Domingo 5.5.2024
/Última actualización 22:21
Queridos amigos, hoy quiero comenzar mi reflexión dominical del sexto domingo de Pascua con la siguiente historieta: "Una vez un estudiante le preguntó al famoso teólogo Karl Rahner: Señor… ¿Dios se manifestó sólo en el cristianismo, o también en otras religiones? Y este le contestó: 'Dios no se ha revelado a sí mismo en ninguna religión, ni siquiera en la cristiana. Dios se ha revelado en su Hijo' (…)".
Los cristianos estamos llamados a creer en una persona, en una persona que vive, en una persona que no sólo habla en nombre de Dios, sino que es Dios. La religión la hemos creado nosotros… Y practicamos un montón de ritos y preceptos que no son tan esenciales como a veces creemos. No estamos aquí para cumplir sólo con ciertos preceptos, ritos, devociones. Estamos aquí para seguir a Jesús que murió y resucitó. Estamos aquí para proseguir su causa, para construir el Reino de Dios en este mundo y esto es bien distinto.
La liturgia de la palabra en este domingo nos sale al encuentro con las palabras de Jesús: "Ámense unos a otros como yo los he amado". Entendamos bien, se nos pide que nos amemos, pero no de cualquier forma, sino a ejemplo de Jesús, es decir, con un amor oblativo, servicial, con un amor que perdona y reconcilia. Jesús no vino para enseñarnos solo cómo llegar al cielo, ha venido para mostrarnos cómo vivir como hermanos, cómo transformar este mundo en el cielo. ¿Es demasiado? Puede ser, pero el Reino de Dios que anuncia Jesús es justamente eso, una utopía, que hace referencia a un mundo justo, fraterno y solidario. Y este mundo –mis queridos amigos- no se encuentra, no se decreta, se construye con el esfuerzo de todos.
Para ejemplificar lo que digo, quiero contarles esta historia conmovedora. Un catequista, refiriéndose al obispo Óscar Arnulfo Romero, dijo: "Monseñor Romero ayudó mucho a los pobres y a los movimientos populares e hizo muchas cosas concretas en su favor. Pero lo más importante que hizo fue posibilitarles una fe en ellos mismos, les decía: 'ustedes pueden, ustedes son'. Y un campesino agregó: 'Antes no éramos, ahora somos' (…)". Pregunto: ¿Puede haber una cosa más bella que devolver la dignidad a la gente humillada, empobrecida, excluida por los gobiernos de turno?
"Ámense unos a otros como yo los he amado". Fíjense bien, Jesús pone en primer lugar el amor que nos debemos los unos a los otros, y no sólo el cumplimiento de ciertos ritos y/o preceptos. El mandato del amor de Jesús hace también necesariamente la referencia a la dimensión social. Nos invita a construir el Reino de Dios en este mundo, construyendo una nueva sociedad.
En uno de sus textos, la Madre Teresa de Calcuta cuenta cómo ella descubrió su vocación para servir y amar a los demás. Nos dice: "Cierto día encontré a una niña tosiendo y muerta de frío, con el vestido roto y sucio. Pedía limosna con cara de hambre. Todos pasaban de largo... Aquel espectáculo me indignó. ¿Pero cómo Dios permite esto? ¿Por qué no hace algo? Mi interrogación quedó sin respuesta. Pero por la noche, en el silencio, pude escuchar la voz suave que me decía: Claro que he hecho algo para solucionar estos casos. Hermana, te he hecho a ti. Desde aquel momento mi vida cambió".
Queridos amigos, nuestra Patria necesita hoy muchas personas como la Madre Teresa de Calcuta, para cambiar tantas realidades injustas, para transformar las estructuras viciadas y corruptas en otras, nuevas, llenas de vida. Nuestra Patria necesita muchas personas como la Madre Teresa, porque tenemos un país rico lleno de pobres. Me permito recordarles una vez más: Dios nos ha creado para algo grande, para que seamos agentes de cambio y transformación, una presencia significativa, llevando a la vida cotidiana el mandamiento de Jesús: "Ámense unos a otros como yo los he amado".
Que nos bendiga el Señor.
(*) Miembro de la Congregación del Verbo Divino, licenciado en Teología Espiritual y en Gestión Educativa. Representante legal del Colegio San José de Esperanza. Mensaje del 5 de mayo de 2024, sexto domingo de Pascua, originalmente emitido por Radio FM 96.3.