Quien quiera mirar más allá podrá ver fácilmente que la madre determina en gran medida el devenir del hijo. Podrá ver, por ejemplo, que si la madre terminó en su momento la escuela primaria, lo más probable es que el hijo también la termine. Igual pasa con la secundaria. Es una buena herencia.
Pero si la madre no terminó en su momento la primaria o la secundaria, es probable que el hijo tampoco la termine. No es culpa de la madre ni del hijo, sino del entorno.
Ya se sabe que poca escuela equivale a pocas perspectivas; es decir, a más pobreza. Luego más inseguridad, más violencia. Entonces, es evidente que tenemos que procurar que las chicas terminen la primaria y la secundaria, porque de esta manera mejoran sus propias perspectivas y la de sus hijos, cuando los tengan. Y si mejora quien está mal, todos salimos ganando.
Escuela y salud determinan el futuro de todos porque determinan el desarrollo económico y social de un sector cada vez más numeroso de la población santafesina. Tenemos que mejorar el patrimonio de las chicas para que puedan dejar mejor herencia.
También se observa que quien no terminó la escuela suele formar pareja con quien tampoco la terminó, y es probable que el hijo de ambos tampoco la termine. Y es así como la pobreza, y todo lo mucho que trae consigo, se perpetúa, pasa de generación en generación.
Así se hace fácil entender que hay que actuar sobre la voluntad y la capacidad de las instituciones educativas (primarias, secundarias y terciarias) de ser realmente artífices del desarrollo, luego de la paz y la armonía.
En este contexto son bienvenidas las acciones que se orientan en el sentido de evitar, o revertir el abandono escolar, puesto que ya se sabe que el abandono escolar implica que encontrar trabajo será luego difícil, o incluso imposible. Y fácil es imaginar qué alternativas, laborales y sociales, quedan entonces disponibles para la chica o el chico que dejó las aulas y nadie salió a buscarlo.
Todo lo que promueva la escuela, y todo lo que en el seno de la escuela se haga, es apostar por el futuro de los escolares y de los hijos que en su momento tengan. Y es apostar por el futuro de todos, en consecuencia. Mientras que aquello que a la escuela le reste valor, o le distorsione la imagen que de ella tienen los alumnos y los padres, es miserable.
La relación entre escuela y desarrollo socio-económico es un tema estudiado y que se continúa estudiando, tanto en países que están bien como en países que están mal. Las conclusiones siempre apuntan a lo que ya sabemos: la formación es la base del desarrollo. El concepto de escuela incluye aquí a todas las instituciones educativas y de formación profesional.
Pero como las escuelas no son todas iguales, puesto que no son iguales ni los alumnos ni sus padres, ni los docentes, ni lo es el barrio donde está, cada escuela debe reservarse una cierta autonomía, un porcentaje de libertad para cambiar ciertas materias formales por otras más prácticas. Y para abrir la institución durante los fines de semana para allí desarrollar actividades lúdicas para unos, y cursos de formación para otros.
La escuela abre la única puerta que permite salir adelante. Y debe abrirse a más. Chicos en la calle deambulando, y cerrado el patio, cerrada la escuela, es sin duda una herida que sangra, y que a todos nos avergüenza.
La escuela, sin embargo, no duda en abrir sus puertas, y en domingo, para procesos electorales que nada tienen que ver con la infancia. Entonces me pregunto, por ejemplo, por qué no se abren ahora a vacunar a los chicos de 13 meses a 4 años, si al fin y al cabo estos chicos son o serán alumnos de la escuela.
Las vacunas son necesarias porque previenen la enfermedad, y la enfermedad lastra el desarrollo individual, de la familia y de la comunidad. No obstante, cada vez son menos los chicos que en Argentina están bien vacunados. Según datos oficiales, un chico de cada cinco no está correctamente vacunado.
En efecto, los porcentajes de vacunación infantil vienen bajando desde 2009, y lo hacen a un ritmo rápido y peligroso. Por ejemplo, la cobertura vacunal (porcentaje de niños vacunados) era del 90% en 2019, pero en 2020 ya había bajado al 80%, un porcentaje que se considera bajo, insuficiente para estar tranquilos y seguros. Por tanto, la población infantil está hoy en riesgo, es vulnerable a la reaparición de las enfermedades que se pueden prevenir con vacunas. Entonces, hay que vacunar.
Bienvenida es la campaña de vacunación infantil en la cual estamos. Es bienvenida porque es necesaria. Convido a todas las madres y a todos los padres a vacunar o revacunar a sus hijos. Es una buena herencia.
Y convido también a los vecinos, a preguntar si este chico que corretea por acá está bien vacunado. Y tanto si parece que lo está como si parece que no lo está, por favor, vayan hoy al vacunatorio.
Cada chico de 13 meses a 4 años debe recibir las dos vacunas. En un brazo, la vacuna triple viral (contra sarampión, rubéola y paperas) y, en el otro, la vacuna contra la polio (poliomielitis, o parálisis infantil). Estas dosis son independientes de las dosis anteriores; es decir, conviene vacunarse aún en el caso de estar bien vacunado según el calendario nacional de vacunas.
La última campaña de vacunar contra el sarampión (y rubéola y paperas) fue en 2008. Se usó la misma vacuna triple viral que se está usando en esta campaña. Se vacunaron algo más de dos millones y medio de chicos de 1 a 4 años, lo que significó una cobertura vacunal de casi el 89%.
Ahora, con esta campaña, tenemos que superar este porcentaje. El objetivo es alejar la posibilidad de un brote de sarampión o de poliomielitis, y alejar también la posibilidad de que reaparezca el síndrome de rubéola congénita.
Sarampión, polio y rubéola son enfermedades de muy triste recuerdo. Hoy están controladas en Argentina, pero pueden reaparecer, y lo pueden hacer por dos motivos:
Primero. Hay casos de estas enfermedades en países limítrofes, países hacia el cual viajan muchos argentinos que, de manera involuntaria, podrían reintroducir, al volver, estos virus en el país. Por lo tanto, Argentina está en riesgo de presentar un brote de sarampión, rubéola o polio.
Segundo. El porcentaje de vacunación es bajo en Argentina, y esto significa que la población, tanto de chicos como de adultos, está expuesta a la reaparición de estas tres enfermedades. Y las tres son graves, carecen de tratamiento y se pueden prevenir con la vacuna.
Recordemos que la vacuna triple viral puede producir fiebre, más o menos en un chico de cada diez. Esta fiebre suele presentarse entre los 5 y los 12 días posteriores a la vacuna.
Más información en: "Lineamientos técnicos. Campaña nacional de vacunación contra sarampión, rubéola, paperas y poliomielitis, 2022", editado por el Ministerio de Salud y la Organización Panamericana de la Salud. Pese a lo que sugiere el título, el texto es fácil y accesible, y es gratis en Internet.