Pasado mañana, la ciudad de Santa Fe y lo que queda de su jurisdicción originaria -la actual provincia homónima-, cumplen 448 años. La urgida decisión de su fundador, el capitán Juan de Garay, se produjo luego de un conflictivo encuentro con el flamante fundador de Córdoba de la Nueva Andalucía, Jerónimo Luis de Cabrera, quien luego de bocetar con rapidez el embrión urbano en tierras del Quisquisacate comechingón, se apresuró a señalar un puerto fluvial que le diera salida al Atlántico a ese poblado de tierra adentro.
Así, marchando al sureste, llegó hasta los restos del fuerte Sancti Spiritus, erigido por Sebastián Gaboto en 1527, donde señaló el futuro puerto de San Luis, anticipándose a Juan de Garay, que navegaba aguas abajo desde Asunción del Paraguay con similar objetivo. Sin saberlo, ambos iban hacia un encuentro histórico que modificaría los iniciales propósitos de ambos.
El avistamiento de sendas tropas se produjo en cercanías del asentamiento timbú del cacique Corondá, cuando, según las crónicas de época, los habitantes primigenios preparaban un ataque contra la hueste de Garay. En esa instancia, la caballería de Cabrera, que proseguía sus exploraciones, dispersa a los guerreros timbúes, y luego de una primera alegría, celebratoria de esa impensada confluencia de españoles, surge el conflicto jurisdiccional sobre tierras que ambos pretendían; desacuerdo en el que la astucia le permitirá a Garay ganar tiempo, pero a la postre tendrá efectos sobre ambas jurisdicciones, nacidas en 1573 de la dinámica de la conquista.
Ocurre que Cabrera tenía un rango señaladamente superior al de Garay. Francisco Álvarez de Toledo, quinto virrey del Perú, lo había nombrado gobernador del gran territorio del Tucumán, Juríes y Diaguitas, designación que blandió ante el capitán vasco, que sólo contaba con el mandamiento del provisorio teniente de gobernador asunceño, Martín Suárez de Toledo. Cabrera aspiraba a extender su jurisdicción hasta la ribera del Paraná, porque su plan incluía, luego de consolidar la posta fluvial de San Luis, la refundación de Buenos Aires como antesala del Atlántico, vía náutica que reducía sustancialmente los costos logísticos de la comunicación con España. Su esquema geoestratégico se sobreimprimía al plan de Garay, impedido de explicitarlo en esa tensa circunstancia. Pero el vasco improvisa una jugada que Agustín Zapata Gollán califica como la primera mentira política en el Río de la Plata (aunque seguramente hubo anteriores en la convulsa Asunción del Paraguay). Le dice al andaluz que ya había fundado una ciudad aguas arriba, en virtud de los derechos que, sobre la cuenca, el rey Felipe II le había otorgado al tercer Adelantado del Río de la Plata, don Juan Ortiz de Zárate, su pariente, quien en ese momento navegaba desde España con su armada.
La discusión jurisdiccional queda trabada. Garay remonta el río hasta su campamento base, y con rapidez lo convierte, mediante los rituales posesorios de práctica, en la ciudad de Santa Fe. Cabrera vuelve grupas hacia el Quisquisacate, donde completa las primeras acciones fundacionales de Córdoba con las designaciones que le dan cuerpo al Cabildo. La "república de ciudadanos" queda así constituida, lo que de acuerdo a los estudiosos del derecho indiano debe entenderse como el acto de perfeccionamiento de la comunidad política, que legitima el alcance de sus decisiones en el espacio jurisdiccional.
La litis proseguirá largo tiempo, hasta que un fallo superior le dé la razón a Santa Fe. Córdoba retraerá su límite oriental, pero no tanto como aspiraba Santa Fe, y además quedará encerrada en su condición de futura provincia mediterránea (aunque en la evolución de los tiempos se integrará económicamente con Santa Fe, y la mayor parte de su producción saldrá al mundo por los puertos de nuestra provincia). Entre tanto, la ciudad fundada por Garay quedará establecida en un lugar diferente al planeado, con dificultosas barreras físicas para su comunicación con Córdoba, Cuyo y Chile al oeste; Tucumán, Salta, Jujuy, el Alto Perú y Perú, al noroeste. Por esa razón principal, entre muchas otras, será trasladada al sitio actual entre 1650 y 1660, donde se le agregará al nombre originario el aditamento "de la Vera Cruz".
