Esta historia arranca desde los orígenes del mundo y con la primera pareja que lo habitó. Allí, en el Jardín del Edén, sucede la primera de las tentaciones.
Sobre las tentaciones.
Esta historia arranca desde los orígenes del mundo y con la primera pareja que lo habitó. Allí, en el Jardín del Edén, sucede la primera de las tentaciones.
El Señor había preparado ese paraíso en la tierra. Y para que todo fuese más completo y perfecto también creó al hombre y para que no estuviese solo, nació Eva, de la costilla del hombre.
Todo era para ellos, menos el árbol que crecía en el medio de esa naturaleza fulgurante. De él no podían tomar ni uno solo de sus frutos. Era el árbol del bien y del mal.
La serpiente estaba atenta para la maldad y con lengua sibilina sembró la duda, la tentación y la curiosidad en la mujer, que arrancó varios frutos y le dio de comer a Adán.
Así el primer pecado se instaló en el mundo, en forma de fruta.
Cuando Yavé interpeló a Adán, éste respondió a la defensiva: -La mujer que me diste por compañera me dio el fruto de ese árbol, y yo comí. (1) (Como vemos, el anterior presidente tuvo un ilustre maestro, ya Adán le echaba las culpas a otro).
En el Libro no dice qué fruta fue la del traspié. Pero siempre se culpó a la manzana.
Una manzana mordida es el símbolo de la tentación. Grandes pintores del Renacimiento pintaron a Eva comiendo una manzana. Pero, ¿la pintaron con o sin ombligo? Ríos de tinta han corrido. Ni Adán ni ella debieron haber tenido, pues no habían nacido de mujer, pero si Yavé los creó perfectos y ya terminados ¿No habrán poseído "esa tortuosidad o complicada nudosidad que solemos llamar Ombligo"? (2)
Así la manzana, se convirtió en epítome de ser una gran seductora.
La Chrevrolet supo tomar esa idea para lanzar la Chevy en 1989. Para la historia automotriz argentina, es el símbolo de la gran tentación. Y la mayoría de los Chevrolet, Chevy o no, pegaron en la luneta trasera, una manzana a la que le faltaba un bocado. Renault no se quedó atrás y a su nuevo modelo lo presentó como "el que come manzanas".
Pero no terminan acá los "sucedidos" de tan hermosa fruta. Pues las manzanas rojas o doradas fueron el fruto de la tentación y la ira.
Eran los desposorios de Peleo y Tetis, él, mortal amado por los dioses, ella la bella nereida Tetis, quien fue madre de Aquiles, uno de los héroes que combatió para vencer a Troya..... y todo se va entrelazando en esta historia.
A esos esponsales estaba invitado el Olimpo completo, menos Eris, detestada por todos pues era envidiosa, propensa a la ira. Pero Eris, enterada de que había sido dejada de lado, mascullaba su venganza.
La fiesta se desarrollaba en medio de la alegría general. Los dioses habían acudido y Dioniso se multiplicaba escanciando buen vino y ambrosía, cuando se abrió la puerta con un fuerte golpe. A todos llamó la atención, pues Céfiro estaba allí y Eolo había dejado bien atados a los vientos fuertes.
Y así se hizo presente Eris. Caminó despacio hasta la mesa, aumentando el suspenso de lo que vendría. Llevaba una canasta finamente trenzada, como las que usaban los que reunían víboras venenosas y entonces, introdujo su mano en ella y sacó una resplandeciente, bellísima manzana de oro. Y exclamó: -¡Traigo mi regalo para la diosa más bella que está presente! Y mostró la increíble joya que tenía una leyenda grabada en su superficie: "Pertenezco a la diosa más bella".
Todos conocían la antigua disputa entre Hera, Atenea y Afrodita, celos por ganar en hermosura a las otras.
Hera estiró rápidamente el brazo para apropiarse de la manzana, pero al unísono Afrodita y Atenea intentaron quedarse con el premio.
Eris sonrió feliz. La venganza se cumplía tal como la había planeado.
