Jueves 15.12.2022
/Última actualización 1:20
El informe termina con una conclusión sorprendente. Los investigadores consideran que hay que "reconsiderar el valor y las estrategias de vacunación anti-covid de niños sanos, en la era de ómicron, con las vacunas actualmente disponibles". Llegan a esta conclusión porque los resultados de vacunar niños y adolescentes, contra la covid, en Catar, fueron pobres. Pero también lo son en muchos otros países.
Hasta hace poco, la opinión pública analizaba la eficacia de las vacunas anti-covid, y para ello barajaba cifras del 90, 95, incluso del 98%. Se decía que tal vacuna tenía un 90% de eficacia mientras que tal otra prometía una eficacia del 95%. Estos datos se referían a población de adultos, puesto que la vacunación infanto-juvenil todavía no había comenzado.
Cuando comenzó la vacunación juvenil (de 12 a 17 años), y luego la infantil (de 5 a 11 años de edad), ya nadie parecía preocuparse por los porcentajes de eficacia, tal vez porque se suponía que serían los mismos que en los adultos. No hay que suponer resultados, sino averiguar cuáles son.
Aquellos tan altos porcentajes de eficacia en adultos se referían a las variantes del virus de la covid que hubo antes de la llegada de la variante ómicron. Esta variante, por ser muy diferente a las anteriores, marcó un antes y un después, ya sea en la evolución de los pacientes, ya sea en la eficacia de las vacunas. Tanto es así que hoy se puede hablar de una etapa pre-ómicron (protagonizada por variantes del virus más agresivas pero menos contagiosas) y una etapa ómicron, la actual, en que el virus es más contagioso pero menos agresivo y presenta numerosas sub-variantes.
Catar, como muchos otros países, vacunó contra la covid a su población infantil (5-11 años) y juvenil (12-17 años). También, como muchos otros países, pero no todos, analizó después los resultados (*). Mientras tanto, los países iban pasando de la etapa pre-ómicron a la etapa ómicron. Lo hacían sin decirlo en voz alta, por las dudas, pero sí observando que las cosas eran, por fin, diferentes.
Veamos el caso de Catar, que les administró la vacuna Pfizer. Como otros países, primero vacunaron a la población juvenil. He aquí los sorprendentes resultados: En los chicos de 12 a 17 años que recibieron la vacuna durante la etapa pre-ómicron, el porcentaje de eficacia fue del 87%. Pero en aquéllos que se vacunaron un poco después, durante la etapa ómicron, la eficacia fue de tan sólo el 30%. En unos y otros se observó además que las defensas anti-covid que generaba la vacuna eran efímeras, duraban poco, puesto que al cabo de tres meses ya no les quedaba casi nada.
Los niños de 5 a 11 años recibieron en Catar la versión infantil de la misma vacuna. Estos niños recibieron la vacuna durante la etapa ómicron. El porcentaje de eficacia fue del 25%. Y las defensas que generaba la vacuna fueron aún más efímeras que en el caso de los chicos de 12 a 17 años.
Hay que observar que la versión infantil de la vacuna Pfizer que les administraron tiene un tercio de la dosis de la vacuna de los mayores de 12 años. La infantil tiene 10 microgramos, y la juvenil y de adultos tiene 30. Esta diferencia, que es muy razonable, podría haber contribuido a justificar una eficacia tan baja.
A partir de estos datos, que son oficiales, es fácil pensar que las vacunas anti-covid, digamos tradicionales, son menos efectivas ante ómicron y sus sub-variantes. Con algunas excepciones, la enfermedad covid que provocan estas sub-variantes es más bien ligera, pero la que producen las cepas pre-ómicron, como bien sabemos, pueden ser graves e incluso mortales.
Así, la vacuna anti-covid protege eficazmente contra la enfermedad grave pero no protege tanto contra la enfermedad ligera. Entonces, esta vacuna es interesante porque protege contra aquéllo que realmente vale la pena estar protegidos. Y ya hemos visto que la enfermedad grave afecta mucho más a los adultos que a los niños.
Ahora, las nuevas vacunas bivalentes prometen suficiente eficacia, tanto contra las peligrosas variantes pre-ómicron como contra las diversas sub-variantes de ómicron, más ligeras. Estas vacunas bivalentes están autorizadas en Estados Unidos para los mayores de 6 meses de edad. Pero esto no significa, en absoluto, que debamos salir ahora a vacunar a bebés y niños. Antes de salir corriendo a copiar lo que hace el vecino más grande, un error ya cometido, primero veamos resultados.
De esto se trata, precisamente, y la vacunación infanto-juvenil contra la covid en Catar es otro ejemplo que nos lo demuestra. Antes de seguir haciendo lo mismo, antes de seguir recomendando lo mismo y dando los mismos consejos, hay que saber cuáles son los resultados obtenidos hasta ahora, porque tanto pueden estar en lo cierto, como estar equivocados. Y corregir es de sabios.
En efecto, no basta con hacer y gastar, ni menos aún con continuar haciendo y gastando. Si el hecho de hacer necesita fundamentos serios y responsables, el hecho de continuar haciendo los necesita aún más. Necesita unos resultados que avalen tal continuidad.
En el Cullen
Hablar de Catar es hablar de discriminación, es hablar de racismo y xenofobia, de explotación. Es hablar de corrupción, ahora demostrada al más alto nivel. Y sobre todas estas vergüenzas sobrevuela, poderoso, el dinero. Y ante el dinero del poderoso, me temo que algunos se sacan el sombrero y en actitud genuflexa aceptan la discriminación. Por ganar uno, aceptan que el otro pierda dos.
Pero nadie tire la primera piedra, porque las diferencias, es decir, la discriminación, en versión local, matizadas por lo particular, también están en Santa Fe. Desde el punto de vista de la salud infantil y juvenil, las diferencias comprometen el presente y el futuro.
A principios de este diciembre, en viernes feriado, recibía tratamiento anti-anémico, internada en el hospital Cullen, una chica adolescente, quinceañera, embarazada de poco más de veinte semanas. Delgada, pálida, apagada. Era, es el síntoma que demuestra que las diferencias tienen un gran costo, humano y económico, presente y futuro, personal y para toda la comunidad. El contraste es cruel, y sale caro.
Incluso en Estados Unidos, Canadá o Gran Bretaña, una mujer de piel morena (africana o hispana) tiene más probabilidad, con respecto a una mujer blanca, de tener un bebé prematuro o de bajo peso. Y la posibilidad de muerte neonatal es el doble en mujeres de origen africano y el triple en las de origen hispano. La discriminación, entonces, mata. Y es universal.
Me pregunto si esto no puede estar pasando ahora en Santa Fe, pero me sospecho que mi pregunta no tendría una respuesta sólida puesto que las diferencias, aunque tóxicas, no suelen ser motivo de análisis. Necesitamos análisis, para tener resultados, y sólo así se justifica el hacer, o el dejar de hacer.
Hay que mirar cuáles son los resultados, objetivos y desapasionados, y las consecuencias de aquello que se hace. Y de aquello que no se hace. Puesto que, de lo contrario, se termina aceptando como normal lo que no es normal. Y esto es inaceptable.
(*) "Covid-19 vaccine protection among children and adolescents in Qatar" NEJM, 17/11/22, gratis en Internet.