Pero esto ocurrió ocho décadas después de aquel comienzo perturbado por disputas territoriales. Cabrera había muerto en 1574, asesinado por su sucesor, Gonzalo de Abreu, luego de un breve y falso juicio realizado en Santiago del Estero. Garay, en cambio, lograría consumar el sueño compartido de refundar Buenos Aires. Lo hará el 11 de junio de 1580 con el nombre de "Ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre". Desde ese momento, Santa Fe se convertirá en el antemural defensivo de las invasiones indígenas procedentes del norte. Esa será durante largo tiempo una de sus funciones principales. La otra, servir de enlace comercial entre Asunción del Paraguay, el Perú y el Alto Perú (Lima, Charcas y Potosí). También, hacia el oeste, con Córdoba, Cuyo y Chile. La conjunción de ambos propósitos llevará a que a la primera ciudad-puerto de la actual República Argentina, obtenga de la Real Audiencia de Charcas, en 1739, un excluyente privilegio portuario para el movimiento comercial de los productos paraguayos (en primer lugar, la yerba mate) con la consiguiente percepción de impuestos que permitirán sostener la línea de fortines ubicados al norte, en una línea que corría de este a oeste.
En 1780, la referida preferencia portuaria será suspendida por Juan José de Vértiz, titular del Virreinato creado cuatro años antes con sede en Buenos Aires, quien, además, en 1782 escindirá a la actual provincia de Entre Ríos de la originaria jurisdicción de Santa Fe, en la que había permanecido durante más de dos siglos. Fueron dos rotundos golpes en el espinazo económico de la ciudad trasplantada, con grave afectación de sus intercambios comerciales y de sectores asociados con los modos del transporte de las mercancías, como los astilleros y la producción de carretas. En pocos años, Santa Fe perderá al menos el 30 por ciento de su población más dinámica, verá la emigración de representantes comerciales de otras regiones y el traslado de muchos de sus pobladores a la Villa de la Bajada (actual Paraná) y a la Villa del Rosario (ahora, la pujante ciudad del sur territorial).
No obstante, una acerada voluntad de resistir la mantendrá, aunque enclenque, de pie. Importantes figuras del comercio, como Bartolomé Diez de Andino y su hijo Manuel, primero, y Francisco Antonio Candioti, después, le irrigarán con sus actividades pulsos de vida. Y luego, en el plano político-militar, la figura del brigadier general Estanislao López la sostendrá en un lugar visible dentro del mapa de las Provincias de Río de la Plata, agitado por sucesivas guerras civiles.
Al cabo, una vez más, Santa Fe se alzará como referencia de construcción nacional con la firma de cada uno de los pactos preexistentes mencionados en el Preámbulo de la Constitución, y como sede del Congreso General Constituyente de 1853 y sus principales reformas: la de 1860, que restituye la integridad territorial de la Confederación con la reincorporación de la provincia de Buenos Aires; y la de 1994, que, por su inédito arco de representación, permite calificarla de ecuménica.
Lo demás, con sus claroscuros, es más conocido. Hoy importaba rescatar memorias que la encumbran como una tenaz integradora de ciudades dispersas mediante la manifiesta vocación de "abrirle puertas a la tierra", en tiempos de la colonia. Y como una inclaudicable promotora de la Organización Nacional en el siglo XIX. Por estas razones, loor y reconocimiento a Santa Fe en su nuevo cumpleaños.
La preferencia portuaria será suspendida por Juan José de Vértiz, titular del Virreinato creado en Buenos Aires. Y en 1782 escindirá a la actual provincia de Entre Ríos de la originaria jurisdicción de Santa Fe, en la que había permanecido más de dos siglos.
Santa Fe perderá al menos el 30 por ciento de su población más dinámica, verá la emigración de representantes comerciales de otras regiones y el traslado de muchos de sus pobladores a la Villa de la Bajada (actual Paraná) y a la Villa del Rosario.