Zeus, precavido, viendo que su esposa Hera no estaba dispuesta a ceder, dijo que recurrían a un juez imparcial para que arbitrara. Lo mandó llamar a Paris, el príncipe troyano.
Cuando éste se hizo presente, Zeus le ordenó que entregara la manzana de oro a la diosa que él considerara la más hermosura.
Paris tomó la manzana y paseó la mirada sobre las tres. Era muy difícil la decisión. Viendo sus dudas, Hera se despojó de sus vestimentas, Afrodita dejó caer suavemente al suelo su peplo y Atenea fue deslizando sus manos por la brillante túnica hasta quitársela completamente.
Pero nada de esto ayudó a Paris en su elección. Seguía callado, dubitativo. Así que Atenea se acercó y le dijo: -Paris, si yo soy tu elegida haré de ti el hombre más sabio del mundo. Y tu sabiduría y sagacidad será reconocida por los hombres y los dioses.
Hera, viendo que Paris podía ser tentado, le ofreció entonces ¡Poder!, todo el que pudiera desear.
Entonces Afrodita, decidió jugar una fuerte baza. Se acercó tentadora y le dijo:
-Paris, has deleitado tus ojos con nuestra belleza ¿Qué decidirías si yo te prometo que haré que la mujer más hermosa que existe, cuya belleza hace empalidecer la de una diosa, se enamore de ti y sea tuya? Entonces Paris se decidió. Entregó la manzana de la discordia a Afrodita.
Las cartas fueron echadas. Paris conoció en Esparta a Helena, esposa del rey Menelao y se enamoró perdidamente. ¿La secuestró? ¿Ella huyó con él? Nadie lo sabe. Los griegos se unieron y llegaron a Troya. Y la enorme ciudad estado que jamás había sido vencida, desapareció para siempre.
Es la que desde el siglo XIX, de la mano de los hermanos Grimm, nos enseñó a todos los niños a no aceptar nada de extraños.
Blancanieves era tan bella que su madrasta no soportaba que hubiese alguien más hermosa que ella. Y del terrible destino de la niña y luego adolescente, todas las generaciones nos enteramos.
La madrasta tenía poderes de bruja y así logró envenenar la parte roja de una manzana. Se la ofreció a Blancanieves, en la seguridad de que la manzana la tentaría a desobedecer los consejos de los siete enanitos. Con el primer bocado, la niña cayó muerta. El desenlace es conocido por todos. El príncipe enamorado, la rescató.
Deméter, la diosa griega de la agricultura, protectora de la tierra umbría y de la maternidad, tenía una hija bellísima que fue secuestrada por Hades, dios del inframundo. Cuando Deméter llega en rescate de Proserpina, ésta, tentada por el rojo brillante de una granada, había aceptado comer unos granos. Y quien comiese aunque fuera una sola vez algo en el Averno, no podía abandonarlo para siempre.
Así que Zeus negoció con Hades para que Proserpina viviera seis meses con su madre y otros seis en el país de los muertos. ¿Tuvo algún otro poder esta fruta? Porque Proserpina en el medio año que pasaba arriba era una joven amable, ayudaba a que los cereales granaran, a que los árboles dieran sus frutos y que la primavera y el verano prodigaran felicidad y alimentos.
En cambio, en los seis meses, como esposa de Hades, era enérgica y vigilante cuidadora del Tártaro, estaba atenta a que todo aquel que viniese en camino al inframundo, pagase el "peaje" de un óbolo para poder ingresar. Si no traía esa moneda, deambularía eternamente sin encontrar ni paz, ni un lugar para su otra vida. ¡Y todo eso, por una fruta de perdición!
(1) Génesis 3 Pág. 31 de la Sagrada Biblia - Biblioteca de Autores Cristianos (Publicada bajo los auspicios y Dirección de la Pontificia Universidad de Salamanca) - Madrid MCMLXIV
(2) Thomas Browne así se refirió al "ónfalo" en 1646