomaban estos préstamos les resultaba muy cómodo responsabilizar de sus desaguisados internos al FMI, devenido en el malo de la película por pretender cobrar en tiempo y forma. Al respecto, algunos datos conviene puntualizar.
Argentina es socia del FMI y los préstamos los obtiene por esa condición.
Como todo prestamista, el Fondo pone condiciones para asegurarse de que le devuelvan lo que le deben. Esas condiciones son rigurosas y responden a la lógica económica del denominado neoliberalismo.
Esa lógica sin embargo no es lineal e incluso admite variaciones. Por lo menos en la letra chica los ajustes recomendados tienen límites relacionados con aquello que los pueblos puedan soportar. Preocupaciones por la pobreza, la desocupación, el estancamiento económico, están presentes en los informes.
En los últimos tiempos se ha llegado a decir con tono zumbón que el FMI está a la izquierda de algunas recetas ortodoxas alentadas por fracciones dirigentes locales. Aunque parezca alucinante y alocado, economistas de los cuales Milei se considera discípulo, han acusado al FMI de keynesiano y socialista. Malaya con las vueltas de la vida.
Algunas consideraciones elaboradas por economistas del FMI, nos ponen los pelos de punta y me imagino cómo las vivirán Javier y Karina.
Escuchen o, mejor dicho, lean: aplicar un impuesto global a multinacionales; la inflación es un fenómeno multicausal; la concentración económica es un problema y puede generar márgenes adicionales que impactan en precios y en la competencia; mantener una política fiscal expansiva y realizar transferencias monetarias directas a los hogares pobres. Chan chan.
No se me escapa que muchas de estas parrafadas son letra muerta, pero lo escrito, escrito está. En todos los casos, las negociaciones que los gobiernos realizan con el Fondo son duras, las soluciones incluyen exigencias difíciles de asimilar.
Lo que la experiencia de las últimas décadas nos enseña es que el FMI nunca prometió soluciones sin una contrapartida de exigencias; que sus errores no liberan, no deberían liberar, de responsabilidad a nuestros dirigentes. Veremos que ocurre con este nuevo acuerdo que, según parece, recién se está empezando a negociar.
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