En medio de la desesperanza, el bebé prematuro es todo un canto a la esperanza. Porque está apurado por llegar y por estar entre nosotros, porque tiene prisas por decirnos cuánto vale en realidad la vida, porque viene corriendo con el mensaje de que todo esto sí que vale la pena. Nadie lucha tanto por la vida, con tantas ganas, como el bebé prematuro. Muchas veces lo consigue, tal vez a costa de un alto precio. Pero, otras veces, no.
No obstante, pese al mensaje de máximo optimismo que nos traen los prematuros y otros bebés de poco peso, tenemos que hacer todo lo posible para evitar tanto los bebés prematuros como los que, sin serlo, nacen bajos de peso. Parece una paradoja, una contradicción, pero la realidad nos convida a dejar de lado las metáforas para concentrarnos en la vida real. Y la realidad es que estos bebés, que desbordan vida como nadie, son en extremo vulnerables. Como no podemos devolverlos para que completen aquello que les faltó, es necesario entender que debemos hacer todo cuanto podamos para evitar que nadie nos llegue antes de tiempo, ni con menos de lo que le toca.
Hoy sabemos que prevenir partos prematuros y el nacimiento de bebés con bajo peso es un objetivo razonable y en buena medida posible, aunque nada ni nadie nos puede garantizar resultados. Mucho se ha avanzado en las complejas atenciones que necesita un bebé prematuro o de bajo peso, pero poco se ha hecho en cuanto a la prevención. Tal vez porque brilla más, en el discurso, una bonita incubadora que una enfermera controlando el embarazo de su paciente.
Necesitamos las dos cosas por igual. De cada cuatro bebés que nacen, uno nace prematuro o con bajo peso. Esto tiene consecuencias, algunas ligeras, otras terribles y para siempre, tanto en lo inmediato como en el mediano y el largo plazo. Para prevenirlas, y no tener que llorar sobre los hechos consumados, hay que educar a los chicos y a las chicas en edad de procrear, y controlar ocho veces cada embarazo. Todos estamos convidados, el desafío es la vida, y vale la pena.
Cuando el parto es prematuro, el bebé tiene más posibilidades de quedar para siempre lesionado, o incluso de morir durante el parto, o justo antes del parto, o justo después. El bebé que nació prematuro o con bajo peso tiene más posibilidades de sufrir complicaciones. Algunas de estas complicaciones tienen la perspectiva de tratamientos más o menos prometedores, pero otras complicaciones no tienen esta perspectiva. Algunas de estas complicaciones se ven a simple vista, pero otras no se ven ahora porque se verán dentro de unos años, y son al parecer irreversibles.
Muchos prematuros y bebés de bajo peso sobreviven sin secuelas, pero otros las arrastran toda la vida, y arrastran así a la familia y a la comunidad. Entonces, a todos nos conviene preguntarnos qué podemos hacer para prevenir los partos prematuros y el nacimiento de bebés de bajo peso.
Ya se sabe lo que hay que hacer. Ahora se trata de hacerlo. Lo primero, como siempre, es saber. Recordemos que quien no sabe es víctima fácil del discurso colorido, engañoso, electoral.
Hace poco, a principios de mayo, especialistas de los cinco continentes se pusieron de acuerdo para proponer que todos los bebés prematuros y todos los que nacen con bajo peso queden englobados en conjunto bajo el concepto de "recién nacido pequeño y vulnerable" (*). Es una nueva denominación que quiere remarcar que tanto prematuros como de bajo peso comparten similares riesgos, y que unos y otros son vulnerables, muy vulnerables a causa de ser pequeños, esto es, inmaduros. Están, por tanto, desprotegidos.
Considerar en conjunto a los bebés prematuros y a los de bajo peso, incluyendo a los mortinatos, permite saber mejor qué está pasando y hacia dónde hay que dirigir prioritariamente las políticas sanitarias de prevención.
Recordemos que el bebé prematuro suele tener poco peso, y que este poco peso suele ser proporcional a sus semanas de gestación (a menos semanas, menos peso). Pero el bajo peso también afecta a numerosos bebés que nacen a término, es decir, que no son prematuros, lo que se puede interpretar como algún grado de desnutrición fetal. En estos casos, el control sistemático del embarazo es una buena medida para detectarlos precozmente.
Por ejemplo, se sabe que el control de ciertas infecciones de transmisión sexual, contraídas antes del embarazo, ayuda de manera decisiva a evitar que luego nazca un bebé pequeño y vulnerable. Se hace evidente, entonces, que hay que prestar más atención a los chicos y a las chicas en edad de procrear. La anemia por falta de hierro es otra causa para dar a luz a un bebé de bajo peso, y esta anemia suele guardar relación con un entorno socio-económico adverso, olvidado, y demuestra una vez más cómo hay que prestarles atención, antes y por supuesto durante el embarazo.
(*) SVN, por las siglas en inglés. Toda la información en: "Small vulnerable newborns", serie, Lancet, 08/05/23. Gratis en Internet.
Sobre todo para los entornos más vulnerables, de los que la ciudad de Santa Fe no es en absoluto ajena, la Organización Mundial de la Salud propone un protocolo de ocho controles rutinarios durante el embarazo para así poder detectar, con tiempo, cualquier anomalía. Y los especialistas antes citados, por su parte, recomiendan incluir ocho acciones de prevención que ya han demostrado probada eficacia. Se trata de evitar la improvisación, las prácticas sin suficiente fundamento y los anuncios populistas, puesto que no ayudan en absoluto.
Estos protocolos apuntan a todos los embarazos, y no sólo a los que tienen obra social, y exigen tener una red de atención primaria, unos centros de salud cuyas puertas permanezcan ampliamente abiertas y que no estén sujetos a los vaivenes políticos y sindicales. Es decir, que pongan la mirada en la gente, luego en los resultados. Los protocolos médicos de prevención y asistenciales están diseñados para brindar una atención de calidad con relativa independencia de quién lo aplique, incluso por personal no médico. Así se consiguen buenos resultados, buenos niveles de prevención y asistencia a gran escala, incluso cuando no se dispone de todo el personal.
Decía que de cada cuatro bebés que nacen en el mundo, uno es prematuro o de bajo peso. Esto indica que aún tenemos mucho por mejorar en cuanto a salud pública y en cuanto a perspectivas de futuro. Tenemos que mirarnos a los ojos, y luego mirar lejos, y no quedarnos con lo efímero de unas elecciones. Tenemos que darle a cada bebé la oportunidad de nacer. De nacer bien, en el tiempo oportuno y con las condiciones necesarias. Y recibirlos con alegría y la leche tibia del pecho preparada. Ellos son el futuro. Nosotros, en cambio, ya somos el pasado.
Argentina y Santa Fe en particular necesitan, hoy más que nunca, que nazcan bebés sanos y fuertes, para que luego sean alumnos con buen rendimiento escolar, luego adolescentes responsables y luego adultos que trabajen y en consecuencia que generen paz y armonía, bienestar y buenas ondas, y espíritu solidario. Es así, y no de otra manera.
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